Por Germán Ayala Osorio
La violencia verbal y psicológica que ejerció Jesús Alfredo Ariza Obregón, actual presidente de la Asamblea del departamento de Santander, contra quien fuera su esposa en el momento en el que se produjo la agresión, es el correlato de una sociedad machista y misógina como la colombiana.
Para contrarrestar el escándalo
mediático, Ariza ofrece una rueda de prensa, acompañado de varias mujeres de su
núcleo familiar. El político de Cambio Radical instrumentaliza a sus familiares
(madre, hermana y paraje actual) para mandarle un mensaje a sus críticos: “amo
a las mujeres”. Por supuesto que se trata de una estratagema que termina por
victimizar a su exesposa, tratando de construir una imagen negativa de la víctima,
asociada a la idea de que se trata de una “venganza premeditada”, pero jamás
una denuncia sustentada por maltrato.
Llama la atención el silencio
sepulcral de la colectividad política en la que milita Ariza Obregón. Si dentro
del partido Cambio Radical, microempresa electoral del inefable y también violento,
Germán Vargas Lleras, hubiese una mínima empatía con las mujeres, ya hubiese
entregado a la opinión pública un comunicado rechazando la actitud violenta del
diputado Ariza Obregón. No hay que esperar a que la Procuraduría y la Fiscalía
hagan su trabajo para que el partido exprese su condena a semejante lenguaje
procaz y la violencia que acompañó al vocabulario soez e impúdico del presidente
de la Duma departamental; sin duda alguna, estamos ante un patán consumado.
Claro, es mucho pedir que un
partido como Cambio Radical se pronuncie con celeridad ante semejante acto de
misoginia, pues está compuesto por “machitos” que suelen taparse con la misma
cobija. Responde ese mutismo a lo que la escritora Carolina Sanín llamó “el
cacorraje nacional”, que no es otra cosa que la cofradía o los cerrados círculos
de poder que los hombres públicos suelen conformar para minimizar o
desacreditar a las mujeres. En este caso, el silencio de Cambio Radical busca soslayar
la violenta reacción del “machito” Ariza Obregón.
Incluso, los otros partidos están en la obligación moral y ética de expresar su rechazo. De igual manera, los diputados de la Asamblea. Como hombres debemos demostrar empatía con las mujeres, lo que nos obliga a rechazar la aberrante misoginia de Ariza. Esta columna se escribe porque no podemos ser simples espectadores de lo que hacen otros hombres en contra de las mujeres.
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