Por Germán Ayala Osorio
Mientras que el presidente Gustavo
Petro anda en “modo constituyente”, de la mano de porciones del constituyente
primario, los representantes del “viejo” Régimen, de la mano de los medios
masivos tradicionales, andan en “modo malicioso”.
Las correrías de Petro por
pueblos y veredas y las que prometió hacer en universidades públicas dan cuenta
de una aceptación social, pero necesariamente ello no se traducirá en la generación
de un bienestar sostenible en el tiempo en las comunidades más vulnerables. A
dos años de terminar su mandato, Petro cree posible que, haciendo ejercicios de
democracia directa y confrontación discursiva, podrá lograr, por fuera de la
institucionalidad democrática, animar al pueblo para que él mismo exija el
llamado a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC). El fenómeno de la Séptima
Papeleta no estuvo anclado categóricamente en el pueblo al que Petro le habla
en sus correrías.
Estar en “modo constituyente” no
es garantía de gobernabilidad. Por el contrario, puede terminar distrayendo al
presidente de los asuntos macros sobre los que venía ocupándose. Quizás el
fallo de este gobierno esté en los micro asuntos asociados a la operación de un
Estado que en varias regiones no ha logrado conectarse con ese constituyente
primario que poco entiende de convocatorias constituyentes, porque las afugias
del día a día no les da tiempo para sentarse a pensar si conviene o no ese escenario
político- electoral. Y mucho menos tendrá la capacidad para avizorar los riesgos
que traería abrir semejante compuerta, pues la derecha, encarnada en Germán
Vargas Lleras, está presta a regresarnos a la constitución de 1886.
Justamente, Vargas Lleras,
representante de la rancia y anquilosada ultraderecha, anda en “modo malicioso”,
tratando de revivir el fantasma del “castrochavismo” en la figura deificada de Hugo
Chávez Frías. Aunque Vargas fue el único del “viejo” Régimen que salió a los
medios de comunicación a decir que él sí “le cogía la caña” al llamado de Petro
a la constituyente, días después, el exvicepresidente de Santos reculó. Quizás
los mecenas que estarían dispuestos a patrocinar su campaña en el 2026, en su
obsesión de llegar al Solio de Bolívar, le jalaron las orejas al otoñal delfín.
Así, salió a los medios masivos a decir que el llamado de Petro a una ANC obedecía
a la intención de quedarse en el poder indefinidamente, como lo hizo en
Venezuela el entonces presidente Hugo Chávez Frías.
Bajo esas dos circunstancias, el país
se sume cada vez en una tensa confrontación de clases, animada en buena medida
por el discurso confrontacional del jefe de Estado y la parálisis legislativa
que le plantó la Oposición en el Congreso de la República.
Sería conveniente que el
presidente Petro morigerara un tanto su discurso confrontador, pues hay una
realidad política y social que parece que el jefe de Estado olvida: las
empresas mediáticas aún conservan un poder de penetración importante en la
opinión pública e incluso, en esa parte del constituyente primario que, por
físico desespero, está dispuesto a retirar el apoyo al progresismo, porque sus
demandas sentidas no han sido atendidas y resueltas por este gobierno.
Un presidente, con todo y su poder simbólico, al andar en “modo
constituyente”, aporta a la generación de incertidumbres sociales y económicas y
coadyuva a que el país se divida aún más entre quienes tienen privilegios y
aquellos que poco o nada han tenido en sus vidas. El escenario se vuelve aún
más complejo cuando no aparece una voz desde la Iglesia Católica, de la
Academia y de los partidos, que insista en el diálogo nacional que tempranamente
se frustró por culpa de las intemperancias de las partes convocadas.
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