Por Germán Ayala Osorio
Los efectos políticos y culturales
de la condena de 12 años de prisión proferida contra el temido expresidente Álvaro
Uribe Vélez sin duda alguna se sentirán con rigor si la derecha recupera el poder en el
2026. Independientemente de si el Tribunal Superior confirma o no la ejemplarizante
condena,
la venganza del uribismo se convertirá en una política de Estado si el condenado
logra, nuevamente, poner en la Casa de Nariño a uno de sus “muñecos” o quizás logre poner a una de sus “muñecas” o "tigresas".
El proceso de estigmatización,
deslegitimación y las amenazas
contra la jueza 44, Sandra Liliana Heredia son apenas una muestra de lo que es
capaz el uribismo para vengar semejante “agravio” que recibió el político
antioqueño una vez recuperen el poder político. Destripar a la izquierda y a
todos aquellos que festejaron el fallo condenatorio justificará el regreso de
la política de seguridad democrática.
En ese escenario posible, volverían
los tiempos del “Embrujo autoritario” que se expresaría en contra de todos aquellos
que guardaron silencio frente al fallo condenatorio y por supuesto, contra quienes
celebraron jubilosos la esperada condena
contra el poderoso político. Los exministros, exmilitares, medios de
comunicación hegemónicos,
columnistas y periodistas que hayan salido a rechazar
el juicio y el fallo de la operadora judicial muy seguramente serán tenidos en
cuenta por los integrantes de la “primera línea” uribista encargada de
reconocer a los amigos
de Uribe y de señalar con el dedo índice a los enemigos del expresidente. Para
los primeros habrá contratos y puestos burocráticos; para los segundos, muy
seguramente atropellos, persecuciones y finalmente el objetivo de la copia criolla del
londinense “Jack El Destripador”: destripar a la izquierda. O quizás como repiten en las redes sociales los amigos y
fieles seguidores del Mesías antioqueño: lo que se viene es bala, bala y más
bala.
En el plano internacional, los
amigos norteamericanos,
fieles de Uribe que ya se indignaron con la condena proferida por la jueza 44,
naturalizarán la injerencia gringa en las elecciones de 2026 y asegurarán el
retorno a las oprobiosas relaciones bilaterales entre Estados Unidos y Colombia.
Así entonces, adiós a la carta de intención firmada con la Nueva Ruta de la Seda
y los proyectos de infraestructura que se logren poner a andar en el actual
gobierno.
Si en el 2026 la derecha uribizada
recupera el poder, no solo la Casa de Nari volverá a ser el máximo símbolo del poder
atemorizador de Uribe, sino que la maquinaria del Estado militarista que operó
entre el 2002 y el 2010 será aceitada y engrasada para acabar “con los
nuevos amigos del terrorismo, del castrochavismo, de la izquierda neocomunista
o el petrosantismo”.
El proyecto progresista,
entendido como el esfuerzo social y estatal de llevar a la sociedad a estadios
de civilidad y modernidad está más que justificado después de conocida la
sentencia a doce años de prisión domiciliaria contra el hacendado y domador de
bestias, nacido en Salgar, Antioquia.
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