Por Germán Ayala Osorio
Los defensores de oficio del expresidente
Uribe, recién condenado a 12 años de prisión domiciliaria, vienen apelando a
una serie argucias argumentativas que sirven al propósito político de desvirtuar
el carácter jurídico del juicio y de la misma sentencia y por esa vía construir
la falsa narrativa de que el fallo condenatorio es fruto de una “venganza de
la izquierda neocomunista”.
Cuando sus cortesanos
defensores dicen que “la justicia condena a quien debilitó a las Farc, que
enfrentó con ardentía a los terroristas y que estos hoy gozan de libertad y curules”
de manera perversa conectan las interpretaciones jurídicas que realizó la jueza
44 Sandra Heredia después de analizar el material probatorio
allegado y presentado en el juicio, con las funciones del entonces presidente
Uribe Vélez cuando fungió como comandante en jefe de las fuerzas armadas entre
el 2002 y el 2010.
No hay manera de que esa conexión
a todas luces ideologizada y politizada sobreviva a un mínimo análisis de
validez y lógica por una razón clara: los delitos por los cuales fue
encontrado culpable el expresidente antioqueño no los cometió durante su ejercicio
como jefe de Estado y mucho menos guardan relación alguna con la decisión de
confrontar militarmente a la guerrilla de las Farc-Ep. Es más, los
delitos por los que fue procesado y condenado no tienen naturaleza política.
Los cometió siendo senador de la República
y fruto de una denuncia que él mismo interpuso en contra del también
congresista Iván Cepeda por una presunta manipulación de testigos para que vincularan a Uribe con grupos paramilitares. Otra cosa es que durante las pesquisas adelantadas por los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia aparecieran indicios y luego certezas
de que quien estaba realmente manipulando testigos era el exsenador Uribe
Vélez.
Otras de las falacias a las que
vienen apelando los agraciados áulicos del condenado expresidente es que “Uribe
es un patriota cuyo único delito es amar a Colombia”. Este infantil
truco de la derecha conlleva un evidente engaño en la medida en que sugiere que
quien se declare “patriota y diga amar a su país” como varias veces lo ha
dicho Uribe Vélez, está exento de que sus conductas sean revisadas a la luz del
código penal. De acuerdo con el veredicto de la jueza Heredia, el exsenador
y exdirector de la Aerocivil cometió los delitos de fraude procesal y soborno
en actuación penal. Conclusión: ningún patriota está por encima de la justicia
y amar a la Patria no es una patente de corso para violar la ley.
Por supuesto que se entiende que
se apela a ese tipo de argucias desde la lealtad, el miedo, los intereses
económicos y la razón instrumental que orienta las vidas de aquellos que hoy
buscan deslegitimar a la valiente jueza que fue capaz de vencer a Uribe en un
juicio justo y de negarse a reconocerlo durante las audiencias como
expresidente o de llamarlo “presidente” como lo hacen todo el tiempo sus serviles
defensores de oficio. En varias ocasiones la jueza 44 lo llamó procesado,
señor acusado o señor Uribe.
Incluso, a la juez le alcanzó para ordenarle que se callara y que mantuviera la
compostura. Y eso, para una sociedad machista y misógina
como la colombiana, y en particular para un “domador de bestias y machito” como Uribe, resulta inaceptable y provocador. Recordemos lo dicho
por Sandra Heredia el día histórico en el que leyó la condena contra el temido
expresidente: “… la conducción de este proceso ha estado a cargo de mujeres que,
desde sus roles, en cada una de las etapas del proceso, ha enfrentado han enfrentado
con valentía incluso ataques machistas y cuestionamientos que no se
habrían formulado quizás si quien decidiera fuera un hombre evidenciando
que la toga no tiene género, pero sí carácter”.
Así las cosas, convendría a los palaciegos
uribizados que tomaran un curso no rápido de argumentación jurídica y política,
pero sobre todo que fueran honrados con los cientos de miles de ignorantes
uribistas que repiten como loros sus falacias. Al final, están quedando como indignos defensores de
oficio del temido condenado.
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