Por Germán Ayala Osorio
Declarar el crimen de Miguel
Uribe Turbay como un magnicidio, además del carácter simbólico que acompaña al
calificativo, deviene con una suerte de clasismo político con el que la derecha
y el Establecimiento en general buscaban consolidar la narrativa catastrofista
que indica que fue “asesinado un gran líder social y político y con su
desaparición, se mató la esperanza de los colombianos”. El uribismo
necesitaba de un mártir para sacudirse moral y políticamente de la condena
de 12 años de prisión domiciliaria proferida contra el expresidente Álvaro
Uribe. Y para ese propósito, la gran prensa bogotana ayudó complacida.
Y la verdad es que la notoriedad
política del finado siempre estuvo asociada a la manera sectaria y violenta con
la que asumió la vocería de la oposición en un evidente afán por parecerse al
expresidente Uribe Vélez. Miguel Uribe Turbay olvidó o quizás no le interesó
jamás saber que un verdadero líder se construye apelando al pensamiento sistémico,
pero sobre todo dando muestras de una gran comprensión de los problemas, ventajas
y desafíos de un país complejo como Colombia.
El finado
siempre vivió en la burbuja que le proveyó ser nieto del expresidente Julio
César Turbay Ayala, circunstancia que para el caso colombiano de inmediato le
da el “derecho natural” de aspirar a la presidencia de la República, sin la
necesidad de haber labrado un camino de lucha por quienes sufren las
consecuencias de haber consolidado en el país una sociedad y un modelo de
desarrollo excluyentes, racistas y clasistas que a juzgar por sus últimos
discursos y arengas
en el Congreso, esas circunstancias poco o nada le incomodaban al conservador
político uribista.
Por supuesto que la declaratoria
de magnicidio que hizo la Fiscalía se pudo haber dado por la presión ejercida
por los medios
masivos que convirtieron el atentado y el posterior fallecimiento de Miguel
Uribe en un reality
show con el firme propósito de mover en las audiencias los sentimientos
más primarios y por esa vía sembrar miedo, desesperanza y odio. Apelar a las
emociones de los ciudadanos facilitó la tarea de convertir las afueras de la clínica
en la que fue atendido en una especie de ermita de la derecha camandulera,
clasista y racista que por esos días de vigilia fueron aportando para que
finalmente se declarara magnicidio su execrable asesinato.
Con el politizado
sepelio, la prensa bogotana, en particular el noticiero Caracol
Noticias, logró elevar a Miguel Uribe a la categoría de proto estadista, héroe y
líder. Al final, a empellones, el relato periodístico y los lamentos de los
presentadores y comentaristas de radio y televisión lo metieron en el mismo
lugar que ocupan Luis Carlos Galán Sarmiento y Jorge Eliécer Gaitán Ayala, quienes
en el momento de caer asesinados ostentaban la calidad de candidatos presidenciales.
Miguel
Uribe era precandidato presidencial por el Centro Democrático y al interior
de esa colectividad había recelos y enfrentamientos
con Paloma Valencia y María Fernanda Cabal que se disputaban el guiño del dueño
de ese partido.
La RAE define magnicidio como la “muerte
violenta dada a persona muy importante por su cargo o poder”. La relevancia política de Miguel Uribe estaba
en camino de consolidarse, pero el haberse instalado en una orilla ideológica caracterizada
por el sectarismo le impidió recorrer los caminos hacia un liderazgo amplio
ancorado al reconocimiento generalizado de la sociedad colombiana.
Adenda: Indepaz cometió
una ligereza al elevar a Miguel Uribe Turbay a la condición de líder social y
político. La organización retiró el trino con la imagen que indicaba que su
asesinato correspondía al número 97 de los líderes ultimados en lo que va
corrido del 2025.
miguel uribe turbay es un magnicidio sepelio - Búsqueda Imágenes
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