Por Germán Ayala Osorio
Los tratamientos periodísticos heroizantes
y lastimeros que la gran prensa bogotana está haciendo del fallecimiento
del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay apuntan al logro de tres
objetivos interconectados: el primero, “relanzar” a la derecha uribizada
por estos días golpeada por la sentencia
condenatoria contra el expresidente Álvaro Uribe
Vélez y por supuesto por la pérdida del precandidato
presidencial de esa colectividad, quien de todos sus compañeros, era el que más quería parecerse al expresidente
antioqueño y propietario del Centro Democrático.
El segundo, insistir en equiparar
el crimen de Uribe Turbay al de líderes de la talla de Gaitán y Galán y de
esa manera posicionar el catastrofista relato de que el país retrocedió a los
tiempos de la violencia política de las estructuras narcoparamilitares que
terminaron con la vida de tres candidatos presidenciales. Y el tercer y último
objetivo consolidar el imaginario colectivo que indica que el “héroe nacional
y esperanza del país”, Miguel Uribe Turbay, fue asesinado por el discurso
de odio del presidente Petro. Más claro: fue asesinado durante el gobierno de
izquierda, lo que significa que esa orilla ideológica es “mala”, por lo que sus
militantes y defensores deben aniquilarse por ser una “plaga infame”.
Sobre la mala
hora del uribismo, los medios
hegemónicos abrirán en adelante sus micrófonos y encenderán sus cámaras en
función de ayudar a esclarecer el panorama político y electoral de la secta
uribista. Quién será el candidato que finalmente recibirá el guiño del condenado
líder del Centro Democrático es la pregunta sobre la que las empresas mediáticas
relanzarán ideas como la seguridad democrática, la negación a buscar salidas
negociadas con la estructuras armadas ilegales y por esa vía el escalamiento del
conflicto, lo que terminará por afectar la vida de las comunidades rurales con
una declaratoria de una “guerra total” contra las “guerrillas”. Es decir, el
país necesita de una “mano firme y de un corazón grande”, esto es, de un macho
que ofrezca, como lo hizo Uribe en el 2002, acabar con la izquierda armada de
una vez por todas. Esa estrategia de “guerra total” servirá a los propósitos de
echar para atrás la mini reforma agraria que está impulsando el gobierno Petro.
Poner a Miguel Uribe Turbay en el
mismo nivel de importancia política, legado, oratoria y comprensión de los
problemas y necesidades del país que identificaron a Luis Carlos Galán Sarmiento
y a Jorge Eliécer Gaitán Ayala constituye una jugada propia de los laboratorios
del marketing
político. La pretensión es clara: minimizar las debilidades discursivas, de
formación académica e incluso las capacidades para gobernar a Colombia que
exhiben María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín y Andrés Guerra. Quizás
esa sean las mayores preocupaciones del expresidente y reo,
Álvaro Uribe Vélez si compara los perfiles de sus cuatro fichas con la formación
académica de precandidatas como Carolina Corcho e incluso la misma Claudia
López Hernández con quien podría acercarse Uribe en segunda vuelta, pues la
exalcaldesa de Bogotá tiene muchas cosas en común con la derecha.
Y finalmente, al insistir en el
relato que indica que durante el gobierno de Petro fue “asesinada la esperanza
de Colombia” y ultimado un “héroe”, los medios masivos le apuntan a generar
miedo e incertidumbre entre los votantes en torno a la posibilidad de que la
izquierda continúe en la Casa de Nariño. Estamos ante el surgimiento de un “nuevo
coco”: pasamos del miedo al comunismo o a la “mordaza neocomunista” de la que
habló recientemente el Gran Reo desde
su lugar de reclusión, al terror de regresar a lo que los colombianos sufrieron
en los años 90. La idea que nos está vendiendo la presa bogotana es clara: no se puede “reelegir” un gobierno que promueve odio, que no es
capaz de garantizar la vida y que es responsable político del asesinato de Miguel
Uribe Turbay, un “hombre joven que quería transformar al país”.
miguel uribe turbay en camara ardiente - Búsqueda Imágenes
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