Por Germán Ayala Osorio
Como era de esperarse, el
fallecimiento del precandidato presidencial del Centro Democrático, Miguel
Uribe Turbay está siendo utilizado por la prensa hegemónica y por la oposición
para caldear aún más los ánimos y el ambiente de polarización política y
crispación ideológica que se respira en el país desde los tiempos del
plebiscito por la paz.
El reo y expresidente Álvaro
Uribe Vélez desde su lugar de reclusión espetó que "Mataron la
esperanza". Nadie niega que el crimen del precandidato es una tragedia
y un hecho prepolítico que sirve para reconocer que como sociedad afrontamos
graves problemas en los procesos, casi truncos, de construcción de civilidad y
de las condiciones mínimas para vivir en democracia, esto es, reconocer y
respetar a los que piensan y actúan distinto. Pero de allí a decir que con su
fallecimiento se desvaneció la esperanza de todo el país constituye una exageración
y un peligroso llamado a la venganza, a la rabia y la desesperación. Hay que
recordar que Uribe Turbay ostentaba la condición de precandidato presidencial y
que al interior de su partido-secta había un duro enfrentamiento con Paloma
Valencia y María Fernanda Cabal en torno a una encuesta al parecer pagada por el
nieto de Turbay Ayala. Las dos “tigresas” del expresidente antioqueño dijeron
que su compañero estaba corriendo la línea ética. Vicky Dávila, la otra “tigresa”
del Gran Condenado también confrontaba a Miguel Uribe enrostrándole su linaje,
tal y como lo hizo también en su momento el presidente Petro. Esto dijo la candidata
de los clanes Gilinski y Gnecco, quien además lo llamó "candidatito": “algunos nietos de políticos se sienten con
derechos adquiridos como en el usted no sabe quién soy yo, serían triturados por
la izquierda en una segunda vuelta”.
Los tratamientos periodísticos
lastimeros, ideologizados y tendenciosos que viene haciendo la prensa de la
mano de los candidatos presidenciales y otras “personalidades” de la vida
pública del país que salen a dar su opinión sobre la muerte del precandidato
aportan a la consolidación de la narrativa que indica que el responsable del
crimen es el actual gobierno y en particular el presidente Petro por el
lenguaje con el que confrontó al combativo senador del Centro Democrático.
Y no se trata de negar que hay
trinos que el presidente de la República lanzó que pueden ser leídos en clave
de estigmatización. Quizás el carácter contestatario de Petro explique de
alguna manera el sentido de sus pronunciamientos en la red X. Eso sí, los
ataques moralizantes que viene sufriendo el presidente y su familia hablan muy
bien del tipo de oposición que el Centro Democrático y la derecha política y
mediática decidieron hacer. Petro ha sido señalado de “borracho, drogadicto y
homosexual”, condiciones estas con las que desde el mismo partido de Miguel
Uribe se pidió declarar indigno al jefe del Estado.
En el marco de la discusión de la
consulta popular, Petro y Miguel Uribe se cruzaron estos actos de habla que
deben mirarse a la luz de un debate político caldeado. Esto dijo el presidente:
“¡Dios mío! ¿el nieto de un presidente (Julio César Turbay Ayala) que
ordenó la tortura de 10.000 colombianos, hablando de ruptura institucional?”
La señora Dávila le recordó su condición de “nieto”, pero eso no es considerado
como una actitud estigmatizante. La respuesta de Uribe Turbay fue esta: “Nosotros
no nos vamos a rendir y le pedimos a ustedes que tampoco lo hagan. No podemos
caer en los juegos de intimidación y amenazas de este Gobierno. Lo que está en
juego es Colombia y la vamos a defender”.
En ese camino de poner al asesinado
precandidato como la “esperanza del país” ya la prensa hegemónica habla de “magnicidio”.
Se trata, sin duda, de un apelativo exagerado, clasista y periodísticamente
tendencioso. Que la Fiscalía lo califique de esa manera quizás obedezca a una
lectura políticamente correcta, para evitar cualquier señalamiento desde las
mesnadas uribistas muy dadas a deslegitimar las instituciones cuando sus
decisiones no les conviene. El fallo condenatorio contra Uribe Vélez se produjo
en una fiscalía distinta a la de Francisco Barbosa, quien, huelga recordar que
usó todo su poder para defender la cuestionada honorabilidad del hoy condenado
expresidente de la República.
Miguel Uribe siempre quiso
parecerse a su jefe, el recién condenado caballista y domador de bestias: vociferaba,
gritaba y hacía una oposición sectaria y con visos de clasismo y racismo. Por
supuesto que esas características no justifican el atentado criminal y cobarde
del que fue víctima. Paz en la tumba del periodismo por cuenta de los
tratamientos tendenciosos de la prensa hegemónica. Y para Miguel Uribe, que “brille
la luz perpetua”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario