domingo, 10 de agosto de 2025

SE ACEPTAN PRESIDENTES HOMOSEXUALES SIEMPRE Y CUANDO SEAN DE DERECHA

 Por Germán Ayala Osorio

 

En las marchas uribistas del 7 de agosto se volvieron a escuchar expresiones de odio que van desde la homofobia y la transfobia, pasando por una evidente supremacía étnica y finalizando en una misantropía dirigida hacia Petro como persona, como ser humano. Se trataría, por supuesto, de una suerte de misantropía conducente a despreciar solo a quienes comulguen con las ideas del exguerrillero, hayan votado por él en las elecciones de 2022 y lo que es peor, se hayan atrevido a rechazar el “legado” del expresidente y convicto, Álvaro Uribe Vélez, visto por estos nuevos “verificadores” de la moral pública como un hombre probo y un macho cabrío como “debe ser” todo antioqueño.  

Stella Ramírez escribió para el portal las 2 Orillas que “a Petro no lo interpelan por sus decisiones, lo agreden por existir. No lo confrontan como jefe de Estado, lo desacreditan como si fuera un intruso. Se burlan de su acento, de su pasado, de su ropa, de su forma de hablar. Le inventan enfermedades, delirios, complots. Y todo eso tiene un nombre: desprecio. Nunca se había visto este nivel de sevicia contra un presidente electo. A otros mandatarios —corruptos, autoritarios o entreguistas— se les trató con guantes. A él, con piedra en la mano. ¿Cuál es su pecado? Haber llegado al poder sin el aval de los dueños del país. Haber nacido donde no nace el poder. Representar a quienes nunca habían sido representados”.

Con el estribillo “auxilio, socorro, saquen al cacorro”, los uribistas que lo cantaron a rabiar durante las movilizaciones dejaron ver que su transfobia y homofobia es selectiva, si se tiene en cuenta que hay senadores, hijos e hijas de congresistas y otras “personalidades” de la política y el periodismo que ya salieron del closet para reconocer su homosexualidad en un país conservador y una sociedad pacata farandulera, morbosa, mojigata, gazmoña, puritana, morronga, clasista, racista, machista y misógina que prefiere guardar las apariencias, mientras en familias prestantes de varias regiones del país hay casos de hombres que llevan una doble vida: tienen esposa e hijos, lo que les asegura ser asumidos como una “pareja normal”, mientras mantienen ocultas relaciones homosexuales. Entre ellos, rectores de universidades privadas y públicas, hijos de políticos, empresarios y deportistas. Y ni para qué hablar de la Curia que encubre a los pedófilos que usan la sotana y el crucifijo para violar menores de edad.

Eso sí, son aceptadas esas orientaciones sexuales porque son de derecha y lo que es mejor, uribistas. Ser homosexual y militar en la izquierda y en el progresismo es una suerte de “nuevo” pecado cuyo único castigo posible es la lapidación moral del presidente Petro y del colectivo que lo respalda. Nunca en el pasado se trató tan mal a un presidente de la República. Petro ha sido señalado de borracho, drogadicto y homosexual, sin que haya aún evidencias que así lo prueben. El exministro Leyva Durán recientemente reconoció ante la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes que no tiene pruebas de todo lo que ventiló en sus emotivas misivas, leídas por los medios hegemónicos y otros sectores societales conservadores, con la hipocresía propia que los caracteriza por ser encubridores de las prácticas “cacorrescas” y las pedofílicas de famosos periodistas y políticos de la derecha uribizada.

Hablar mal del presidente de la República y su familia es, de tiempo atrás, un deporte nacional. Del entonces presidente César Gaviria también se dijo que era homosexual. Los chistes callejeros no escalaron como en el caso de Petro hacia el terreno de la aniquilación moral e incluso, a buscar declararlo “indigno” para gobernar a una sociedad mojigata como la colombiana. Eso sí, no bajaban de “loca” al consagrado iliberal.  De Turbay Ayala se dijo que le gustaban las niñas y que asistía a Cali a unos “bacanales patrocinados por los narcos de la ciudad”. Igual, las malas lenguas de la época lo señalaban de llegar a la madrugada y borracho a la Casa de Nariño.

Eso sí, entre el estribillo “auxilio, socorro, saquen al cacorro” y el cantico “Y uno, y dos y tres, stop, Uribe, paraco Hijueputa” hay una enorme diferencia, aunque los una el desprecio. El primero está atado a las prácticas de discriminación de una sociedad conservadora y premoderna; mientras que el segundo deviene ancorado a una narrativa y “verdad social” a la que solo le falta una sentencia judicial. 



PETRO ES GAY - Búsqueda Imágenes

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