Por Germán Ayala Osorio
La discusión sobre la existencia o no de un centro político en Colombia no cesa. Su vigencia se mantiene gracias a que la narrativa de la "polarización política" entre izquierda y derecha parece triunfar en un país históricamente gobernado por la derecha y que apenas ahora está aprendiendo a reconocer qué es eso de la izquierda democrática y del progresismo. Creo que es importante matizar aquella narrativa, diciendo que lo que hay realmente de fondo es una lucha entre dos caminos: uno, que le apuesta a que Colombia siga atada a las maneras de una derecha corrupta y el otro, el que ofrece el progresismo que, con todo y errores, propone un orden más justo social, económica, política y ambientalmente.
En medio de la discusión sobre el espinoso asunto hay que reconocer que resulta mucho más fácil ubicarse o alinearse a la derecha, bien sea por conveniencia económica y política o por miedo a ser violentado o rechazado al momento de reconocer que se simpatiza con las ideas de una izquierda demonizada por la presencia otoñal y equivocada de las guerrillas. Hay que decir que estas últimas se auto denominaron de izquierda, pero que al revisar sus relaciones con los civiles en los territorios dominados, parecían más cercanos al ideario conservador. Baste con recodar las "reglas" que impusieron las Farc-Ep en los pueblos y veredas que quedaron bajo su mando cuando el irresponsable presidente Pastrana les entregó 42 mil kilómetros cuadrados sin verificación internacional y nacional, para entender que de liberales muy poco tuvieron los señores farianos.
El columnista Juan Carlos Botero hace una defensa del centro y lo hace exponiendo las cosas que deberían defender quienes señalen públicamente simpatizar con el aún difuso espectro ideológico en un país godo, violento y manejado por una derecha mafiosa, criminal y apegada a ideas retrógradas en lo social, indebidas en lo político e insostenibles en lo ambiental-ecológico.
Dice Botero en su columna Una defensa del centro que los del centro defienden "la Constitución y el Estado de derecho, la necesidad de jueces y entes de control autónomos, medios independientes que no estén sujetos a los abusos del poder o de grupos económicos. Y jamás rechazar unos crímenes mientras se toleran o disculpan otros". Al revisar las circunstancias institucionales y culturales de la historia reciente del país, incluso, a partir de la promulgación de la Carta Política de 1991, lo dicho por el columnista termina por anular la posibilidad de que el centro, como realidad política, pueda aparecer en el quehacer de sus propios políticos profesionales.
Por tradición, los entes de control han estado al servicio de clanes políticos regionales guiados por un evidente e insuperable ethos mafioso. El ejemplo más claro es la gestión de la actual procuradora Margarita Cabello Blanco, quien opera como defensora de oficio de la derecha y en particular, del clan Char. Otro ejemplo más de la captura clientelista y de la operación ideologizada de la Procuraduría General de la Nación fue el entonces procurador y quemador de libros, Alejandro Ordóñez Maldonado, una especie de Torquemada moderno. Y ni para qué hablar de la Contraloría General de la República, otro fortín clientelista.
En la ya referida columna, Botero insiste en decir que el centro es la salida que le queda al país en medio de la "polarización política" "porque es la mejor opción para el país en este momento, la más incluyente y sensata, no basada en el odio y el rechazo sino en la tolerancia del otro y en la aceptación de nuestra identidad compartida. Incluso por encima de nuestras diferencias".
Los argumentos de Botero son claros. La pregunta que surge es: ¿Quiénes son las figuras políticas capaces de actuar bajo las premisas y las ideas que el columnista propone y reconoce para ser considerado y actuar desde el Centro?
Se equivoca si está pensando en políticos como Claudia López Hernández, Sergio Fajardo e incluso, los hijos de Galán. Muy seguramente la exalcaldesa se presentará a las elecciones de 2026 como una opción de centro. Se tratará, claro está, de un estratagema para engañar votantes ingenuos o cansados de la "polarización". Entre tanto, el exgobernador de Antioquia insistirá en que él representa el centro político, apalancado más en las "buenas maneras" de su discurso, que en realidades políticas fruto de sus decisiones cuando manejó los destinos de Antioquia y Medellín. La cercanía de López y Fajardo al uribismo los inhabilita y les impide presentarse como políticos de centro.
En cuando a los hijos de Galán hay que decir que son funcionales a la derecha por decisión propia. El peso del legado de su padre lo llevan y lo sienten como un enorme piano de cola. Por eso, optaron por la salida más fácil: estar con la derecha, en la medida en que no están obligados a pensar y actuar como su padre y mucho menos lo están para defender su ideas liberales.
Ojalá aparezcan figuras que defiendan un centro político que le apunte a cambiar las formas en las que se hace política en Colombia. Por ahora, el centro seguirá siendo espectral y el sueño de aquellos que se cansaron de la derecha mafiosa y de otros que, un tanto desanimados por los resultados parciales del primer gobierno progresista, creen que es posible trasegar por un camino alternativo.
Imagen tomada de Razón Pública
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