Por Germán Ayala Osorio
La violencia política, pero sobre
todo la verbal que desde los tiempos del plebiscito por la paz viene incrementándose
en redes sociales y en otros espacios societales, no van a detenerse por cuenta
de los llamados que se hacen desde partidos, el sector empresarial y los
propios medios de comunicación, estos últimos responsables en gran medida de la
polarización política la misma que están ayudando a extender hasta las próximas
elecciones.
En el sepelio
de Miguel Uribe Turbay quedó claro que no habrá desescalamiento de la violencia
verbal y en la pugnacidad ideológica. Y ese parece ser el escenario predilecto
para los precandidatos Daniel Quintero, Vicky Dávila y Abelardo de la Espriella.
Ya las audiencias reconocen que los
tres políticos le están apostando a caldear más los ánimos con sus actos de
habla cargados de animosidad y desinterés por presentar sus propuestas de
gobierno, en caso de que resulten elegidos en las consultas internas de sus
colectividades como candidatos presidenciales. Los une la irresponsabilidad, la
ligereza, pero sobre todo la ceguera para leer la actual coyuntura política,
aún más enrarecida con el fallecimiento y el politizado
sepelio de Miguel Uribe Turbay y el declive del uribismo.
Si los comportamientos públicos y
la “verborrea” de Quintero, Dávila y De la
Espriella son el fruto de las recomendaciones recibidas de sus asesores de
campaña, entonces hay que decir que están muy mal asesorados. Que Dávila
y el abogado defensor de DMG lo hagan hace parte de las formas como la ultraderecha
y el uribismo
suelen plantear soluciones a los problemas del país: bala, señalamientos y
viajes de superioridad moral que lo único que dejan ver es el cinismo de los intrépidos
viajeros, reconocidos por su clasismo y racismo.
Pero si Quintero quiere recoger
las banderas del progresismo, sus acciones simbólicas le están quitando
seriedad a las ideas políticas y a toda la narrativa reivindicante y
contestataria con la que el presidente Petro viene confrontando a los agentes
del vetusto Establecimiento colombiano.
Eso de viajar hasta el Amazonas a
izar la bandera de Colombia en la disputada isla de Santa Rosa y aparecerse con
la bandera de Palestina
en la asamblea de la Andi pueden resultar espectaculares al ojo de los
fanáticos, pero resultan poco serias y convenientes porque, de un lado, aumenta
las tensiones diplomáticas entre Perú y Colombia; y del otro, acrecienta el
odio de los empresarios hacia todo lo que huele a progresismo. Y claro que son
legítimos los reclamos que hace el político antioqueño, el problema está en las
maneras como pretende luchar por las dos causas.
Eso sí, la campaña de Carolina
Corcho está sirviendo para consolidar la imagen de una mujer aplomada,
inteligente y formada para el debate de las ideas. Todo lo contrario están haciendo
el exalcalde de Medellín, el maltratador de gatos y la periodista-periodista. Los
tres están construyendo una imagen de políticos inmaduros e incapaces de discutir
con argumentos porque sus incontrastables egos los están llevando a hacer el ridículo.
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