jueves, 20 de junio de 2024

TRES ESCENARIOS DE FUTURO PARA SUPERAR EL URIBISMO

 

Por Germán Ayala Osorio

La llegada del primer gobierno progresista debería de servir de punto de quiebre ético-político con el que sea posible superar, culturalmente, ese conjunto de prácticas y valores atados a un evidente ethos mafioso que llamamos uribismo. El país fue testigo de su aparición y naturalización entre el 2002 y el 2010 durante la administración del inefable Álvaro Uribe Vélez. 

Más allá de las promesas de cambio del gobierno de Petro, hay una evidente toma de conciencia colectiva alrededor de los responsables de los graves problemas sociales que afronta el país, fruto de la aplicación a raja tabla de recetas neoliberales aplicadas por los gobiernos de César Gaviria, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque. 

Esa toma de conciencia colectiva que permitió identificar a los políticos responsables de la extrema pobreza, la inequidad, el hambre y un desarrollo a todas luces insostenible tuvo en el estallido social a su punto más alto de inflexión y consolidación. Sin embargo y a pesar de que hay sectores societales que actúan cada vez más en función de sus derechos, es urgente que Colombia supere el uribismo como forma de hacer política, de gobernar, de relacionarse y vincular las fuerzas privadas y públicas. Se necesita de un quiebre cultural, casi que de una reinvención de aquello de ser ciudadano o simplemente, de actuar bajo principios universales de humanidad. 

Para poder que ese parte aguas cultural se dé en el país se requerirán de escenarios posibles en los que de manera explícita quede proscrito ese ethos mafioso que se asocia al ismo que mayores daños produjo tanto al ejercicio de la política, como en el actuar ciudadano. Vislumbro tres escenarios de futuro en los que podría quedar superada esa narrativa violenta, conservadora, ética y moralmente perturbadora y ecológica y ambientalmente insostenible que se asocia y representa el uribismo. 

Al primer escenario de futuro que se requerirá para lograr ese objetivo lo llamo la Refundación cultural del sentido de lo público y de lo privado. Los empresarios y en general la clase política debe entender que un Estado sometido a los intereses de unos cuantos particulares resulta inviable por varias razones. El Estado, como forma de dominación territorial debe ser para los ciudadanos asociados a su territorio un referente de eficiencia, eficacia y de construcción de humanidad, a partir del cumplimiento de sus funciones constitucionales. Su operación bajo la égida de contratistas, empresarios y banqueros a los que lo único que les interesa es saquear sus finanzas solo sirve para generar todo tipo de formas de violencia social, económica y política. Justamente bajo esas circunstancias fue que Uribe logró consolidar su pérfida manera de asumir el Estado y la función pública. 

Para que este primer escenario de futuro sea posible no es necesario convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. No. Bastaría con que todos los agentes económicos se sentaran a revisar sus prácticas, en particular aquellas dolosas y mafiosas que les permitieron debilitar el Estado, para someterlo a sus mezquindades y vanidades.  

El segundo escenario de futuro lo llamo la Proscripción pública del ethos mafioso. Los agentes más representativos de todas las esferas de la sociedad civil cercanas al uribismo deben hacer un acto de contrición público en el que reconozcan que de manera directa o indirecta se beneficiaron y aplaudieron políticas y decisiones adoptadas durante los 8 años de Uribe y los 4 de Iván Duque que resultaron contrarias a un deber ser moral y éticamente superior. Dicho reconocimiento no podrá asumirse como una confesión extrajudicial susceptible de ser reconocida por los jueces como violación a las leyes y concomitante a la comisión de delitos. El valor de la Proscripción pública del ethos mafioso es en sí mismo un acto de verdad y de reconciliación, en particular con las víctimas visibles e invisibles por la aplicación diaria de ese malicioso ethos que los colombianos, de la mano de la Gran Prensa bogotana, naturalizaron. 

Y un tercer y último escenario de futuro tiene que ver con el surgimiento de un nuevo periodismo. A este escenario lo llamo Hacia la construcción de un periodismo ciudadano, resuelto a modificar sustancialmente la lógica noticiosa atada a los intereses de las corporaciones que hoy sostienen a las empresas mediáticas. Los daños que la prensa corporativa le hizo a las audiencias son incomensurables por cuanto terminaron por invertir los valores y las realidades, en su afán de consolidar narrativas contrarias al bien común y otras, para matizar y esconder delitos cometidos por quienes deberían de ser referentes morales en una sociedad como la colombiana que deviene confundida moralmente y con claros indicios de practicar una ética acomodaticia. 

Quedó demostrado que la corporativización del periodismo le hizo y le hace daño al ejercicio periodístico. Uno de sus primeros efectos negativos es que convirtió a los medios masivos en actores políticos y a muchos de sus periodistas, en particular a los más obedientes, en estafetas de un régimen oprobioso y violento. 

Si como sociedad no logramos proscribir el uribismo, seguiremos con los mismos estándares de violencia e inmoralidad. Quizás no colapse el Estado, pero nos mantendremos alejados de la modernidad y de los criterios que definen a una sociedad como civilizada y preparada para discutir, dialogar y pensar en libertad y sin miedo a ser perseguida y asesinada por pensar diferente o por criticar al gobierno. 



Imagen tomada de 

https://prensarural.org/spip/spip.php?article26632



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