lunes, 10 de febrero de 2025

DIGNIDAD Y NACIONALISMO EN COLOMBIA

 

Por Germán Ayala Osorio

La consolidación de una identidad nacional orgullosa de sus raíces étnicas, del paisaje y de los valiosos ecosistemas naturales-históricos seguirá siendo una tarea pendiente para los colombianos; en particular para aquellos que desde el poder político poco o nada hicieron para que ese proceso identitario terminara en posturas colectivas e individuales de jactancia alrededor de eso de Ser colombiano.

El profesor Francisco Gutiérrez Sanín dijo recientemente que “el país tiene un tremendo sentimiento de inferioridad que se evidenció durante el enfrentamiento verbal entre los presidentes Petro y Trump justamente alrededor de la dignidad, vocablo que el mandatario colombiano desenterró de la escombrera en la que lo inhumaron sucesivos gobernantes que llegaron a la Casa de Nariño para lidiar con los problemas internos del país sin atar el origen de muchos de ellos con las maneras como nos ven otros países, pero sobre todo con las formas en las que nos auto percibimos como ciudadanos del mundo.

Los voceros más visibles de esa parte de la sociedad que se siente inferior atacaron al presidente Petro por el “arrebato” de dignidad que le dio al momento de defender los derechos de los conciudadanos deportados de los Estados Unidos encadenados y con la mácula de ser “criminales peligrosos y miembros de los carteles de la droga”. Al poner por encima sus intereses económicos y el orgullo de tener la visa americana dejaron ver ese sentimiento de inferioridad del que habla el profesor Gutiérrez.

Las élites en el país sienten vergüenza de sus orígenes y hasta maldicen los procesos de mestizaje de los que son hijos. De ahí que se hayan naturalizado en el país el racismo y el clasismo como marcas propias de una nación fragmentada que jamás pudo afirmarse en torno a un proyecto de nación amplio y plural. El resultado no pudo resultar peor: “Colombia es un platanal o una rica finca administrada históricamente por 4 ó 5 poderosas familias interesadas en explotar sus recursos y expoliar a los trabajadores”.

En la historia política reciente del país jefes de Estado como Julio César Turbay Ayala, Belisario Betancur, Andrés Pastrana, Ernesto Samper, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos e Iván Duque jamás se preocuparon por construir un proyecto nacionalista que despertara el apego, el amor y la identificación hacia los colores de la bandera y alrededor de un sentimiento patriótico de alcance universal.

Quienes aún defienden a Uribe Vélez a pesar de la indignidad que lo acosa por ser el primer expresidente colombiano en ir a juicio por delitos no políticos reconocen que el presidente antioqueño intentó generar un proceso nacionalista a partir de su discurso patriotero expuesto en su Manifiesto Democrático, los 100 puntos de Uribe y del símbolo de la mano en el corazón grande. Olvidan sus defensores de oficio que su apuesta nacionalista nació y murió en los límites territoriales del país porque fue pensada bajo el concepto de la seguridad nacional, instrumento insuficiente para consolidar esa idea de nación capaz de generar sentimientos de fatuidad alrededor de eso de Ser colombiano. Lo que hizo Uribe en ocho años fue dejar cimientos patrióticos en millones de colombianos fincados en la doctrina amigo-enemigo sobre los cuales naturalizó la violencia y la animadversión étnico-cultural e ideológica hacia los pueblos afros e indígenas y comunidades campesinas. Esa misma doctrina le sirvió para promover y legitimar actividades de sometimiento a la Naturaleza en condiciones de insostenibilidad ecológica y socio ambiental.

De manera un tanto caótica por estar ancorada a su carácter impulsivo y revolucionario, Gustavo Petro viene intentando sembrar cimientos patrióticos diferenciándose de los que dejó el expresidente y expresidiario Álvaro Uribe Vélez. Esas bases patrióticas están fondeadas en el Amor eficaz de Camilo Torres, en la reivindicación de lo popular y en el reconocimiento de Colombia como un Estado pacifista y defensor de los derechos humanos. La apuesta ambientalista de Petro se opone drásticamente a la desarrollista agenciada por Uribe Vélez.

En los momentos en los que Petro activó el principio de reciprocidad ante amenazas económicas y tratos crueles de Trump hacia los ilegales colombianos y la imposición de visas a sus connacionales por parte del Reino Unido desenterró sentimientos de dignidad nacional, factor necesario para darle vida por ahora a un incipiente pero importante nacionalismo.

Eso sí, hay que lamentar que esa apuesta nacionalista de Petro se haya contaminado por las reacciones clasistas de los hijos de una élite que se cree aria y el afán del presidente de la República de despertar al pueblo que lo eligió de esa indignidad en la que siempre estuvo sometido. Al final el país llegará a las elecciones de 2026 bajo un ambiente violento entre las clases populares y la clase social privilegiada.

*Esta columna está inspirada en la conversación sostenida entre la periodista Cecilia Orozco y el profesor Francisco Gutiérrez Sanín en el podcast de la revista Raya.



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