Por Germán Ayala Osorio
Como es tradición en Colombia
cada 9 de febrero se conmemora el Día del Periodista, para exaltar la labor de
informativa y por esa vía aportar a la consolidación de la democracia como régimen
político. Más allá de los mensajes de reconocimiento que suelen enviar empresarios
y entidades gubernamentales a las salas de redacción de noticieros y medios impresos,
es bueno confrontar ese trabajo informativo y de generación de estadios de
opinión pública que vienen cumpliendo las grandes empresas mediáticas del país,
en particular en la actual coyuntura política del país.
Colombia y otros países del mundo
asisten a lo que bien se puede llamar la “bancarización” del periodismo que no
es otra cosa que la operación de los medios masivos bajo el dominio de conglomerados
económicos que compraron empresas mediáticas no necesariamente para mejorar los
estándares de la democracia y mucho menos para cumplir lo consignado en el
artículo 20 de la Carta Política que señala que “se garantiza a toda
persona la libertad de expresar su pensamiento y opiniones, la de informar y
recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios de comunicación.
Estos son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la
rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura”.
Por el contrario, la compra de
medios tradicionales como El Tiempo, Semana y El País de Cali por parte de los
banqueros Sarmiento Angulo y Gilinski está atada a los intereses políticos y
económicos de esas poderosas familias, lo que confirma no solo la “bancarización”
del periodismo, sino su uso superlativo e ilimitado para afectar la gobernabilidad
y la viabilidad del actual gobierno. Los tratamientos noticiosos que vienen
haciendo esos tres medios de hechos públicos relacionados con las maneras de
gobernar y las decisiones tomadas por el gobierno Petro confirman el uso del oficio
como instrumento generador de incertidumbres sociales y pánico económico en el
marco de la decisión editorial adoptada por las tres empresas mediáticas de fungir
como actores políticos en oposición al gobierno progresista.
Ese mismo papel vienen jugando El
Espectador en manos de la familia Santodomingo y El Colombiano, medio regional
ancorado al uribismo y a la defensa de las ideas conservadoras de esa parte de
la sociedad antioqueña que sigue atada a las circunstancias propias de una
premodernidad de la que se sienten orgullosos. Por los lados de la televisión y
la radio sucede exactamente lo mismo. RCN y Caracol informan con los mismos
intereses corporativos que desdibujan la función vigilante del poder que deben
ejercer los periodistas y aquello de ser los “perros rabiosos de la democracia”.
Por el contrario, gracias a la “bancarización”
del periodismo ya no hay quién ejerza la tarea de controlar al poder porque los
poderosos compraron las más grandes empresas mediáticas justamente para evitar
cualquier acción vigilante que ponga en evidencia aquellas actuaciones privadas
y públicas susceptibles de revisión moral y ética.
Bajo las anteriores circunstancias
conmemorar el Día del Periodista queda reducida a simple formalismo pues la
verdad no hay mucho que exaltar cuando ya una parte de la sociedad y de la opinión
pública se dieron cuenta de que la información es un negocio del que se
benefician los banqueros y los grandes conglomerados económicos de Colombia y de
otras partes del mundo.
Eso sí, mi más sincero
reconocimiento a los colegas que hacen periodismo riguroso desde blog y otros
medios alternativos; y también el mismo mensaje para aquellos que a pesar de
trabajar en los medios arriba señalados intentan informar con rigurosidad. Lo cierto
es que no son buenos tiempos para ejercer el periodismo en el país y en el
resto del mundo que ya lidia con las falsas noticias y la construcción de
relatos mentirosos desde los medios tradicionales con el firme propósito de
ensuciar los hechos y de esa manera evitar que se conozca la verdad de lo
acontecido.
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