Por Germán Ayala Osorio
Después de la tensión diplomática
entre USA y Colombia, el país y el presidente Petro siguen hablando de Dignidad;
sí, en mayúscula. Se trata de un concepto difícil de asir, esto es, de definir,
entender, pero sobre todo de aplicar en la vida cotidiana. Quizás suceda lo
mismo cuando al tratar de explicar qué es la justicia, resulte más fácil definir
qué es la injusticia. Entonces, puede ayudar a la comprensión del concepto que
mantiene la tirantez política e ideológica entre Petro y el gobierno de Trump y
su vocero el cubanoamericano, Marco Rubio, hablar de indignidad. Al final de la
columna haré referencia a este personaje.
La Dignidad humana es una
construcción política y social que deviene ancorada a los históricos procesos civilizatorios
por los que el ser humano ha transitado y transita aún en medio de culturas atadas
a civilizaciones originalmente diferenciadas, de ahí que el pretendido carácter
universal de la categoría Dignidad termine chocando con realidades locales,
regionales y continentales.
Al exhumar el concepto de
Dignidad en un pueblo como el colombiano que se acostumbró a vivir en
condiciones de indignidad, Gustavo Petro hace que una parte importante de la
sociedad ponga el foco en las decisiones y actitudes políticas asumidas por una
clase política, empresarial y en general por una élite no cohesionada que supo
inhumar dicho término con todo y su significado y significante. Ese entierro de
quinta que le dieron a dicho vocablo se dio mientras los miembros de ese “selecto”
grupo deponían su propia dignidad a cambio de un inmenso poder político y
económico, así como un inmerecido reconocimiento que solo operan dentro del territorio
colombiano.
Lo que la élite tradicional colombiana
hizo durante mucho tiempo fue desvincular la Dignidad de sus intereses de clase.
De esa manera lo vació de sentido práctico y universal, echándolo dentro del
ideario de la izquierda y el progresismo para insistir en la necesidad de
proscribirlo hasta hacerlo parecer inocuo o peligroso cuando este se enarbola
para defender eso de “ser colombiano”, inmigrante o pobre.
La recuperación forzada que del
concepto de Dignidad pretende hacer Petro genera demasiado ruido en una
sociedad clasista, racista y homofóbica como la colombiana alentada moral y
éticamente por liderazgos cargados de indignidad, fruto de la comprensión
amañada de dicho concepto.
Las relaciones diplomáticas,
políticas y comerciales con los Estados Unidos siempre fueron el escenario propicio
para echarle tierra, al mejor estilo de La Escombrera, a la Dignidad como principio
y sustento moral y ético de esas relaciones de sumisión aceptadas sin chistar por
las autoridades colombianas.
Presidentes como Gaviria,
Pastrana, Uribe, Santos y Duque actuaron como cuidadores de la fosa en donde
enterraron la Dignidad de la mayoría de los colombianos. Con la llegada de
Petro a la Casa de Nariño su objetivo de exhumar el pretencioso vocablo lo redujo
la derecha, con la ayuda de los medios hegemónicos, a un capricho presidencial
fincado en el enorme ego del jefe del Estado. “¡Por Dios, a quién se le
ocurre enfrentarse a los Estados Unidos!” es la frase y estribillo con el
que se rasgan las vestiduras los políticos indignos que se sienten bendecidos por
tener la visa americana y orgullosos de jamás haber puesto en marcha acciones
multilaterales que redujeran la dependencia con el mercado estadounidense.
Y tal como sucedió en la película
La estrategia del Caracol, la pregunta del “para qué todo esto”, la respuesta sigue
siendo la misma: “…cómo que pa qué, para que le sirve a Usted la dignidad,
ah, es que esa palabra no existe o no la usan allá en televisión… cómo que pa qué,
pa la dignidad, pa la dignidad nuestra… qué pregunta este guevón”.
Marco Rubio es un cubanoamericano
que practica muy bien lo que bien puede llamarse dignidad relativa, resultado
de negarse, por intereses personales, a defender su origen cubano y el estar inmerso
en eso de ser hispanoamericano. Junto a Rubio actúa Berni Moreno, el
congresista republicano de origen colombiano que propuso al gobierno de Trump
que imponga sanciones económicas a Colombia. Rubio y Moreno son cipayos que supieron vender la
dignidad a cambio de una ciudadanía americana y de un poder político que ellos
creen suficiente para esconder su indignidad.
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