Por Germán Ayala Osorio
Los recurrentes actos de
violencia en los estadios, el asedio de los hinchas a las sedes de los equipos
y los insultos a los jugadores han recibido las mismas respuestas de la Dimayor
y la Federación de Fútbol: sanciones económicas a los equipos, una que otra
judicialización de los aficionados que protagonizan los desmanes y jugar a
puerta cerrada. Y pare de contar.
Mientras tanto, las directivas de
los equipos y los periodistas deportivos siguen sin asumir la imperiosa tarea
de diseñar una campaña de sensibilización dirigida a todas las hinchadas con el
único propósito de mostrarle a cada aficionado que la manera enfermiza de
asumir los triunfos y derrotas hace parte de un problema psicológico del que
las instituciones deportivas y los periodistas no se pueden hacer cargo.
Más claro: periodistas y
dirigentes deportivos del fútbol deben hablarle clarito a esos hinchas
furibundos y energúmenos que asisten cada ocho días a los estadios. Hay que decirles
de frente que ellos son una vergüenza para la sociedad y el fútbol. El solo hecho
de depositar la responsabilidad individual de alcanzar la felicidad en 11
jugadores constituye no solo un error, sino una verdadera estupidez.
Antes de que sucedan hechos
violentos de mayor calado, urge que se diseñe una campaña publicitaria con el
claro objetivo de confrontar a esos aficionados que de manera errada exigen a 11
jugadores que asuman la tarea de hacerlos felices. En particular, esa campaña
deberá ir dirigida a esos “machitos que, con excesos de testosterona”, salen al
ruedo a pelearse como perros rabiosos para ver quién es el “más berraco, el más
hombre, el más macho, o quién tiene los huevos más grandes”. Todas expresiones
de una masculinidad en crisis, fruto de la ignorancia, la estupidez, la poca o
nula lectura de libros y también quizás por falta de oportunidades; y claro,
consecuencia de una sociedad patriarcal y machista que “obliga” a los hombres a
tener que demostrar que son machos y a exponer su “hombría” frente a un macho
retador.
Nadie niega que las violencias en
los estadios de fútbol están atadas a que somos una sociedad incivilizada que
exhibe débiles o truncos procesos civilizatorios, pero ello no es óbice para
insistir en la necesidad de confrontar discursivamente a los violentos. Al
hacerlo quizás decidan no volver a los estadios. Sería lo mejor. Antes a los estadios se iba en familia. Hoy,
prácticamente es un riesgo enorme.
Hay que utilizar los tableros electrónicos y los sistemas de sonidos de los estadios, las redes sociales, y la televisión para que la campaña logre el objetivo de confrontar a esos hinchas (verdaderos pendejos) que van cada ocho días a un estadio a buscar la felicidad cuando esta la pueden tener al interior de sus hogares, o quizás yendo a ver otros espectáculos. Ahora, si justamente van a los estadios para huir de la familia, entonces la campaña publicitaria cobra mayor sentido.
He aquí varias frases que podrían
usarse si directivos y periodistas deportivos acogen lo propuesto aquí en esta
columna:
1.
Si tu felicidad depende de un juego, y el fútbol lo es, usted tiene un
problema.
2.
Venir al estadio a insultar los jugadores es propio de malandros.
3.
No traigas tus frustraciones al estadio.
4.
Venir a sufrir al estadio te convierte en masoquista.
5.
Ser violento no te hace Hombre, pero sí te convierte en un criminal.
6.
Oye, aficionado violento: ¿todo bien en casa?
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