Por Germán Ayala Osorio
Los Char querían llevar a James Rodríguez
al Junior no tanto por lo que futbolísticamente le pudiera dar al equipo el 10
de la Selección, sino por la utilidad comercial y política que les hubiera
asegurado el talentoso jugador. Más claro: les bastaba con tener a James en la banca
porque lo necesitaban para mantener entretenida a la fiel hinchada y evitar que
tomen conciencia de los graves problemas de inseguridad y pobreza de exhibe la
capital del Atlántico, a lo que se suman los sempiternos arroyos que afectan a
los menos favorecidos.
En Barranquilla parece darse un
fenómeno interesante alrededor del fútbol como “sedante, paliativo o somnífero”
social y político. Es decir, una especie de “paralizador” de intenciones
políticas y sociales conducentes a levantarse en contra del poder hegemónico ejercido
por los Char durante varias décadas. Así
las cosas, el equipo de fútbol opera como paliativo, analgésico y consolador.
De esa manera, la poderosa familia controlaría las eventuales reacciones ante
hechos de corrupción que la prensa asocia con el ejercicio del poder político
por parte de miembros de ese clan. Algunos se atreven a decir que los Char son
los dueños de Barranquilla: en la "Arenosa" no se mueve un lápiz sin que lo que
sepa el viejo Fuad o cualquiera de sus vástagos.
Bajo esa premisa, el fútbol, como
deporte de masas, sirve a los propósitos políticos de la “distinguida” familia:
mantener “embobados” a los hinchas. Contratar futbolistas calidosos, pero sobre
todo costosos, ayuda a ese objetivo circense. La furibunda hinchada agradece
las millonarias inversiones en el equipo llenando el Metropolitano y gritando “Junior,
tu papá”, estribillo que también repiten los periodistas deportivos y que sirve
de somnífero para esa multitud ignorante que aguanta apagones y altos costos en
las tarifas de la energía, atracos callejeros y arroyos porque lo más importante
para sus vidas es que el Junior salga campeón o participe en torneos
internacionales. En eso se les va la vida a los barranquilleros. Ah bueno, “mamando”
ron también.
Poco importan las interpretaciones periodísticas con las que tratan de entender qué fue lo que pasó en la conversación entre el político y el jugador. Al final, lo único cierto es que James Rodríguez no jugará en el Junior. Los periodistas deportivos, sutiles instrumentos con los que se mantiene “embobada” a la afición publicaron sus propias conclusiones: unos dicen que James “usó y se burló” del viejo Fuad Char; que James aprovechó económicamente la oferta del Junior, para encarecer sus servicios, pues jamás estuvo interesado en jugar en Colombia; otros, que el jefe del clan “vendió humo” a la hinchada. Lo que realmente pasó fue que se quedaron con las ganas de usar a James Rodríguez como paliativo, consolador y sedante para mantener los altos niveles de “aguevamiento social” de los barranquilleros.
Adenda: curiosidades del
lenguaje. Joder, Jumento, James, Jerarca, Jugador, Junior y Joda (no Jodaaa,
eche) se escriben con J de Jaranda, la que ya tenían armada periodistas e
hinchas que dieron por sentada la contratación del 10 de la Selección. Imagino la
cantidad de pick up sonando a todo vapor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario