viernes, 10 de enero de 2025

EL RÉGIMEN VENEZOLANO SIGUE MADURANDO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Nicolás Maduro Moros (NMM) se juramentó, hoy 10 de enero, como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Espuria o no su posesión, esta extiende en el tiempo la disputa internacional por el control de sus reservas de petróleo y gas librada entre el bloque que conforman China y Rusia y el bloque que lidera los Estados Unidos. Veamos lo que se podría venir para Colombia en materia electoral a menos de dos años de las elecciones presidenciales.

La reelección de NMM le seguirá sirviendo a la derecha colombiana, en particular al uribismo para insistir en la narrativa que indica que Uribe Vélez es el “muro de contención del comunismo”, razón por la cual en el 2026 el país debe votar por el que indique el sub judice ciudadano para evitar la llegada del castrochavismo, una suerte de correlato o versión "moderna" del comunismo. Se trata de un fantasmita que supo crear y recrear el ladino político antioqueño en los tiempos del plebiscito por la paz porque “Santos le iba a entregar el país a lafar”.  La derecha que representa el expresidente y expresidiario vive y necesita de la existencia de “enemigos” internos y externos para poder sobrevivir política y electoralmente.

En las elecciones de 2022 asustaron a cientos de miles de ingenuos, ignorantes y pendejos que creyeron a pie juntillas que con el triunfo de Gustavo Petro el país se “convertiría en Venezuela”, es decir, que nos volveríamos comunistas. Dos años después de la llegada de Petro, el país sigue atendiendo las recetas del FMI, esto es, el modelo económico sigue operando bajo las lógicas del capitalismo. Aunque el fantasma del comunismo ya perdió la capacidad de espantar, la permanencia del régimen de Maduro y la negativa de Petro de romper relaciones con el vecino país, como se lo exigieron varios agentes políticos, serán usados como instrumentos ideológicos para insistir en la presencia fantasmal de algún enemigo interno que solo el uribismo puede derrotar.

Antes de terminar el 2024, el expresidente Uribe dio vida al “nuevo” fantasma. Lo llamó “petrosantismo”. La periodista Cecilia Orozco Tascón, en reciente columna, señaló que “el “petrosantismo” es otro término de estrategia electoral que inventa Uribe Vélez para manipular la opinión electoral. Pero ese remoquete despreciativo –como tantos suyos– alude a una alianza inexistente”.

Santos y Uribe estuvieron de acuerdo en exigirle a Petro “mano dura” contra el régimen de Maduro. A pesar de esa circunstancia, el nuevo y maléfico espectro creado por el Gran Manipulador hará su presencia en las elecciones de 2026. No es que el expresidente paisa sea un consagrado hechicero, lo que sucede es que aún hay millones de imbéciles en Colombia que le tienen miedo a un comunismo que como sistema social, político y económico jamás vieron ni siquiera por televisión; o al castrochavismo y ahora al “petrosantismo”. Eso sí, para poder que dicha figura cumpla con el propósito político de espantar al electorado, Uribe necesitará conectarlo con el régimen venezolano. Lo más probable es que recurra a la narrativa que señala que Venezuela protege al ELN y a las disidencias de las Farc, guerrilla a la que Santos Calderón “le entregó el país” hace ya ocho años. En cualquier caso, la derecha uribizada insistirá en posicionar la idea de que el presidente Petro apoya la dictadura de Maduro y  que es incoherente con su defensa de la democracia. Así las cosas, el candidato presidencial del Pacto Histórico y del progresismo para las elecciones venideras constituyen un peligro para el país porque ponen en riesgo las relaciones con los Estados Unidos al apoyar dictaduras de izquierda.

En su pretensión, la derecha colombiana sabrá ocultar su selectivo apoyo a la dictadura de Bukele, en El Salvador, convertido por el uribismo en una especie de héroe porque les permite revivir la fracasada y criminal política de seguridad democrática, la misma que dejó cientos de miles de desaparecidos, los 6402 jóvenes ejecutados por agentes estatales y los asesinatos selectivos de académicos, defensores de DDHH y de la naturaleza. Lo mismo harán con su defensa a ultranza del genocidio que viene cometiendo Israel, socio de USA, en Gaza. 

Veremos en las elecciones presidenciales de 2026 si el número de ingenuos y pendejos que le siguen creyendo a Uribe aumentó o disminuyó en Colombia. También sabremos si las ideas progresistas y el proyecto progresista logró calar en todos los sectores del electorado.

 




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