Por Germán Ayala Osorio
La derrota sufrida en la final de la Copa América y los comportamientos vandálicos e incivilizados de hinchas y del propio presidente de la Federación de Fútbol de Colombia, Ramón Jesurún, deberían de servir para diseñar e implementar acciones, actividades y discursos propios de lo que llamo aquí en esta columna, una Pedagogía de la Derrota (PD).
Y los primeros llamados a implementar esas acciones es la prensa que movió las pasiones de millones de colombianos de manera irresponsable y despertó el siempre inconveniente patrioterismo con el que intentamos ocultar o tramitar los problemas y los conflictos individuales y colectivos de una sociedad que deviene confundida moralmente y en la búsqueda incesante de referentes (ídolos) que ayuden a limpiar la "mala imagen", dar un respiro a las frustraciones e insistir en las negativas auto evaluaciones que hacemos de nosotros mismos como pueblo.
Los periodistas deportivos deberían de liderar acciones y actividades pedagógicas que nos ayuden como colectivo a darle un mejor manejo a la derrota, pero sobre todo, a los sueños y alegrías que despierta el fútbol como deporte espectáculo y de masas. La primera idea con la que esa Pedagogía de la Derrota puede servir a esos propósitos gira en torno a un llamado de atención - casi un regaño- a todos aquellos hinchas que insisten en entregarle la responsabilidad de ser felices a 11 jugadores de fútbol. Ese es quizás el más grande y grave problema que debe ayudar a superar la Pedagogía de la Derrota. No puede ser que hombres y mujeres en edad adulta depositen en 11 extraños que viven de un juego en el que es posible ganar o perder, una responsabilidad que debemos asumir de manera individual y en el núcleo familiar. Y lo peor de todo es que esos mismos adultos están llevando a sus hijos por el mismo camino. Al final, tendremos hinchas adolescentes y adultos más adelante, que le exigirán más a sus futbolistas, que a gobernantes y políticos que, justamente, hacen todo para que como individuos o como familia no podamos alcanzar la felicidad anhelada.
La segunda idea sobre la que debe trabajar esa PD es aquella que señala que la sociedad colombiana, de acuerdo con periodistas, políticos, el propio presidente de la República y algunos expertos, puede "unirse" en torno al fútbol. Es tiempo de olvidarnos de ese anhelo propio de una sociedad imaginada, sobre todo porque en el diario vivir cada uno de nosotros hace cosas y asume conductas que van en la dirección contraria a la deseada. Lograr esa "comunión" entre disímiles formas de entender la vida, el país, el territorio y la cultura, entre otros elementos, no puede depender de los resultados de un juego sobre el que no podemos tener ningún control. Es en la cotidianidad y bajo un real espíritu republicano que podemos lograr unirnos como sociedad civilizada, moderna y democrática.
Propongo como primera acción pedagógica, que el partido de la final se retransmita en horario tripe A, con comentaristas, periodistas, un par de jugadores de la Selección derrotada y académicos. Ese ejercicio se propone con dos objetivos: el primero, probar hasta dónde estamos dispuestos a refrescar lo sucedido para analizarlo con cabeza fría; y el segundo, aprovechar la sintonía lograda para ir acomodando en el colectivo las dos ideas aquí planteadas. Obviamente que las empresas mediáticas deben comprometerse a promocionar la repetición del partido, con cuñas que inviten a los colombianos y colombianas a dedicar un par de horas a esa actividad.
Aprender a perder no pasa exclusivamente por reconocer que el ganador hizo las cosas mejor. Y mucho menos se trata de volver sobre el error o los errores cometidos por los jugadores de la Selección. No. De manera creativa hay que ir inoculando en las audiencias que ser felices no puede seguir dependiendo de lo que hagan 11 jugadores en una cancha; y que hay una forma de "unirnos" como sociedad: respetar las normas de convivencia y por ese camino a los demás ciudadanos; cumplir con las tareas y obligaciones. Actuar de manera civilizada para resolver problemas y conflictos. Y esto último pasa por dejar de lado aquello de ser "macho" y estar siempre dispuesto a "dar en la cara marica".
Adenda: los hinchas que se colaron, que vandalizaron escaleras eléctricas y que usaron los ductos para entrar al estadio son hijos de esa Colombia violenta, uribizada a través del todo vale. Son los típicos "vivos bobos". Actuaron como matones y malandros. Muy mal la organización del evento porque cometieron un error garrafal: no imaginaron el nivel de estupidez, violencia y lumpenización de los cientos de colombianos que aportaron a que el mundo nos siga mirando como bárbaros, incivilizados y salvajes.
Imagen tomada de Alerta Tolima
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