lunes, 19 de febrero de 2024

FÚTBOL: EL ESPEJO EN EL QUE NOS MIRAMOS COMO SOCIEDAD CORRUPTA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

En el fútbol, como deporte espectáculo y actividad económica, confluyen todos los males que la sociedad colombiana arrastra de tiempo atrás: el ya naturalizado ethos mafioso, el clasismo, el sempiterno machismo y el racismo estructural, para tocar a los cuatro más sobresalientes. Hace dos días estalló un escándalo en el fútbol colombiano. El diario Marca de España registró así el hecho: "Situación escabrosa": confirman amaños por apuestas en el fútbol de Colombia y ya hay responsables. En la bajada o sumario se lee: “El propio presidente de Patriotas reveló que sacó a un jugador del equipo por denuncias de arreglo de resultados”.

La verdad es que esa situación no debería de aterrar a nadie. Lo que sí llama la atención es el silencio de los fanáticos a los que poco les importa este tipo de situaciones, pues para ellos es “normal”. Como consecuencia de esa aceptada realidad, no se puede esperar que salgan a protestar para exigir transparencia en el fútbol. Hacerlo puede resultar afectándolos quizás en el único espectáculo que los llena de satisfacciones o les permite expresar frustraciones y "botar" el estrés acumulado en las rutinas laborales diarias. La violencia discursiva y física que a diario vemos en los estadios son el resultado de los problemas, miedos e incertidumbres de una buena parte de la sociedad, sin distingos de clase.

El fútbol, como espectáculo, no puede detenerse por las sospechas o los casos de corrupción. Eso es impensable para una sociedad que fácilmente se refugia en el fútbol para olvidar los problemas del país, de allí que los medios masivos, todos los días, en sus secciones de “Deportes”, prioricen los goles y los partidos, por encima de las otras disciplinas deportivas.

Así entonces, la complacencia de las autoridades constituye el paso a seguir, con el objetivo de proteger el espectáculo, así este tenga visos de inmoralidad. El titular de la revista Cambio lo dice todo: “Las investigaciones que archivó la Fiscalía de Francisco Barbosa contra los dirigentes del fútbol colombiano”. En el texto periodístico se lee: “se trata de por lo menos dos indagaciones, una por lavado de activo y por venta de boletas, contra Ramón Jesurún, presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, y Álvaro González, presidente de la Difútbol (División Aficionada del Fútbol Colombiano) y vicepresidente del comité ejecutivo”.

En el ethos mafioso aparecen por supuesto la corrupción, el lavado de dinero de narcotraficantes y las apuestas. Por culpa de esas circunstancias que hacen parte de ese ethos, el fútbol debió de perder millones de fanáticos, pero no hay tal.  El asesinato en Colombia del árbitro como Álvaro Ortega en 1989, a manos del Cartel de Medellín, el arreglo previo de partidos y presiones de todo tipo para que un equipo se deje ganar o, por el contrario, salga a reventarse para evitar el triunfo del que se da por descontado que saldrá campeón, son situaciones que hemos normalizado en el país. 

En Latinoamérica hay un ejemplo histórico del arreglo de un partido en un Mundial: el 6 a 0 que la Selección Argentina le propinó a la muy buena Selección Peruana en el Mundial de 1978. La narrativa internacional señala que ese partido fue arreglado y los que jugadores peruanos se vendieron, lo que aseguró la clasificación de los argentinos a la gran final del torneo, 

Aunque es posible encontrar hinchas que no regresaron más a los estadios por razones asociadas a la violencia de las llamadas barras bravas, el fútbol sigue siendo por antonomasia un atrayente espectáculo que mueve las fibras de hinchas y fanáticos y un escenario virtuoso para las actividades ilegales, en el marco de una sociedad que hace rato borró los límites entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo legal y lo ilegal. Por más que las autoridades o un gobierno quieran “meterle” la mano al fútbol para tratar de limpiarlo por dentro, el espectáculo debe continuar porque en él, el colombiano promedio ve reflejada su realidad cotidiana, la misma en la que parece vivir a gusto.

Adenda: la corrupción en el fútbol es a nivel planetario. 


Imagen tomada de Eje21 

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