Por Germán Ayala Osorio
Mientras el mundo ve en vivo y en
directo el genocidio en Gaza, la revista Semana registra con algo de alborozo que
Iván Duque
Márquez y el empresario Gabriel Gilinski se reunieron con el genocida Benjamín
Netanyahu. No puede haber duda alguna de que reunirse con Netanyahu constituye
un asqueante acto prepolítico y la renuncia irrevocable y vergonzante a los principios
éticos y morales que acompañan el sentido de humanidad que, de la mano de la
razón, intentan alejarnos de las pulsiones que devienen atadas a la siempre
aviesa condición humana.
La revista Semana alude a la
visita de Iván Duque
y Gabriel Gilinski y destaca las palabras del exsubpresidente: “Siempre
es un honor visitar el Estado de Israel y dialogar con un cercano amigo y
aliado del pueblo colombiano, el Primer Ministro @netanyahu con quien
impulsamos una vigorosa agenda de inversión y comercio entre 2018 y 2022. Con
el empresario Gabriel Gilinski y el equipo de la Fundación I+D (¿@fimasd_org) @Vicmunro
conversamos sobre cómo fortalecer la agenda de innovación social entre
emprendedores de Israel y Colombia”.
Iván Duque
Márquez es una suerte de perfumado mentecato, un homúnculo y emisario de la derecha
internacional que viene legitimando las prácticas genocidas aplicadas por
Netanyahu contra el pueblo palestino en la franja de Gaza.
Claro que resulta entendible que este majadero uribista se sienta a gusto al
lado del criminal de guerra pues durante su pasantía por la Casa de Nari
criminalizó la protesta social y elevó a los jóvenes a la condición de terroristas.
El ungido
de Uribe Vélez lanzó la tesis ideologizada con la que las movilizaciones
sociales y los actos vandálicos acaecidos en el marco del estallido social fueron
asumidos por la justicia colombiana como parte de acciones de terrorismo
urbano.
El manejo clasista, racista y con
visos claros de aporofobia que hizo de la crisis económica generada por la pandemia
del covid19 se parece mucho a los despiadados ataques contra mujeres y niños,
así como a los manejos deshumanizantes que Israel viene haciendo con la entrega de la
ayuda humanitaria en territorio gazatí.
El presidente Petro criticó con
dureza las actividades asociadas a paliar la hambruna de los gazatíes. A través
de un comunicado oficial, que no fue recogido por la prensa hegemónica, el mandatario de
los colombianos señaló “que la manipulación de la ayuda humanitaria en
Gaza, donde el dolor de un pueblo ha sido convertido en instrumento de
control, propaganda y exterminio. Lo que se ha instaurado no es un canal
humanitario, sino una red de humillación. Se niega el acceso libre y seguro a
la ayuda internacional, se impide la entrada de trabajadores humanitarios
con independencia y se expulsa a organismos que, como la UNRWA, han sido
pilares del auxilio a millones de refugiados”.
Que Iván Duque
Márquez pose con orgullo el haberse reunido con un criminal del talante de Netanyahu
realmente no sorprende si revisamos en detalle el carácter pusilánime de este “botones”
de la derecha uribizada que asume el genocidio
en Gaza como “gajes del oficio” o quizás como “errores” como los 6402 asesinados
por el Estado colombiano bajo la administración de Uribe Vélez. Bueno, tampoco sorprende
que el empresario Gabriel Gilinski, de origen judío y uribista hasta los
tuétanos, se sienta orgulloso al estrechar las manos con el genocida
de marras, pues primero están los negocios, luego la humanidad. Bueno, no podemos esperar mucho de quien se mostró orgulloso de haber aprendido a decir "Ajúa". De ese tamaño es su estolidez.
El genocidio en Gaza que ejecuta
en estos momentos Israel contra el pueblo palestino hace parte de lo que aquí
llamo la “sionización”
de las relaciones internacionales, acompañadas del silencio cómplice de varios
países europeos que tácitamente aprueban semejante atrocidad;
a esa andanada deshumanizante se suma la persecución de los migrantes latinos
por parte del fascista de Donald Trump.
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