Por Germán Ayala Osorio
El genocidio en Gaza
que ejecuta en estos momentos Israel contra el pueblo palestino
hace parte de lo que aquí llamo la “sionización” de las relaciones
internacionales, acompañadas del silencio cómplice de varios países europeos que tácitamente aprueban semejante atrocidad; a
esa andanada deshumanizante se suma la persecución de los migrantes latinos por
parte del fascista de Donald Trump.
En ambos casos subsiste una supremacía
étnico-cultural que legitima la limpieza en la franja de Gaza
y las actividades de “caza” de latinos ejecutadas con precisión por las
autoridades migratorias estadounidenses. El desprecio hacia los migrantes africanos
y sudacas en los mismos países europeos que guardan silencio frente a la barbarie
israelí, termina validando la “cacería” que se adelanta en territorio americano,
así como la limpieza étnica en Gaza.
A ese deshumanizante
escenario se suma el provocador ataque estadounidense contra instalaciones
militares iraníes en las que supuestamente el régimen del ayatolá Alí Jamenei
estaría construyendo bombas nucleares. Las armas de destrucción masiva, de
acuerdo con el mensaje entregado a Irán y al mundo solo pueden estar en manos
de los “buenos” y de ese selecto grupo hacen parte Rusia, Estados Unidos, China,
Francia, Reino Unido, India, Pakistán, Israel y Corea del Norte.
La decisión inicial de Israel de
atacar a Irán y la posterior intervención militar de USA se explica por la
sospecha de que ese país musulmán estaría enriqueciendo uranio para la
fabricación de bombas atómicas que lanzaría contra Israel. Bajo esas mismas
aprensiones se atacó y se invadió a Irak en marzo de 2003. Ya veremos si
Estados Unidos le apunta a conformar una alianza militar parecida a la que
derrocó a Sadam Hussein, para sacar del poder al ayatolá Jamenei.
Lo cierto es que ningún Estado
que fabrique armas nucleares puede autoproclamarse como defensor de la
humanidad. Todos constituyen un peligro para el devenir de la humanidad, pero
sobre todo son los mejores ejemplos para explicar aquello de la perversidad del
ser humano y de su “estúpida inteligencia”.
Mientras que los más catastrofistas
hablan de una eventual tercera guerra mundial, los fabricantes, comerciantes de
armas y banqueros convierten el planeta en un “festival bélico” en donde los
últimos gozan alborozados porque el negocio seguirá moviéndose por un largo
periodo. Queda claro que a los Señorones de la Guerra no les conviene que el
mundo llegue a una tercera guerra mundial. Los conflictos regionales para ellos
son excelentes negocios; incluye por supuesto a quienes fabrican armas no
letales usadas en refriegas callejeras como las que han ocurrido en los Ángeles
(California) a raíz de la persecución y limpieza étnica
ordenada por el convicto y presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
De inmediato, los pacifistas y
los llamados a “desescalar el conflicto” aparecen como un bálsamo en medio de
los miedos e incertidumbres generadas por las confrontaciones militares. Pero olvidan
que en el mundo en estos momentos hay cientos de miles de seres humanos gozando
de la guerra. En este punto es preciso recordar a Estanislao Zuleta cuando
habló de la “felicidad de la guerra”.
En su ensayo Sobre la guerra, Zuleta
dijo: “Porque si se quiere evitar al hombre el destino de la guerra hay que
empezar por confesar, serena y severamente la verdad: la guerra es
fiesta. Fiesta de la comunidad al fin unida con el más entrañable de
los vínculos, del individuo al fin disuelto en ella y liberado de su soledad,
de su particularidad y de sus intereses; capaz de darlo todo, hasta su vida.
Fiesta de poderse aprobar sin sombras y sin dudas frente al perverso enemigo,
de creer tontamente tener la razón, y de creer más tontamente aún que podemos
dar testimonio de la verdad con nuestra sangre. Si esto no se tiene en cuenta, la
mayor parte de las guerras parecen extravagantemente irracionales, porque todo el
mundo conoce de antemano la desproporción existente entre el valor de lo que se
persigue y el valor de lo que se está dispuesto a sacrificar”.
Quizás sea tiempo de aceptar que
somos una plaga que fue poblando el planeta hasta convertirlo en un colosal botadero
de basuras de todo tipo y en un infame, pero aplaudido escenario bélico. Los que
en estos momentos oran y oran por la paz en el mundo deberían de leer a Zuleta,
en particular cuando dijo que “para mí una sociedad mejor es una sociedad
capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de contenerlos. De vivir
no a pesar de ellos, sino productiva e inteligentemente en ellos. Que
sólo un pueblo escéptico sobre la fiesta de la guerra, maduro para el
conflicto, es un pueblo maduro para la paz”.
Mientras esa deseada condición de
Zuleta se hace realidad, la “sionización” de las relaciones internacionales y
la “cacería” étnico-cultural desplegada por Trump
contra los migrantes latinos van abriendo el camino para que cualquier líder
político gringo, europeo, asiático o chino el día de mañana declare a
determinado pueblo y a su cultura como “inconvenientes” para la humanidad y se
ordene su exterminio.
LA DEMENCIAL CARRERA ARMAMENTISTA CUESTIONA EL PAPEL EVOLUTIVO DEL HOMO SAPIENS, QUIZAS SOMOS EL VIRUS AUTOANIQUILADOR QUE ANIDA EN LOS COSMO CROMOSOMAS DEL UNIVERSO.
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