martes, 8 de abril de 2025

EL ESPECTADOR CONTRA LA “TROPA” DE INFLUENCIADORES

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Con el reciente artículo de El Espectador, titulado “Tropa” de influenciadores de Petro se mueve con el erario y se agita para la campaña”, el diario bogotano, propiedad del Grupo Santodomingo, reconfirma su entrada a la cofradía de medios masivos que decidieron comportarse como actores políticos decididos a atacar al gobierno Petro, dejando de lado la ética periodística e incluso, sus propios manuales de redacción e incluso, olvidándose por completo de la obligación constitucional de “informar de manera veraz y oportuna, así como actuar bajo criterios de responsabilidad social”.

Varios de los influenciadores le exigieron a El Espectador que rectificara la información publicada con la que el diario capitalino los “boletió” por haber tenido contratos con el Estado, tener alguno en el momento o simplemente por defender la reforma laboral y otras iniciativas gubernamentales. Es decir, por opinar y ejercer el derecho a expresar sus ideas sin cortapisas y riesgos.

En la red X se conocieron algunas de las respuestas que Fidel Cano, director del periódico entregó a los reclamantes que se sintieron perseguidos, perfilados, hostigados, estigmatizados y macartizados por El Espectador.

En una de las respuestas que entregó el diario bogotano a las influencers que aparecieron en la nota periodística es visible que El Espectador efectivamente está ejerciendo el peligroso rol de Estigmatizador Ideológico, conducta muy propia de regímenes totalitarios. Es decir, el histórico periódico sobrepasó los límites de la información y la crítica para actuar como un agente político moralizador y moralizante interesado en descalificar a quienes desde sus lugares de enunciación defienden las ideas del progresismo. Pagos o no por apoyar la causa petrista, lo que está haciendo El Espectador es exponer a los influencers reseñados a sufrir amenazas y ser perseguidos en un eventual cambio de gobierno en el 2026 por defender unas ideas que se vienen practicando dentro de las reglas de la democracia y el orden constitucional. El Espectador, manejado periodísticamente por Fidel Cano, parece que olvidó los altos niveles de crispación ideológica que vive el país desde el 7 de agosto de 2022.

A la activista y doctora en Estadística, Hanwen Zhang, El Espectador respondió de esta manera: “estamos de acuerdo en que los contratos que tuvo con el DANE e ICFES estuvieron vigentes hasta el 2024, tal y como aparece en la publicación. Es cierto y verificable, además, que Usted es una reconocida creadora de contenido cercana al petrismo, que, entre otros aspectos apoyó la reforma laboral, razón por la cual no procede la rectificación”. 

Entre tanto, el jefe del Estado, Gustavo Petro espetó lo siguiente: “esto significa que @elespectador, contrario a su origen, hoy es un revisor de contenidos y al estigmatizar un pensamiento, contradice la constitución en uno de sus derechos fundamentales: el libre pensamiento y expresión. Eso se llama censura. Censurar un pensamiento como el progresismo, no tanto en realidad por un periódico, sino por un poder económico”.

El artículo en mención resulta a todas luces ligero y tendencioso en la medida en que se convierte en un insumo clave para los “odiadores de oficio” de una derecha desesperada por recuperar el poder, pero por, sobre todo, por el uso pedagógico y político que viene haciendo el presidente Petro de los Consejos de ministros. Petro encontró en sus reuniones con sus ministros la manera más efectiva de explicar asuntos sobre los que la prensa tradicional, incluido El Espectador, informan a medias, tergiversan y recrean realidades mentirosas. Huelga recordar que los medios masivos hegemónicos inventaron que habría racionamiento de gas cuando lo que se dio fue un corte programado por mantenimiento, así como insinuaciones de que vendría un apagón eléctrico en el país. La molestia de las empresas mediáticas también se explica por los graves cuestionamientos de Petro en esos consejos de ministros en torno a entuertos y mafias en varios sectores estratégicos del país sobre los que el Estado perdió el control gracias a familias poderosas y a sus afamados “técnicos”.

Insisto en que la actitud editorial del diario bogotano deja ver una ética periodística acomodaticia que no solo debilita su ejemplar historia como medio liberal que en el pasado se enfrentó al criminal Pablo Escobar, sino al poder económico y político de Miguel Michelsen Uribe, condenado por corrupción. Así recuerda el propio diario bogotano ese episodio en el que El Espectador exhibió una incontrastable fortaleza ética: “El diario puso al descubierto irregularidades del emporio económico a través de fondos de inversión y de autopréstamos de los miembros del Grupo con recursos de los ahorradores. El Grupo retiró entonces su pauta del periódico para asfixiar sus finanzas, estrategia que dio lugar al célebre editorial del 4 de abril de 1982 (“La tenaza económica”), en el que Guillermo Cano respondió: “...No vendemos, no hipotecamos, no cedemos nuestra conciencia ni nuestra dignidad a cambio de un puñado de billetes. Eso no está dentro de nuestros presupuestos”.

Me quedo con El Espectador del pasado y rechazo el de hoy porque entró en el peligroso juego de la estigmatización ideológica. Sin duda alguna estamos ante un retroceso enorme: pasó de ser un referente periodístico nacional y un defensor de las ideas liberales, para fungir como un agente Estigmatizador Ideológico al servicio del capital.




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