Por Germán Ayala Osorio
El cruel asesinato de Sara Millerey González Borja, de 32 años, en Bello, Antioquia, es la constatación de que, en Colombia, y en particular en Antioquia, deambula un ethos nazi que busca a toda costa y a través de diversas formas de violencia física y simbólica eliminar las diferencias políticas, ideológicas, religiosas y la libertad sexual. Detrás de los que gritan que viva la Antioquia Federal hay elementos nazis atados a la búsqueda de una soñada “pureza étnica”, o para el caso específico, de la pureza de la “raza antioqueña” de la que solo son dignos representantes los machos cabríos y cachondos, muchos de esos violadores de mujeres.
Estamos ante un ethos nazi en el
que confluyen prácticas culturales asociadas a la visión conservadora de una
parte importante de esa sociedad de la que se desprenden la homofobia y la
transfobia, expresiones de esa animadversión que les produce los que se atreven
a cuestionar los patrones culturales en cabeza del “macho paisa, berraco, borracho, creyente en Dios, camandulero y preñador”.
De lo corrido del año han sido
asesinadas en el país 24 personas de la población LGTBIQ+, de las cuales 13 ocurrieron en Antioquia. La cifra habla por sí sola: algo pasa al
interior de los antioqueños que odian a los diferentes y están dispuestos a asesinarlos
por cuestionar simbólica y físicamente la sentencia religiosa que dice que “Dios
creó al Hombre y a la Mujer. Lo demás, es degenero, cochinada, una aberración o
relaciones excrementales”. No. Lo único excremental aquí es el ethos nazi antioqueño
con el que unas cuantas bestias deciden quién debe morir y quién no. La sevicia
con la que atacaron a Sara es propia de “machitos” que muy seguramente
necesitan de ese tipo de reacciones violentas, bien para tratar de afianzar su
desquiciada y cuestionada masculinidad; o para vengar eventuales episodios de
acoso sexual. En cualquier caso, los victimarios de Sara son unos malditos
criminales, unas bestias despiadadas; unos homúnculos despreciables que en
gavilla menospreciaron la vida de Sara.
Alcanzo a imaginar a los victimarios
de Sara ir a misa cada domingo a persignarse y recibir el “cuerpo” del Señor. Como
también los visualizo celebrando con pólvora y trago su crimen porque probaron “finura”
ante los otros miembros del “club de machos” que andan al acecho de mujeres
trans y otros miembros de la población LGTBIQ+.
Adenda: cifras del colectivo Caribe Afirmativo.
Imagen tomada de El Espectador
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