sábado, 18 de enero de 2025

CRISIS EN EL CATATUMBO: ¿QUÉ HACER?

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Los cruentos enfrentamientos entre miembros del ELN y una de las tantas disidencias de las Farc en el Catatumbo sirven para constatar que la naturaleza política del conflicto armado interno se transformó: de aquel escenario en donde se dieron luchas y discusiones ideológicas y políticas alrededor del Estado y el modelo económico ya no queda absolutamente nada.

A lo que asiste el país es a ver por televisión que unos y otros se buscan, puerta a puerta, para asesinarse como vulgares matones. Lo único que les quedó de su pasado subversivo es el discurso de algunos de sus más viejos y táparos comandantes como Antonio García y Pablo Beltrán del ELN, su retórica barata, los brazaletes y los fusiles. Lo demás es el desespero con el que actúan por el control de las economías ilegales que convirtieron la zona del Catatumbo en un infernal polvorín. ¿Qué hacer es la pregunta recurrente que se hacen analistas, políticos, periodistas y líderes comunitarios?  Mientras aquellos buscan respuestas al interrogante, la Oposición celebra y grita alborozada que la Paz Total de Petro fracasó porque saben que en la campaña electoral de 2026 van a ofrecer bala, bala y bala, es decir, van a ofrecer el regreso de la temida seguridad democrática.

Si bien la suspensión de los diálogos con el ELN ordenada por el presidente Petro es una medida políticamente correcta, sigue siendo tímida frente al evidente desinterés de la dirigencia de esa “guerrilla” de avanzar en una negociación política cuyo objetivo final sea la desmovilización de esa estructura criminal. Se entiende y se aplaude la insistencia del jefe del Estado por mantener las conversaciones de paz en beneficio de las comunidades que en varios territorios sufren confinamientos y la violencia simbólica y física ejercida por los elenos, pero ya va siendo hora de revisar si la instalación de una mesa de diálogo nacional es la estrategia adecuada para enfrentar los desafíos que plantean la notable despolitización del ELN y su consecuente transformación en una estructura narco militar. Es más: ¿Valdrá la pena seguir dialogando cuando no les sirven curules en el Congreso y mucho menos están dispuestos a entregar las armas?

En cada territorio las dinámicas políticas, sociales, ambientales y económicas son diferentes así compartan la presencia de elenos y disidencias disputándose el control de las economías ilegales. Quizás, entonces, sea el momento de diseñar una estrategia para el Catatumbo consistente en reordenar el territorio en función de los intereses del Estado. De esa manera se le debilitaría el discurso comunitario y popular que suelen enarbolar esos neo mafiosos de camuflado para darle algún sentido político a su lucha por el control de las economías ilegales.

En estos momentos de crisis humanitaria y de desplazamiento masivo de habitantes de las zonas en las que se enfrentan elenos y disidencias hay que pensar en soluciones “novedosas”. Refundar veredas, corregimientos y pueblos puede servir para que el Estado construya nuevas relaciones con la población civil, al tiempo que ataca con artillería pesada a esas estructuras armadas narcotizadas. Hay que llevarlos hacia zonas despobladas para ver si aún recuerdan cómo se combate bajo las condiciones de una guerra irregular.

La presencia en el tiempo de esos “ejércitos del pueblo” obedece en gran medida a que los procesos civilizatorios echados a andar en territorios como el Catatumbo jamás el Estado tuvo total control. Esa circunstancia contextual facilitó la llegada y la naturalización de formas de poder paraestatal a las que cientos de miles de ciudadanos les rendieron y rinden aún pleitesía.

De allí que las mesas regionales de paz podrían funcionar para pacificar territorios, quitándole así el carácter nacional que imaginan que tienen los del ELN. Dos objetivos deben justificar las conversaciones locales: el primero, ceses bilaterales al fuego y el segundo, iniciar los procesos de refundación de las relaciones Estado-comunidad, bien sea a través de procesos de reubicación de pueblos y metiéndole la mano a las maneras como se conciben la construcción de civilidad en regiones en las que los referentes a seguir están representados por bandidos de cuello blanco y armados.

Ya quedó claro que el ELN no firmará ningún armisticio con el Estado colombiano. No es equivocado insistir en pacificar el país por las buenas. Quizás el error original que cometió Petro fue pensar que, por su pasado en el M-19, los elenos lo verían como un camarada que logró vencer a la República oligárquica. García y Beltrán son dos fósiles que deambulan por una realidad paralela en la que ondean triunfantes la hoz y el martillo.




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