Por Germán Ayala
Osorio
El gobierno de Gustavo Petro anuncia que en pocos días se
retomarán las conversaciones de paz con el ELN, suspendidas durante la
administración de Iván Duque Márquez. La reinstalación de la mesa se da en el
marco de la búsqueda quimérica de la “Paz Total” y deberá entenderse como la
última oportunidad para la agrupación guerrillera, cuyos comandantes,
concentrados en el Comando Central (Coce), se caracterizan por asumir férreas
posturas políticas que terminan entorpeciendo la posibilidad de poner fin al
conflicto armado que sostienen con el Estado desde hace más de 50 años.
En particular, el comandante Antonio García figura como uno
de los más difíciles negociadores. Recientemente, en su cuenta de twitter dijo
lo siguiente: “El ELN hemos señalado
varios temas críticos que no
compartimos y los hemos interrogado: 1) La "paz total", 2)
el Cese el fuego multilateral", 3) sigue el mismo esquema de desmovilización
y todo siga lo mismo, 4) la participación de la sociedad no puede ser en
"modo exprés". Los cambios que aporten a la justicia social y a
democratizar el país, son el camino hacia la paz. Jamás al revés. Todos
estos interrogantes siguen en las mentes de los elenos”.
La dirigencia del ELN exhibe un discurso maximalista en torno
a la paz, que implica encontrar soluciones inmediatas a estructurales e
históricos problemas como la pobreza y el cerramiento democrático. En la
metodología planteada dentro de la negociación adelantada con el gobierno de
Juan Manuel Santos, la condición de
mediador del ELN estaba al servicio de encontrar soluciones inmediatas a los
problemas que llevaran a la mesa los representantes de la sociedad civil.
Insisto en que los del ELN parecen ubicarse en un plano moral
superior que hace compleja cualquier intento de negociación. En lugar de pensar
en la posibilidad de aportar a la democratización del país y la anhelada
justicia social haciendo parte del Estado, a los elenos les parece más lógico
insistir en la guerra, que reinsertarse y luchar dentro de la
institucionalidad. La llegada al poder político del compañero de aventura
revolucionaria, Gustavo Petro, bien debería de animarlos a abandonar las armas
y construir el país que sueñan desde la legalidad. Quizás en lo expuesto por
Antonio García esté el mayor obstáculo a vencer en este nuevo intento de
ponerle fin al conflicto armado.
Mientras se afinan los detalles para la reinstalación de la
mesa, hay que destacar la participación de José Félix Lafaurie como miembro
negociador. El ganadero y latifundista llega en nombre de Fedegan, uno de los
agentes de la sociedad civil comprometido con las dinámicas del conflicto
armado interno. De acuerdo con el exgobernador de Córdoba, Benito Osorio,
Lafaurie apoyó a grupos paramilitares. Estos señalamientos, sin embargo, no
impidieron al presidente Petro invitarlo a hacer parte de la nueva mesa de
diálogo. Esperemos que para los comandantes del Coce no sea una razón para
detener el reinicio de las conversaciones de paz. La participación en los
diálogos de paz del líder gremial y esposo de la congresista de derecha, María
Fernanda Cabal tiene un especial significado político por cuanto expresa la
apertura política e ideológica del presidente Gustavo Petro, en el entendido de
que la paz total se construye con todos los actores que participan de manera
directa o indirecta del conflicto armado.
Veremos en qué queda este nuevo intento de consolidar la paz
en Colombia. Por lo menos, el gobierno de Petro no desprecia al ELN como actor
armado, como sí lo hizo el entonces presidente Santos, al minimizar los
alcances de esta agrupación guerrillera, al comparar su estructura armada con
la que exhibían las Farc-Ep, al momento de la firma del fin del conflicto que
se produjo en La Habana (Cuba).
Si se fracasa por culpa de la postura maximalista de los elenos,
el país deberá entender que la dirigencia del ELN se quedó anclada en la aventura revolucionaria de los años 60, lo
que los convierte en una guerrilla anacrónica e incapaz de leer en perspectiva
de cambio, lo que significa que hoy un exguerrillero esté sentado en la Casa de
Nariño, tomando decisiones dirigidas, justamente, a garantizar la justicia
social y ampliar la democracia.
Imagen de Fundación Ideas para la Paz
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