viernes, 21 de febrero de 2025

EL ELN, UN AGENTE MÁS DEL ESTABLECIMIENTO COLOMBIANO


Por Germán Ayala Osorio

 

Con los atentados terroristas ocurridos recientemente en norte de Santander sectores divergentes de la opinión aseguran que hay una connivencia o por lo menos una curiosa coincidencia entre la ocurrencia de esos execrables actos prepolíticos y el discurso de la seguridad democrática que desde el uribismo se agita antes y después de las arremetidas dinamiteras del ELN o de otros grupos ilegales. Lo que sugieren quienes hacen parte de esa bifurcación de la opinión pública es que “Uribe y el ELN trabajan juntos para que los segundos generen miedo en la población civil y el primero venda su seguridad democrática”.

Cierto o no, ese ya viejo señalamiento popular me hace pensar en la posibilidad de que al interior del Establecimiento colombiano hay actores interesados en construir la narrativa que indica que el “país va mal, que Petro les entregó el país a las guerrillas”. Con esa realidad social y política consolidada, la derecha vuelve a ofrecer la seguridad democrática, lo que supone proscribir el cambio de doctrina militar propuesto por Petro, para devolver al país a los tiempos de los generales troperos y chafarotes, amigos de violar los DDHH y vender la falsa sensación de estar ganando la guerra.  El ELN es el actor armado y político ideal para específicos agentes de poder del Establecimiento interesados en vender seguridad y beneficiarse del negocio de la guerra y de las economías ilegales que sabe muy bien administrar esa “guerrilla”. La presencia de Uribe al otro día de los atentados ocurridos en norte de Santander es la expresión clara de los “buenos servicios electorales y políticos” que el ELN le presta a la ultraderecha.

El Establecimiento colombiano es una maraña de intereses y actores de poder, legales e ilegales que no necesariamente están articulados y mucho menos operan de manera cohesionada, aunque en la ocurrencia de particulares hechos de violencia política pareciera que hubiese un trabajo coordinado. Su funcionamiento deviene atado a las formas regladas histórica y culturalmente permeadas por el ethos mafioso y las prácticas criminales asociadas que hacen inquebrantables a los actores de poder, privados y públicos, que confluyen en esa mentada categoría política, para muchos fantasmal y para otros tantos invisible, pero no por ello inexistente.

Cuando el presidente Petro dijo “que eran gobierno pero que no tenían el poder”, ese reconocimiento apuntaba hacia agentes de poder legal, más no legítimos, dispuestos a torpedear las reformas sociales propuestas en campaña. Con el banquero Sarmiento Angulo hay una tensión con la Casa de Nariño por cuenta de las decisiones de política económica y en particular con la reforma pensional asumidas por el magnate como lesivas para sus intereses financieros. Acostumbrado a poner presidentes de la República para “manosearlos” e indicarles qué hacer en materia económica, el viejo Sarmiento Angulo atinó a responderle en campaña a Petro que “Primero que todo, se respetan los derechos adquiridos. Aquí no se viene con el cuentico de que vamos a cambiar todo esto y vamos a expropiar a todo el mundo, no señor”.

Otros actores que representan muy bien al viejo Establecimiento colombiano son los partidos políticos Liberal y Conservador, colectividades que a pesar de sus crisis programáticas siguen siendo los instrumentos para que banqueros, conglomerados económicos, agentes de la vieja oligarquía bogotana, incluidos expresidentes y políticos con poder clientelar y contactos con mafias burocráticas incrustadas en el Estado se opongan a que el país transite hacia estadios de modernidad, lo que supone la construcción de una sociedad más leída y si se quiere más culta, el afianzamiento de la democracia, superando su condición formal y sus propias restricciones, pero sobre todo, la recuperación del Estado para que, como forma de dominación, asegure el bienestar colectivo y se consolide como el símbolo sobre el cual sea posible construir una nación de la que todos nos sintamos incluidos, reconocidos y orgullosos.

Las empresas mediáticas tradicionales que hoy hacen un periodismo bancarizado son otros agentes del Establecimiento colombiano. Los medios y sus periodistas vedettes juegan un doble papel: de un lado, informan sobre asuntos inmorales ancorados a la sempiterna corrupción. De esa manera le hacen pensar a las audiencias que su papel moralizante está desligado de cualquier presión ejercida por sus propietarios y por lo tanto, alejados del Establecimiento. Del otro lado, esa misma prensa hegemónica actúa como una especie polisombra que no deja ver los entramados legales e ilegales que de forma natural brotan de la operación de un Establecimiento mafioso y criminal. El zar del contrabando, Diego Marín Buitrago es el ejemplo más claro de cómo agentes legales e ilegales terminan trabajando unidos no solo para enriquecerse sino para mantener las condiciones institucionales, políticas, sociales y económicas que confirman a Colombia como un país mafioso, corrupto y violento, fruto de las inercias que genera el propio Establecimiento.

 

 


uribe llega a cucuta despues del atentado del ELN - Búsqueda Imágenes

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