jueves, 20 de febrero de 2025

IMPLOSIÓN CONTROLADA EN LA ALIANZA VERDE

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La escisión del partido Alianza Verde, solicitada por seis congresistas, tiene un tufillo moralizante y electoral que tiene nombre propio: Claudia López Hernández, segura candidata presidencial que insistirá en presentarse como una política de Centro, cuando realmente ella milita en la derecha. Eso sí, no le disgustó en el pasado que la asociaran con la izquierda democrática. Ahora, de cara a las elecciones de 2026, sabrá tomar distancia del “petrismo” para acercarse al uribismo y a otras fuerzas afectas al viejo establecimiento colombiano.

La solicitud disidente liderada por Catherine Juvinao, Angélica Lozano y Katherine Miranda y acolitada por dos representantes a la Cámara de Risaralda y uno de Santander confirma que esa colectividad jamás operó bajo criterios de unidad programática y menos aún sirvió de plataforma para acoger el pensamiento ambiental en estos tiempos de pluricrisis por el cambio climático. El apellido Verde apenas si fue un accidente, una simple ocurrencia. Fue, como todos los partidos y movimientos políticos, una especie de bolsa de empleo clientelista fruto de las transacciones con sucesivos gobiernos, incluido el actual.

Así las cosas, la implosión controlada de la Alianza Verde es la jugada electoral, ideológica y política de Claudia López Hernández, ladina candidata presidencial que se venderá como independiente, proba, de centro y mujer capaz de acabar con la corrupción público-privada. Eso sí, su regular o mala gestión como alcaldesa de Bogotá podría truncar su aspiración presidencial. De manera pragmática apelan  a la memoria de Antanas Mockus, personaje político sobrevalorado por quienes consolidaron la idea de que se trató de un político diferente, un outsider y un demócrata en el sentido más amplio del término.

Por esa colectividad pasaron personajes tan diferentes como Enrique Peñalosa y el hoy presidente Petro. El primero, un vendedor de buses y responsable del Metro chambón que tendrá Bogotá, así como de sueños de gentrificación insostenible sobre la sabana de Bogotá. Además, Peñañlosa es un reconocido enemigo natural de la Reserva Van der Hammen; y el segundo, un abanderado de la causa ambiental en los tiempos del cambio climático y la crisis civilizatoria de la que habla Enrique Leff.

La presencia de esos dos disímiles perfiles sirve para constatar que al interior de esa colectividad jamás tramitaron las diferencias ideológicas y que más bien optaron por mantener las formas y las maneras antes de darse la pela de definir una doctrina política coherente y sobre todo capaz de responder a los desafíos de estos nuevos tiempos de la Modernidad tardía. Al igual que los demás partidos, la Alianza Verde no pudo madurar el funcionamiento de un centro de pensamiento que diera cuenta del confuso ideario de una colectividad “pegada con babas”. Muy seguramente nacerá, con o sin la autorización de la dirección del partido, una empresa electoral a la medida de Claudia López Hernández, una política que de acuerdo como se presenten las circunstancias y la coyuntura electoral en el 2026, podría incluso aliarse con el uribismo si de lo que se trata es de derrotar a quien se presente a nombre del progresismo.



Alianza Verde enfrenta ruptura: congresistas renuncian al partido

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