domingo, 17 de noviembre de 2024

OCHO AÑOS DE LA FIRMA DEL TRATADO DE PAZ DE LA HABANA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Se cumplen 8 años de la firma del Acuerdo Final de Paz de La Habana, en su versión postplebiscito. Más allá de los problemas que afronta el proceso de implementación y la reincorporación a la vida social, económica y política de buena parte de los exguerrilleros que hicieron dejación de las armas, el asesinato de más de 400 firmantes de paz y la aparición de las disidencias farianas, esa firma deja múltiples enseñanzas y retos para la sociedad y el propio Estado. Estas pueden ser vistas desde las formas discursivas y persuasivas que rodearon el proceso de paz y las que circularon en las redes sociales y los medios masivos. Aludiré en esta columna al ethos, pathos y logos para describir las disputas retóricas que se dieron entre los amigos de la paz y aquellos que asumieron la firma del acuerdo y la noción de paz derivada como un agravio imperdonable.  

El factor ético fue un elemento clave para la aceptación social de lo acordado entre el Estado y las entonces Farc-Ep, en la medida en que apoyar las negociaciones, apagar la máquina de producir más víctimas por cuenta de los enfrentamientos entre esa guerrilla y la fuerza pública y aceptar, así fuera a regañadientes el modelo de justicia restaurativa, fue dándole visibilidad al rostro de un ethos que la sociedad colombiana apenas estaba experimentando bajo las condiciones que poco a poco iban imponiendo las nuevas formas de asumir la civilidad y los conflictos.

Las actividades académicas desplegadas en varias universidades privadas y públicas encaminadas a hacer pedagogía de cada uno de los puntos acordados bajo la premisa “nada está acordado, hasta que todo esté acordado”, dieron vida a procesos sociales de sensibilización que permitieron el florecimiento de sentimientos (pathos) con los que fue posible que una parte importante de la sociedad se abriera al perdón individual y colectivo, en particular los sectores societales víctimas de las acciones criminales de las Farc-Ep.

Pero así como la firma del acuerdo de paz en su versión final liberó un ethos y un pathos cercanos a la defensa de la vida, lo firmado en el teatro Colón de Bogotá también dejó salir un ethos y un pathos atados a la muerte y a la exaltación de la justicia vindicativa. Los grupos sociales que se identificaron con la venganza y la necesidad aparente de mantener encendida la máquina de producir víctimas tuvieron en el plebiscito por la paz la oportunidad de hacer un uso perverso de la información que terminó tergiversando el sentido del tratado de paz y por esa vía legitimando votar por el No. El triunfo, aunque pírrico del No, logró su cometido: desplazar el logos por la fuerza de la sinrazón, del odio y la de la inquina de unos agentes sociales, políticos y económicos que dejaron ver sus simpatías por la guerra.

La firma del acuerdo de paz con el que se puso final al conflicto armado entre el Estado y las entonces Farc-Ep sirvió para poner a prueba la credibilidad de los actores que se sentaron a negociar las condiciones de una paz imperfecta, pero también la de los propios medios de comunicación, pues varios de ellos se prestaron para validar las mentiras de quienes diseñaron la campaña por el No. De igual manera, el apretón de manos entre el presidente Santos y Rodrigo Londoño, alias Timochenko fue un gesto que desató las más disímiles emociones dentro de una sociedad que arrastra una historia de conflictos no resueltos que terminaron agitando los ánimos hasta convertir la firma de la paz en motivo de una confrontación que ocho años después, no termina. Las lógicas de la paz y de la guerra se enfrentaron durante la jornada electoral del plebiscito y persisten hoy día porque devienen contaminadas por las pasiones políticas alimentadas estas por nociones de autoridad sobre las que recaen toda suerte de desconfianzas.

Adenda: la firma del tratado de paz entre el Estado y las Farc-Ep es un hecho político que terminó por deslegitimar la lucha armada que aún mantiene el ELN. La insistencia de los elenos en la guerra los hace ver anacrónicos e incongruentes.



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