martes, 19 de diciembre de 2023

PELÍCULA MATARIFE Y EL CENTRO NACIONAL DE MEMORIA HISTÓRICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

La polémica que armaron periodistas de La W radio en torno a la exposición privada de la película Matarife, con el apoyo del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) permite mirar elementos propios del proceso de construcción de la memoria en un país “desmemoriado” y que poco lee y el papel de la entidad estatal.

El CNMH tiene el objetivo fundante de construir una narrativa oficial que dé cuenta de la complejidad de las violencias políticas y sociales desatadas en el marco de lo que se conoce como el conflicto armado interno. Una de esas formas de violencias (físicas y culturales) las ejercieron los paramilitares y quienes apoyaron su creación y patrocinaron su operación militar.

El trabajo del CNMH de entregarle al país una narrativa fundada en un ejercicio interpretativo y valorativo (académico) de hechos violentos que la misma prensa registró en años de cubrimiento del accionar militar de paras, ejército y guerrillas, no puede dejar por fuera el trabajo periodístico, histórico y criminológico que Daniel Mendoza Leal hizo con la serie Matarife, en la que presenta al expresidente Álvaro Uribe Vélez como el operador de un “aparato criminal” que el documentalista amarró conceptualmente al vocablo “aparatos organizados de poder” y a la conducta que se deriva de quienes hacen operar organizaciones criminales al interior del Estado, conocida como la “autoría mediata”, que hace parte de la producción académica de Claus Roxin. El jurista dice que “la autoría mediata se basa en la tesis de que, en una organización delictiva, los que están detrás de ella y que ordenan la comisión de delitos, teniendo un poder autónomo de dar órdenes, también podrían ser hechos responsables como autores mediatos aun cuando los ejecutores directos puedan ser penados igualmente como autores plenamente responsables. En el lenguaje coloquial alemán se designa a estos maquinadores como «autores de escritorio». Mi idea consistía en volcar este concepto cotidiano en una categoría precisa de la dogmática jurídica” (p.52).

De esta forma, que el CNMH legitime la película Matarife que recoge el grueso de las interpretaciones que Mendoza Leal hace sobre la responsabilidad penal y política de Uribe, también llamado por el documentalista como “el señor masacre”, obedece a una decisión que está acorde con su trabajo interpretativo  de las múltiples violencias acaecidas en el país, muchas de estas responsabilidad de agentes estatales que, por acción u omisión, permitieron la comisión de masacres, asesinatos selectivos y desplazamientos forzados de millones de campesinos.

La polémica que armaron en La W está ancorada a dos hechos políticos: el primero, a la inquina que les produce todo lo que haga y deje hacer el gobierno de Petro; y la segunda, a la decisión editorial, compartida con otros medios, de defender a dentelladas a Uribe Vélez y su seguridad democrática.

La sociedad necesita elementos de juicio para comprender, desde la complejidad, las dinámicas del conflicto armado interno. Y para ello se necesita de ejercicios pedagógicos y de interpretación histórica y criminológica como los que viene haciendo Mendoza Leal con la serie Matarife. Tanto la serie, como la película Matarife facilitan la comprensión rápida de unas realidades violentas que, miradas desde la teoría de Roxin y las de otros teóricos y categorías como la “Banalidad del Mal”, de Hannah Arendt, no le permitirían al grueso de colombianos sacar conclusiones, justamente, por el pobre capital cultural de mis connacionales dado sus bajos índices de lectura y comprensión lectora.

Lo que se debería de hacer es pasar la película Matarife en todas las salas de cine y dejar que sean los espectadores y las audiencias las que califiquen su producción y las interpretaciones de Mendoza Leal. Además, proponer talleres para analizar lo dicho y acercar la teoría de Roxin a todas las clases sociales, porque hay un hecho social y político claro: Uribe Vélez le hizo mucho daño al país entre 2002 y 2010.



Imagen tomada de la red X. 

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