Por Germán Ayala Osorio
La posibilidad de que Germán Vargas
Lleras y Álvaro Uribe Vélez unan esfuerzos para que la derecha recupere la
Casa de Nariño en el 2026 da cuenta de las enormes preocupaciones que ese
sector social y político tiene frente a la posibilidad de que el petrismo logre
mantener el control de la casa de Gobierno. Ya el líder natural había enviado
un mensaje a Uribe y a otros agentes del viejo establecimiento: “debemos llegar
unidos”,
espetó en ese momento el poco carismático
y eterno candidato presidencial. En el pasado, Uribe había despreciado
al hijo de la vieja oligarquía bogotana.
La prensa hegemónica dio cuenta
de ese acercamiento entre los dos políticos, enfrentados en el pasado reciente
por mutuos señalamientos de tener relaciones con grupos paramilitares. “Expresidente
Uribe no descarta una posible alianza con Vargas Lleras para las elecciones en
2026” es uno de los titulares con el que la prensa derechizada registró
las intenciones de Uribe y Vargas
Lleras de llegar juntos a las elecciones para Congreso y presidenciales.
El pragmatismo en la derecha se
asume como una “virtud” pues logran de esa forma superar “diferencias”. Eso sí,
no se trata de diferencias conceptuales en materia de filosofía política. No. Al
interior de la derecha suelen aparecer inconformidades en las maneras en las
que el poder o la “torta” burocrática se reparte entre los jefes de los
partidos que triunfaron en coalición. Esas discusiones conceptuales bizantinas son
comunes entre la izquierda y el progresismo.
Ese pragmatismo que nuevamente
dejan ver Uribe
y Vargas
Lleras sirve para darle vida a una frase cotidiano dentro de la política
colombiana: “la política es dinámica”. Dicha sentencia es de uso común en políticos,
politicastros y periodistas con la que ocultan lo que realmente sucede cuando
se apela a esta para dar cuenta de una coyuntura o “jugadas”
político-electorales. La política menuda y las prácticas asociadas a hacerse
con el poder mantiene constantes los “valores y principios” sobre todo cuando
ya hay un ethos malicioso naturalizado.
Para el caso colombiano, el ethos mafioso ya está tan entronizado en la sociedad y por supuesto entre la clase política y empresarial, que sus “valores y principios” los extienden en el tiempo los politicastros para transar y negociar todas las formas posibles de capturar el Estado para el beneficio privado de unas cuantas familias.
Falta poco para las elecciones
presidenciales y la derecha no oculta sus preocupaciones porque no tienen un
candidato presidencial fuerte y carismático capaz de recoger las banderas del
uribismo, sector de poder que ya sufrió derrota en el 2022; y mucho menos
esconde la pretensión de volver a conquistar la Casa de Nariño (de Nari) y así
“recuperar
el rumbo” que no es otra cosa que poner el Estado al servicio de la clase
política tradicional, o en términos petristas, de la oligarquía. Lo anterior
significa echar para atrás aquellas medidas, decisiones y acciones de políticas
económica y diplomáticas adelantadas por el gobierno Petro que afectaron las
correlaciones de fuerza, los intereses, apuestas y los viejos compromisos
burocráticos.
El manejo que el actual gobierno
le viene dando a la Sociedad de Activos Especiales (SAE) afecta los intereses y
el mantenimiento de lealtades al interior del uribismo, situación que
difícilmente podrán remediar, lo que no impide que lo vayan a intentar si
vuelven al poder en el 2026. Si al final logran hacerse con la Casa de Nari, en
adelante todos los bienes incautados a las mafias se usarán como en el pasado:
para pagar favores políticos a su más cercanos financiadores y amigos. El
desalojo del hacker responsable de manejar las bodegas uribistas, Carlos
Escobar Marín del pent-house 1002 del Edificio Praderas (El Poblado, Medellín) es
un buen ejemplo para entender la frase “vamos a recuperar a Colombia”.
Y de la mano del clan Vargas Lleras
y Cambio Radical, su empresa electoral, la derecha buscará echar para atrás las
medidas de control financiero que el gobierno Petro aplicó sobre las EPS y los
cambios que decretó en el manejo de un sistema de salud permeado por el ethos
mafioso que los colombianos entronizaron. Está claro que a millones de
colombianos les importa muy poco que Uribe esté acusado de graves delitos y que
junto a Vargas Lleras sean los líderes de los partidos con más congresistas
investigados, procesados y condenados por actos de corrupción.
vargas lleras dice que Uribe es paramilitar - Búsqueda Imágenes
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