Por Germán Ayala
Osorio
Por estos días, el inefable Germán Vargas Lleras, propietario
de la empresa electoral, Cambio Radical, anda desesperado buscando aliados para
consolidar una oposición política que trate de erosionar la legitimidad del
gobierno de Gustavo Petro. Es tal el nivel de exasperación de este hijo de la
rancia élite bogotana, que públicamente criticó al expresidente y ex
presidiario, Álvaro Uribe Vélez, por su silencio frente a la administración de
Petro.
En su queja, Vargas Lleras señaló que se “está sintiendo solo”.
Este ladino delfín representa con enorme claridad la forma tradicional en la
que opera la derecha, orilla ideológica en la que está instalado de tiempo
atrás este momio. Si por algo se distingue la derecha colombiana es por el
pragmatismo a la hora de juntar esfuerzos, lo que lleva a sus más connotados
líderes y miembros a transar, incluso, si ello implica dejar de lado viejas
rencillas, graves señalamientos entre sus militantes y por supuesto, las
sanciones penales y sociales por crímenes o actos de corrupción cometidos. Las
discusiones conceptuales no los enredan. Eso es propio de la izquierda
colombiana, menos pragmática a la hora de establecer alianzas políticas y
definir, filosóficamente, el norte de un gobierno o de un plan de desarrollo.
Baste con recordar el agrio enfrentamiento entre Uribe y
Vargas Lleras por mutuos señalamientos de tener vínculos con grupos
paramilitares, para entender el inmoral pragmatismo de la derecha colombiana a
la hora de hacer componendas o de buscar, como es este caso, urdir acciones
políticas y pre políticas conducentes a
afectar la gobernabilidad del gobierno de Petro.
Vargas Lleras recrimina al ex convicto y expresidente porque
durante la administración de Santos, Uribe lo atacó de manera implacable. El
país vio por esos días al exmandatario antioqueño declararse en rebeldía y en resistencia
ante el acuerdo de paz logrado en La Habana entre el Estado y las entonces
Farc-Ep.
En su gemido, Vargas Lleras olvida varios detalles: el
primero, la pérdida de credibilidad que acosa a Uribe Vélez, fruto del proceso
penal que se lleva en su contra por fraude procesal y manipulación de testigos.
Por esos graves delitos la Sala de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia
lo privó de su libertad y el INPEC lo reseñó en su momento como convicto con el
número 1087985. El segundo, y quizás el más importante, es que Uribe Vélez se
reunió tres veces con el presidente Gustavo Petro. Quizás en esos encuentros el ex
presidiario y el presidente de la República acordaron que el exmandatario no
haría una férrea oposición, sin que ello impidiera a sus esbirros atacar, a
discreción, al jefe del Estado.
A la inexorable soledad a la que está condenado Vargas Lleras
hay que sumarle la rabia que lo debe embargar al saber que su sueño infantil de
ser presidente de la República se desvaneció por completo. Su mal carácter,
racismo y clasismo, así como la historia de corrupción que persigue a su micro
empresa electoral le fueron restando fuerza electoral. En su desespero, anda
por estos días por el departamento de Antioquia impulsando acciones gremiales
en contra de la reforma laboral. Incluso, acepta que empresarios de esa región
del país tendrían un plan B si dichas modificaciones laborales pasan en el
Congreso: echar gente de manera masiva.
No es así como se construye país, señor Vargas Lleras. Su
clasismo y carácter feudatario le
impiden ver la pauperización laboral de millones de trabajadores que el
neoliberalismo, liderado por su amigo Álvaro Uribe Vélez, logró en 23 años.
Le haría un bien al país retirándose de la vida política,
señor Vargas Lleras. Ahora que se está sintiendo solo, tome la decisión y
retírese lentamente. El país no lo necesita. El caballista de El Ubérrimo, el
Gran Patán, ya lo despreció.
Imagen tomada de La FM
No hay comentarios:
Publicar un comentario