Por Germán Ayala
Osorio
Por segunda vez una jueza le niega a la Fiscalía General de
la Nación la inmoral solicitud de preclusión del proceso que se lleva en contra
del expresidente y ex presidiario, Álvaro Uribe Vélez. Le corresponderá ahora
al Tribunal Superior de Bogotá determinar si lo actuado por la jueza 41, Laura
Barrera, que recién negó la impúdica deferencia del ente investigador con el
señor Uribe Vélez, se ajustó a las normas o si por el contrario, acoge la
solicitud de la Fiscalía. Si el Tribunal Superior respalda lo actuado por la
jueza, la Fiscalía podría elevar la tercera solicitud de preclusión con el
firme propósito de dilatar el proceso y por esa vía burlarse de las víctimas de
Uribe Vélez. El objetivo es claro: evitar llevar a juicio al político
colombiano (y expresidente) más investigado y señalado de la comisión de
delitos graves y atroces.
Lo curioso de todo este enrevesado proceso judicial es el
silencio que guardan los magistrados de la Corte Suprema de Justicia ante las
obscenas solicitudes de preclusión de la Fiscalía. Las juezas 28 y 41, con
total determinación, defendieron lo actuado por los magistrados de la Sala de
Instrucción, operadores judiciales que investigaron a Uribe mientras fue
congresista y le imputaron los cargos de soborno de testigos y fraude procesal.
Los colegios de abogados se suman también a ese mutismo de los magistrados, lo
que sin duda minimiza la gravedad de lo actuado hasta el momento por el ente
acusador e investigador.
La defensa que viene haciendo la Fiscalía de Uribe Vélez es a
todas luces inmoral porque no se está defendiendo la dignidad presidencial que
representó en su calidad de jefe del Estado y la que debería de cuidar en su
calidad de expresidente; por el contrario y de manera caprichosa, lo que se
está haciendo es deslegitimar a la Sala de Instrucción y por esa vía, restarle
honorabilidad a la Corte Suprema de Justicia. Con esas dos solicitudes de
preclusión, lo que está haciendo el fiscal Francisco Barbosa es erosionar la
legitimidad del alto tribunal de justicia. No se trata entonces de un
enfrentamiento entre doctrinas jurídicas contrarias. No. Por el contrario, todo
se reduce a un desafío ideológico, ético-político y moral que desde la Fiscalía
se le hace a la Corte Suprema de Justicia y a la sociedad que jamás comulgó con
las andanzas del hoy imputado y sub judice ciudadano y expresidente.
A Uribe Vélez poco o nada le importa aquello de la dignidad
presidencial porque jamás se sintió cómodo al estar cobijado por esa inmerecida
condición honorífica que millones de colombianos le entregaron al elegirlo como
presidente de la República en 2002 y reelegirlo en 2006. Y es así, porque lo de
él se reducía al deseo de mandar y gobernar a sus anchas, incluso, irrespetando
a los magistrados de la CSJ. El país sabe que desde la presidencia se ordenó
chuzar a los magistrados, usando al antiguo DAS como la policía política al
servicio de Uribe Vélez. Los millones de colombianos que votaron por Uribe en el 2002 buscaban a un
Papá-Mesías que les resolviera con determinación y violencia lo que en ese
momento consideraban que era el único problema del país: las guerrillas. Algunos,
al darse cuenta de los falsos positivos, cayeron en cuenta del grave error que
cometieron al votar por el político antioqueño.
Salvar a Uribe de un juicio y de una posible condena por los
delitos de fraude procesal y soborno a testigos responde al objetivo de frenar
la inexorable pérdida del teflón con el que medios masivos y agentes económicos
de la sociedad civil ocultaron el verdadero rosto del exmandatario. Convertida
la Fiscalía en el bunker de la derecha y la ultraderecha, lo que pretende el
fiscal Barbosa y sus fichas al interior de esa entidad es salvarle el pellejo
al pastor que guía moralmente a políticos y a cientos de miles de colombianos
que necesitan ser guiados como menores de edad; unos y otros comparten valores
como el Todo Vale y una sinuosa idea de lo que es la Patria. Desde los sótanos
de ese bunker se escucha, con eco incluido, un tenebroso grito de ¡Ajúa!
Imagen tomada de El Tiempo
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