Por Germán Ayala Osorio
De manera casi simultánea se
dieron dos hechos mediáticamente relevantes en el país: el primero, la confirmación
de la condena contra Edmundo del Castillo y César Mauricio Velásquez, exfuncionarios
del gobierno de Álvaro Uribe Vélez; y el segundo, la invitación que el
exvicepresidente Germán Vargas Lleras le hizo a toda la derecha, incluido por
supuesto el uribismo, de llegar unidos en una sola candidatura a las
elecciones de 2026 para recuperar la Casa de Nariño, lo único que realmente
les interesa.
Las condenas contra los alfiles
del hoy expresidente y expresidiario confirman que la impudicia acompañó al
gobierno de Uribe Vélez a juzgar por los más de 15 exfuncionarios condenados,
procesados o salpicados por hechos de corrupción, paramilitarismo y las
interceptaciones ilegales contra los magistrados de la entonces Corte Suprema
de Justicia por las que finalmente fueron condenados Velásquez y del Catillo.
Entre tanto, la invitación de
Vargas Lleras a los demás precandidatos y a los sectores organizados de la
sociedad civil confirma que la derecha siempre actúa de manera pragmática cuando
se trata de unir fuerzas para mantener su histórica hegemonía con la que
lograron hacerse con el Estado para consolidar el modelo neoliberal y el carácter
privado, elitista, racista y clasista de la función estatal. En este caso el propósito
es claro: recuperar la Casa de Nariño que les arrebató la izquierda y el
progresismo, para tomar revancha
de los cuatros años que dejaron de mandar en Colombia.
Esto dijo el envejecido y poco afable delfín: “Desde aquí también envío un mensaje clarísimo de unidad a todos los dirigentes que hoy se encuentran en la oposición o que comparten nuestras preocupaciones, tenemos que llegar unidos con una candidatura única a la Presidencia de la República… el que pique en punta debe ser rodeado por las decenas de candidatos. No podemos ir al mes de mayo divididos, no nos lo perdonaríamos si terminamos de entregar este país”. La última frase es contundente y diciente: “si terminamos de entregar este país”. Que hoy esté gobernando Petro y lo que este representa ideológicamente, lo asume el ladino del Vargas Lleras como una pérdida porque jamás pensó que fuera posible que les "arrebataran" su bien más preciado, la Casa de Nariño, el fortín que por "tradición, honor y dignidad le pertenece a la derecha".
El pragmatismo de Vargas Lleras es,
en sí mismo, una apuesta inmoral y éticamente cuestionable en la medida en que la
tardía ratificación de las condenas contra las dos fichas del expresidente
Uribe Vélez y el juicio que este último afrontará a partir de enero de 2025 por
fraude procesal y manipulación de testigos, no constituyen impedimento alguno
para unirse en el propósito político y electoral de derrotar al progresismo en las
próximas elecciones.
Por el contrario, las condenas, señalamientos y los procesos judiciales vigentes en los que estén involucrados otros agentes políticos de ese espectro ideológico los asumen como hechos normales dentro de la función pública porque “siempre fueron cometidos buscando defender siempre los intereses superiores de la patria”. De esa idea fundante de la derecha colombiana se desprenden toda suerte de justificaciones y narrativas que minimizan la gravedad de los delitos cometidos. “Son funcionarios ejemplares, patriotas que jamás se robaron un peso” es la frase con la que se invalidan los procesos judiciales, el material probatorio y se legitiman el cohecho, la perfidia, interceptar las comunicaciones y la contratación indebida cuando de favorecer a poderosos agentes económicos y sociales de la sociedad civil se trata.
El pragmatismo de Germán Vargas
Lleras también es la expresión de su desespero por alcanzar su sueño infantil de
ser presidente de Colombia. En el fondo sabe que morirá sin llegar a la Casa de
Nariño, razón por la que pide a gritos unión, así sea entre corruptos y políticos
cuestionados para ver si por lo menos le dan juego burocrático en caso de que
la derecha recupere la Casa de Nariño.
Claro que Vargas Lleras, el dueño
de Cambio Radical, no es el único desesperado. El afán político y electoral lo vienen
expresando otros agentes políticos y mediáticos de la derecha. A falta de dos
años, el canal Caracol le está apostando de manera temprana a “desempolvar” a Sergio
Fajardo, otro que como Vargas Lleras es un eterno candidato presidencial. El
periodista uribista de la FM, de RCN, Juan Lozano aplaude y apoya la propuesta de Vargas
Lleras porque sabe que allí encontrará quizás otro ministerio. Así entonces, el pragmatismo de la derecha es legitimado mediáticamente
lo que confirma a las empresas mediáticas como actores políticos y ruedas de transmisión
de los cuestionados valores de la derecha colombiana.
La ratificación de las condenas contra los amigos de Uribe, sus “buenos muchachos” y el desesperado llamado de Vargas Lleras son el termómetro con el que es posible medir la baja estatura moral de una derecha que en 30 años de neoliberalismo y 20 de uribismo convirtió a Colombia en uno de los países más corruptos y desiguales del mundo. ¡Qué viva el pragmatismo, ajúa! Se escucha gritar en los sótanos de la Casa de Nari por los que se paseó muy tieso y majo alias Job.
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