miércoles, 4 de diciembre de 2024

PETRO, BONILLA Y LA PLUTOCRACIA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Obligado por las circunstancias políticas derivadas del escándalo de corrupción al interior de la UNGRD, el presidente Petro le pidió la renuncia a su ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla. La solicitud la hizo el jefe del Estado a través de su cuenta de X, su trinchera ideológica desde la que viene respondiendo ataques de las empresas mediáticas que optaron por juntarse y hacer coro con la oposición política en el Congreso y la desplegada desde gremios como Fenalco y Andi, actores políticos que desde el 7 de agosto de 2022 le apostaron a que al país le fuera mal económicamente para facilitarle la tarea a los candidatos presidenciales de la derecha de presentarse en el 2026 como los “salvadores”.

Desde ese particular parapeto, Petro defendió la gestión de Bonilla y describió las tensiones ideológicas, éticas y morales que están detrás de las relaciones siempre perniciosas entre el Ejecutivo y los voraces congresistas-lobistas defensores del Establecimiento colombiano. Leamos apartes del largo trino presidencial:

Espero su renuncia, no porque crea que es culpable, sino porque lo quieren despedazar por ser leal al programa de gobierno y quieren derribar inconstitucionalmente ese gobierno, porque quiero que sea un economista como Varoufakis y no como Tsipras, porque no voy a permitir que se acorrale al pueblo con extorsiones, y porque usaré la constitución si el congreso se deja llevar de quienes extorsionan y buscan el golpe inconstitucional, porque mi deber es ayudar con todo a la gente que trabaja y estudia, y no arrodillarme ante quienes sirven los más poderosos intereses de la codicia y la insensibilidad  con los humildes. Espero su renuncia porque ahora debe dedicarse a su defensa sin mancha de usar el poder en su defensa”.

Más adelante recordó al ladino ministro de Hacienda del gobierno del fatuo mandadero del Iván Duque, Alberto Carrasquilla, un “experto” economista en afectar las finanzas de las clases menos favorecidas y aumentar la riqueza de la élite plutocrática y la suya propia a través de los famosos bonos de agua. El país no olvida que por cuenta de su lesiva e impopular reforma tributaria, sobrevino el recordado estallido social. La reforma tributaria que el Congreso no le aprobará al gobierno Petro va dirigida a que los más ricos paguen más. Y contrario a lo que hizo Carrasquilla, con ese proyecto de ley de financiamiento, según el mismo Petro  “reactivaría la economía, porque le rebaja los impuestos a todas las empresas y a toda la clase media, y no le sube IVAs al pueblo. reduciría el pequeñas y medianas empresas Esto dijo Petro:

Y Bonilla y yo mismo no le gustamos al presidente del congreso, olvidando él mismo que fue testigo presencial el desastre de Carrasquilla, el ministro de Duque, que quiso ponerle impuestos al pueblo trabajador y pobre, y quiso enriquecerse con el agua potable que no llegó a los niños y murieron por desnutrición en la Guajira, Cepeda prefirió acompañar al ministro de hacienda que hizo estallar a la sociedad entera, ese mismo llamado experto por la prensa tradicional, a quien la señora Benavides sirvió, ese que si no fue denunciado”.

En el extenso trino, el presidente Petro entrega elementos sustantivos que sirven para confirmar y entender que en Colombia opera de tiempo atrás una plutocracia que en el pasado se sirvió de la preparación académica de los ministros de Hacienda, todos defensores a ultranza del neoliberalismo, para consolidar ese régimen de poder en el que los más ricos, sean banqueros o empresarios, toman las decisiones macroeconómicas e inciden en el diseño de políticas públicas con el objetivo de beneficiar a una diminuta oligarquía, en tamaño, y altura moral.

Paralelo a esas acciones conducentes a capturar el Estado para hacerlo operar bajo derroteros corporativos, alejado de sus obligaciones constitucionales con los más vulnerables, los presidentes de la República financiados por los plutócratas fueron autónomos únicamente en hacerse rodear en sus gobiernos por los más perversos funcionarios. Y para ello usaron a los partidos políticos en coalición para llevar al Estado a los más perversos y dañinos funcionarios, presentados muchos de estos por la prensa como tecnócratas o técnicos expertos en el diseño de políticas públicas o documentos Conpes. De estos últimos se escucha decir “que un Conpes no se le niega a nadie”. Al final, esa premoderna, rentista y codiciosa oligarquía consolidó un régimen de poder con características similares a las de una cacocracia y cleptocracia. Ese gobierno de los peores y de corruptos contaron siempre con las acciones legislativas de congresistas-lobistas que llegaron al Congreso para enriquecerse y aumentar la riqueza de sus mecenas.

Los miembros de esa élite plutocrática y mezquina que estaba acostumbrada a poner presidentes como sus agregados en la Casa de Nariño, se autodenominan capitalistas y creen que pueden desarrollar el país con costosos peajes, sin trenes y sin reforma agraria; y con millones de pobres y trabajadores informales. Son rentistas. No les gusta competir, les fascina concentrar el poder económico y político. Su apuesta es privatizar el Estado. Por eso somos lo que somos: un maldito platanal.



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