Por Germán Ayala Osorio
La ideologización de las rutinas
informativas de los medios tradicionales o hegemónicos constituye un riesgo para
la ya frágil democracia colombiana, la misma que se mueve entre las pasiones,
ideas y la ignorancia de los electores, los intereses corporativos de los
mecenas que aportan millonarias sumas de dinero para imponer sus candidatos
presidenciales y congresistas-lobistas y el ya naturalizado clientelismo auspiciado
desde todos los partidos políticos. Aunque ese proceso de ideologización viene
de tiempo atrás, es evidente que desde el 7 de agosto de 2022 cuando se
posesionó Gustavo Petro como presidente de la República, no solo se aceleró,
sino que se hizo más intenso, lo que ha permitido la naturalización de la
violencia discursiva en redes sociales y en ámbitos privados y políticos (públicos).
Hay una clara animadversión, verdadero odio, entre quienes defienden a una
derecha neoliberal y privatizadora de las funciones del Estado y aquellos que le
apuestan, desde la izquierda y el progresismo, a un modelo de Estado de Bienestar
alimentado por una ciudadanía moderna y con altos estándares de civilidad.
El miedo y odio que siempre se
promovió desde el establecimiento colombiano hacia todo lo que oliera a
izquierda se acrecentaron de tal manera, que la derrota política y electoral
sufrida por la derecha en el 2022 tiene a los sectores más conservadores y
violentos del país en “modo venganza” de cara a las elecciones de 2026. Y ese “modo
venganza” va más allá de recuperar la Casa de Nari (no la de Nariño), para
regresar al país a los estadios antidemocráticos que vivimos desde el 2002,
hasta junio de 2022, con la puesta en marcha de la seguridad democrática y la
extensión del principio del “enemigo interno” a periodistas, académicos, intelectuales,
librepensadores y a simpatizantes de izquierda.
A esa realidad mediática y política
se suma la ideologización de los gremios económicos, actores de la sociedad
civil que, al actuar más desde valores plutocráticos, el clasismo y el racismo,
abandonan cualquier posibilidad de construir una agenda política que le sirva
al colectivo y por ese camino apostarle a profundizar la democracia.
Lo sucedido hace poco durante el
congreso de Fenalco es la expresión más clara de esa exacerbación ideológica de
la dirigencia gremial en el país, lo que afecta desde ya las dinámicas y los principios
democráticos en una sociedad como la colombiana en la que millones compatriotas
exhiben posturas intolerantes, irrespetuosas y estigmatizantes muy propias de
agentes sociales, políticos y económicos que simpatizan con ideas fascistas.
Dice Gonzalo Mallarino en su
columna Los gremios ideológicos que “la postura de muchos empresarios
y dirigentes económicos es tan preocupante, están tan ideologizados ellos
mismos –como el propio presidente al que atacan–, que ya están apertrechados,
acuartelados, esperando las próximas elecciones a ver si el péndulo vuelve y
pueden “recuperar la confianza inversionista” y actuar. Como si
nuestros problemas de pobreza, desigualdad y violencia dieran espera. Muchos
empresarios y dirigentes solo están contando los meses para que el gobierno por
fin termine. Mala cosa para Colombia”.
Así entonces, el “modo venganza” en
el que ya entraron los gremios económicos y las empresas mediáticas
hegemónicas terminará poniendo en riesgo la convivencia social, política y
electoral que se necesitará para dar cuenta, civilizadamente, de la jornada electoral
que se avecina.
congreso de fenalco y vicky davila - Búsqueda Imágenes (bing.com)
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