Por Germán Ayala Osorio
Con los anuncios de ambos
gobiernos, la crisis diplomática entre USA y Colombia se dio por superada. Esas
tensas horas vividas por el cruce de trinos entre Trump y Petro dejaron
lecciones, pero sobre todo evidencias de que en Colombia hay colombianos dispuestos
a exigir respeto y un trato digno, mientras que otros disfrutan siendo cipayos dispuestos
a abandonar cualquier asomo de dignidad al momento de reclamar respeto por los derechos
humanos.
Las posturas asumidas por
políticos de la derecha colombiana como Federico Gutiérrez, Alejandro Eder, Iván
Duque, Claudia López, Juan Manuel
Santos, Alex Char; periodistas como Ricardo Ospina de Blu radio y el propio
Daniel Coronell, voceros empresariales como Bruce Mac master y la actitud del
senador republicano de origen colombiano, Berny Moreno, explican con claridad
que ellos hacen parte de ese selecto grupo de lacayos dispuestos a mantener
puestas las rodilleras frente al arbitrario presidente americano. Y no se trata
de enarbolar aquí el discurso antiyanqui o antiimperialista para reconocer que
efectivamente, en semejante crisis diplomática le demostraron al país que
disfrutan siendo los pajecitos del Departamento de Estado y del anacrónico y
condenado presidente estadounidense.
Las actitudes asumidas por unos y
otros resultan a todas luces vergonzosas e indignas. Si bien hay que llamarle
la atención al presidente Petro para que controle sus impulsos y morigere un
tanto su discurso antiyanqui, también urge que los colombianos comprendan que las
amenazas proferidas por Donald Trump son, además de inaceptables, humillantes y
arbitrarias.
Trump pisoteó la dignidad de los
migrantes ilegales que quiso devolver en dos aviones militares como si fueran
reos y por esa vía, la de todos los colombianos y latinoamericanos. Petro salió
en defensa de los derechos humanos de los compatriotas que regresarán al país
en condición de deportados porque entiende muy bien que esos derechos, junto al
honor, la libertad, la honra y el orgullo confluyen en el concepto de dignidad.
Hasta el momento es el primer
presidente colombiano, en la historia reciente, que se les planta duro a los
americanos en su intención de exhibir una supremacía étnica e identitaria que los
señalados cipayos aceptan sin chistar. Comete un error el presidente Trump al creer
que podrá “devolverle la grandeza a su país” pisoteando los derechos y las
identidades de los pueblos que sobreviven en su patio trasero.
Eso sí, después de este primer
pulso político, la molestia en ambos lados se mantendrá hasta que nuevamente el
gobierno del Norte intente pisotear la dignidad de los colombianos y de los
latinoamericanos. Trump reculó y eso es innegable. Petro, sin bajar la moña, recibirá
a los deportados en las condiciones dignas exigidas. En términos futbolísticos
se puede hablar de un empate con sabor a victoria para Petro y la de los colombianos
que entienden los alcances de aquello que se llama dignidad.
Es tiempo de acelerar la búsqueda
de nuevos mercados y socios dispuestos a establecer relaciones diplomáticas bajo
condiciones de dignidad, decoro, pero, sobre todo, civilizadas. Trump, por
varias horas, le dio a Colombia un trato de enemigo político, como si se
tratara de Irán, Cuba o Irak.
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