Por Germán Ayala Osorio
La negativa del presidente Petro de
recibir dos aviones militares procedentes de USA con 160 colombianos deportados fue la disculpa
perfecta para que el gobierno de Trump
decidiera adelantar contra Colombia el aumento de aranceles a los productos
importados procedentes del “País de la Belleza”. Eso sí, con una
agravante: con castigos financieros y
diplomáticos asociados a la cancelación de visas a familiares de Petro,
funcionarios gubernamentales y simpatizantes del Pacto Histórico.
Aunque existen convenios para
afrontar asuntos relacionados con la deportación de nacionales de ambas
naciones, lo que ha trascendido es que el gobierno de Trump no activó los
protocolos que garantizarían el regreso de los 160 connacionales en condiciones
de dignidad y respeto. Equiparar migrantes ilegales con delincuentes como lo
viene haciendo el gobierno de los Estados Unidos constituye una actitud hostil
contra Colombia, considerado históricamente como un “importante socio comercial
y aliado político” de USA.
Sin duda alguna, Trump está
superando con creces la crisis diplomática de los años 90 durante el gobierno
de Ernesto Samper, a quien le cancelaron la visa por la probada penetración de
los dineros del Cartel de Cali a su campaña presidencial. En pocas horas,
pasamos de la “samperización” de las relaciones entre USA y Colombia, a la “petrorización”
de las mismas, con un elemento adicional: el gobierno Petro es el nuevo enemigo
de los Estados Unidos. Detrás de esa implícita declaración de USA está la mano
del cubanoamericano, Marco Rubio, Secretario de Estado.
Las históricas relaciones
bilaterales, atadas a la lucha contra el narcotráfico y las guerrillas pasan
hoy por su peor momento por cuenta de la postura antiinmigrantes
latinoamericanos que prometió Trump en su campaña y la exigencia de Petro por
un trato digno a los colombianos deportados. Bastaron seis días en el poder para que el octogenario
republicano pusiera a Colombia, su histórico socio comercial y aliado político,
en la condición de nación enemiga y parte de una especie de nuevo eje del mal
en el que USA estaría incluyendo a países como México, Colombia y Brasil, entre
otros, por ser “exportadores” de migrantes ilegales o por facilitar el paso de
los indocumentados por sus fronteras.
Las decisiones adoptadas por Trump
se sostienen en la ojeriza con la que miran al gobierno de Petro, al que lo
ubican como de “corte socialista” para justificar las medidas adoptadas por
USA, a todas luces hostiles y desproporcionadas. Cerrar las oficinas en las que
se tramitan cientos de miles de visas para colombianos que desean entrar a
territorio americano o buscan regularizar su estadía en ese país es una medida
exagerada y arrogante.
El proteccionismo económico que prometió
implementar Trump deviene asociado a una peligrosa xenofobia y supremacismo étnico
e identitario de un país como Estados Unidos que, a pesar de haber sido construido
por migrantes, hoy, por cuenta del putero y condenado presidente lo quiere convertir
en una especie de “excelsa cuna genética” en la que solo nacen ciudadanos
blancos, con pelo anaranjado y ojos azules.
Por supuesto que en el fondo de
esta crisis diplomática y política aparecen los conceptos de dignidad y
grandeza; el primero, incorporado por Petro a su defensa de la condición de ser
colombiano; y el segundo, asumido por Trump como parte de su discurso
nacionalista con el que justifica el desprecio por la gente que vive en su patio
trasero. Mientras que Petro y Trump le apuestan a que "ambos conceptos se vuelvan costumbre",
la derecha colombiana disfruta de la crisis y se apresta para aprovechar los
efectos económicos de las sanciones americanas para revivir el fantasma que acompaña
la vieja advertencia electoral: “nos íbamos a convertir en Venezuela”.
Si Petro y Trump siguen en esa tónica confrontacional, quizás el presidente colombiano termine considerando sacar las bases militares gringas del territorio. ¿Se atreverá en nombre de la dignidad y la soberanía estatal? Haber congelado la ayuda que los gringos entregan al país para su lucha contra el narcotráfico bien puede servirle a Petro como disculpa para exigir el retiro del personal civil y militar americano apostado en Tres Esquinas, Palanquero y el fuerte de Tolemaida, entre otras más.
Nota: hacia las 10 pm el gobierno colombiano informó que da por superada la crisis diplomática. Colombia recibirá a los deportados y USA recula o echa para atrás las medidas sancionatorias. Este primer pulso político entre Trump y Petro puede verse como un triunfo para el presidente colombiano pues se le plantó al poderoso gringo con dignidad, decoro y firmeza. Eso sí, la molestia en ambos lados seguirán presente por largo tiempo. Perdieron los tibios y la derecha en Colombia. Dejaron ver que la palabra dignidad no está dentro de su discurso y mucho menos dentro de sus prioridades. Así las cosas, políticos como Federico Gutiérrez, Efraín Cepeda, Alejandro Eder, Iván Duque, Juan Manuel Santos y el senador republlicano, Bernie Moreno, de origen colombiano, se comportaron como verdaderos cipayos.
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