Por Germán Ayala Osorio
Parece haber consenso académico,
social y político alrededor de la idea de que Colombia es una nación compleja,
de ahí que no resulte a veces fácil analizar y comprender asuntos y fenómenos
como la violencia política en campos y ciudades que suelen agruparse bajo el
nombre de conflicto armado interno y el actual escenario de confrontación
política e ideológica entre la derecha y el progresismo. Por lo anterior, todo ejercicio académico o
periodístico que busque explicar las complejas realidades del país y de su
sociedad siempre quedará incompleto.
En los últimos días dos hechos noticiosos
han ocupado la atención de la opinión pública: el primero, la intentona golpista
atribuida al excanciller Álvaro
Leyva Durán por el diario El País de España, con una eventual aquiescencia de
los Estados Unidos; y el segundo, la nueva
tensión diplomática y política entre los gobiernos de Donald Trump y Gustavo
Petro generada en buena parte por las insinuaciones del presidente de Colombia alrededor
de la idea de que en Washington conocían los devaneos golpistas del exministro
Leyva.
Más allá de si el gobierno de Trump
vio en algún momento con buenos ojos los deseos golpistas del señor Leyva Durán,
lo cierto es que el presidente Petro, desde su posesión el 7 de agosto de 2022
se convirtió para el Departamento
de Estado de los Estados Unidos, la derecha nacional e internacional y para
la Junta del Narcotráfico y sus aliados en Colombia en una persona incómoda, en
un agente político indeseable y por lo tanto susceptible de sufrir ataques políticos,
deseos de defenestrarlo e incluso de asesinarlo. Como esto último aún no
sucedió, las arremetidas contra el presidente colombiano se han movido entre el
desprestigio moral y la búsqueda de declararlo indigno para gobernar por una atribuida
condición homosexual y la más grave, por el consumo incontrolado de cocaína.
Sin embargo, en el fondo del
rechazo social y político que genera en agentes
de poder hegemónico, esto es, en la élite que por más de 200 años manejó a
su antojo el país, hay por lo menos 4 factores, asuntos o temas a los que Petro
viene haciendo referencia en sus discursos dentro y fuera del país. El primero,
sus críticas al modelo de desarrollo económico extractivo sobre el que se fundaron
ideas de progreso, modernización y crecimiento que han servido para que el Norte
opulento sea asumido por el Sur empobrecido como un deseable estadio “civilizatorio”.
El segundo asunto tiene que ver con
las pretensiones emancipatorias de un presidente “sudaca” que además de haber
sido guerrillero, cree que puede hablarle de “tú a tú” a mandatarios de países
desarrollados acostumbrados a tratar con presidentes colombianos que en su actuar
público siempre se dejaron ver como cipayos. El tercer asunto es que para una
sociedad premoderna y una élite conservadora, violenta y goda que odia el proceso
de mestizaje del que son hijos el proyecto político progresista les parece disruptivo,
brusco y hasta subversivo, a lo que se suma que los tomó por sorpresa. Y el
cuarto asunto es que nunca, desde la perspectiva progresista, un presidente de
la República confrontó las tradicionales concepciones que el poder hegemónico
impuso alrededor de conceptos como soberanía popular, estatal y dignidad
humana. Este último deviene atado a un sorprendente orgullo étnico y a un
sentimiento patriótico no asociado a temas de seguridad (democrática) o al amor
irracional de los símbolos patrios (patrioterismo).
Todo lo anterior, atravesado por
lo que en esta tribuna llamé la “sionización
y la cacería étnica” desatada en los Estados Unidos contra los inmigrantes del
Sur empobrecido y en la franja de Gaza, contra el pueblo palestino.
ASUNTOS POR LOS QUE
PETRO GENERA URTICARIA |
|||
1.
CRÍTICAS AL
MODELO DE DESARROLLO ECONÓMICO EXTRACTIVO. |
2.
PRETENSIONES
EMANCIPATORIAS DE UN PRESIDENTE “SUDACA”. |
3.
EL DISRUPTIVO PROYECTO
POLÍTICO PROGRESISTA. |
4.
SOBERANÍA POPULAR,
ESTATAL Y DIGNIDAD. |
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