jueves, 3 de julio de 2025

EMBAJADORES A CONSULTAS: NUEVA TENSIÓN ENTRE WASHINGTON Y BOGOTÁ

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Las relaciones bilaterales entre Washington y Bogotá siempre estuvieron soportadas en el sometimiento de la soberanía, la dignidad nacional y nuestros intereses a las condiciones arbitrarias adoptadas por los presidentes de los Estados Unidos, fueran estos demócratas o republicanos en torno a las maneras como sucesivos gobiernos de Colombia deberían acatar y responder a los deseos del Departamento de Estado, de la CIA o de otras agencias americanas con injerencia y presencia en el país. Desde los tiempos del proceso 8.000 y la intrusión de los Estados Unidos en los asuntos internos del país y el acorralamiento al que fue sometido el presidente de entonces, Ernesto Samper Pizano, no se advertía una tensión diplomática entre los dos países.

La primera tensión diplomática y política se dio en enero del año en curso por cuenta de la negativa del presidente Petro de recibir dos aviones militares procedentes de USA con 160 colombianos deportados, lo que derivó en amenazas arancelarias de Donald Trump y en una respuesta similar por parte del presidente Petro. Es decir, hay un pulso personal, ideológico y político entre los dos mandatarios. Se trata un enfrentamiento entre dos líderes mundiales que dan cuenta de dos posturas irreconciliables. Mientras que el presidente gringo lidera procesos de “sionización y limpieza étnica” dentro y fuera de su territorio, el jefe del Estado colombiano confronta el orden mundial y le apuesta al respeto de los migrantes, un “nuevo” orden mundial  y un cambio drástico en las relaciones entre el ser humano y la naturaleza.

La nueva tirantez política y diplomática entre Trump y Petro se produce por las sospechas y las insinuaciones hechas por el mandatario colombiano alrededor de la posibilidad de que congresistas americanos conocieron de las intenciones golpistas del excanciller Álvaro Leyva Durán. Ante semejante insinuación, Marco Rubio llamó a consultas al embajador acreditado en Bogotá, para revisar ese asunto y quizás otros de la agenda bilateral, como la lucha contra el narcotráfico y la certificación que Estados Unidos pronto entregará a Colombia. La respuesta de Petro, cargada de dignidad, no se hizo esperar: también llamó a consultas a Daniel García-Peña, embajador colombiano en Washington.

Mientras que la decisión de hacer regresar al embajador John T. McNamara está basada en las graves insinuaciones y sospechas del presidente Petro en torno a los devaneos golpistas de Leyva Durán y de otros agentes políticos y económicos de la sociedad civil colombiana, el presidente Petro en cuenta de X dejó entrever que ese asunto en particular no le preocupa. Y es así porque expuso en su trino siete temas, a saber: “descarbonización de la economía y transición energética; revitalización de la selva Amazónica; ataque decidido a los capos del narcotráfico; tratado sobre la inmigración; colaboración del gobierno de los EE. UU. en la construcción de una reforma del sistema financiero mundial; juntar nuestros esfuerzos en la construcción de la paz regional, salidas políticas y dialogadas a los conflictos de Venezuela, Cuba y Haití y la realización de la cumbre EEUU/CELAC”.

Aunque no se cree que la tensión de ahora lleve a un rompimiento de las relaciones bilaterales, habrá muy seguramente consecuencias inmediatas como la descertificación o la certificación parcial de los Estados Unidos por la lucha contra los cultivos de uso ilícito y otras de largo plazo que tocarán el escenario electoral de 2026. Sobre estas últimas, la derecha local, dispuesta o no a apoyar los sueños golpistas de Leyva Durán, estará siempre dispuesta a jugársela por regresar a los tiempos en los que los presidentes colombianos viajaban a Washington con las “rodilleras puestas” para someterse sin chistar a las imposiciones “imperiales” de los representantes del Tío Sam. Muy seguramente, en el año electoral, Trump y Rubio y las bancadas demócratas y republicanas exigirán a los candidatos presidenciales colombianos a que se comprometan, por ejemplo, a echar para atrás todo lo concerniente con la presencia china en el marco de la Nueva Ruta de la Seda. Es decir, la dignidad y la soberanía nacionales serán temas electorales cruciales para los gringos y los agentes de la derecha que temen perder el infantil privilegio de poder visitar a Mickey Mouse.

Adenda: para acabar de caldear los ánimos, 30 congresistas colombianos de los partidos Comunes, Verde  y de la U enviaron una carta al Congreso de EE.UU solicitando investigar a tres representantes estadounidenses Mario Diaz-Balart, María Elvira Salazar y Carlos Antonio Jiménez. 


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