Por Germán Ayala Osorio
Con la condena por el crimen de
Rosa Elvira Cely, el Estado colombiano acumula otra más, lo que lo confirma
como un orden criminal, premoderno, violento y feminicida. Pasaron 11 años para
que la justicia fallara a favor de la familia de esta víctima de la sociedad patriarcal
y machista en la que vivimos.
Pero más allá de la condena y de
la indemnización millonaria, el caso de Rosa Elvira Cely debe de servir para
que la opinión pública reconozca muy bien a quienes en ese momento descalificaron
a la víctima, menospreciaron la gravedad de lo sucedido y terminaron
revictimizando a la occisa y a sus dolientes.
En particular, hay que poner el
foco en una figura política: Miguel Uribe Turbay, en ese momento secretario de Gobierno
de la alcaldía mayor de Bogotá. El nieto de Turbay Ayala es responsable del
sentido del comunicado que emitió su oficina jurídica, así él lo negara y
ofreciera disculpas a la familia después de comprender las reacciones negativas
que generó dicho comunicado de prensa. En ese documento, la culpa del crimen
fue atribuida a la víctima por no conocer el pasado de su victimario y no tomar
las medidas necesarias para evitar su compañía. “El caso fue culpa exclusiva de
la víctima” fue la frase con la que el entonces secretario de Gobierno subvaloró
el crimen y por ese camino, la vida misma de Rosa Elvira.
Este tipo de hechos, mirados en
perspectiva histórica, deben de servir para que la opinión pública reconozca el
talante del hoy senador de la República y en esa medida, se niegue cualquier apoyo
ante una eventual candidatura presidencial de este delfín que hoy milita en la
secta-partido, el Centro Democrático. Más pronto que tarde este “infantil cetáceo”
querrá llegar a la Casa de Nariño, porque así lo determina su origen
político.
Hace bien EL ESPECTADOR en recordar
el cruel asesinato de Rosa Elvira y hacer énfasis en el lamentable concepto
emitido por esa dependencia del gobierno distrital, en cabeza del nieto de
quien gobernara el país (1978-1982) bajo las violentas condiciones impuestas
por su Estatuto de Seguridad, política pública muy parecida a la Seguridad
Democrática de Uribe Vélez, en lo que toca a perseguir, torturar y desaparecer
a detractores y críticos de ese gobierno del inefable Turbay Ayala.
Como somos una sociedad
desmemoriada, ojalá esta sentencia contra el Estado colombiano sirva no solo
para recordar a Rosa Elvira, sino a aquellos hombres que, desde el poder
político, suelen minimizar los crímenes de mujeres. Incluso, se atreven a negar
la existencia misma de los feminicidios.
Cuando la goda élite bogotana
decida proponer a Miguel Uribe Turbay como candidato presidencial, debemos
estar prestos a recordar estos hechos que El Espectador bien trae a colación, a
propósito de la sentencia judicial.
Imagen tomada de Colombiacheck
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