Por Germán Ayala Osorio
Por diseño constitucional, le corresponde al presidente de la República presentar a la Corte Suprema de Justicia la terna de la que saldrá el nuevo fiscal general de la Nación. Debido a los agrios enfrentamientos personales, institucionales y políticos entre Gustavo Petro y Francisco Barbosa, la Procuraduría acaba de recusar al mandatario de los colombianos, con el fin de quitarle ese derecho de presentar la ya esperada terna. Se suma a lo anterior, el caso del hijo de Petro, recién capturado e imputado por graves delitos como el enriquecimiento ilícito.
Si bien el presidente expresó tempranamente que respetará el
actuar del ente acusador, la derecha colombiana, de la mano del uribismo,
quiere impedir que el presidente cumpla con el mandato constitucional. Lo que
llama la atención es que aún el país no conoce la terna, y ya se les nota el
nerviosismo ante la posibilidad de que el presidente Petro terne juristas
probos, decentes y no vulgares tinterillos que terminen de sumir en el
desprestigio a la Fiscalía, responsable del 94% de impunidad en más de 57 mil
casos de corrupción. Sin contar la impunidad en delitos como homicidios y en
particular, en la decisión institucional de no capturar a criminales del Clan
del Golfo.
Lo cierto es que le queda poco tiempo a Francisco Barbosa
como fiscal general de la nación. Su salida se convierte en la oportunidad para
que Gustavo Petro, en nombre del Estado, recupere para la sociedad y para el
Estado de derecho, a una institución permeada de tiempo atrás por mafias de todo
pelambre.
Barbosa, como escudero del uribismo, viene guardándole la
espalda al exfiscal Néstor Humberto Martínez Neira y está siguiendo las
orientaciones del uribismo, encaminadas estas a ponerle palos en la rueda a la
Paz Total. Son ya varias veces con las que Barbosa se niega a darle aval
institucional al presidente en el tema de suspender las órdenes de captura de
disidentes de las Farc y de miembros del Clan del Golfo.
Mientras pasa el tiempo y el fiscal hace maletas- imagino que
con la ayuda de su esposa Walfa Téllez, demandada por supuestamente violar el
régimen de inhabilidades en un contrato- , Petro aprovecha para decir que “el narcotráfico a partir de construir con
dinero sus propias nóminas ha penetrado a la UNP, a la SAE, a la Fiscalía, a la
fuerza pública, a la DIAN, a Aduanas".
Lo dicho por el jefe del Estado no es un mero señalamiento:
es la confirmación de lo que todos los colombianos sabemos. En una anterior
oportunidad, el mismo Petro había calificado al Estado como asesino, durante la
ceremonia de reconocimiento a las víctimas de las masacres del Aro y la Granja.
Si miramos en perspectiva institucional, ética y moral, lo que está haciendo el
presidente de la República es llamar la atención de la sociedad colombiana para
que por fin asuma comportamientos republicanos y repudie la corrupción, y
proscriba el ethos mafioso que, según el propio mandatario, penetró las
institucionalidades de la Fiscalía, la DIAN, la SAE y la UNP. Esta última
entidad, convertida en un nido politiquero en el que conviven la legalidad y la
ilegalidad, la trampa, la perfidia y el desgreño administrativo.
Los señalamientos de Gustavo Petro son, en buena medida,
parte de la respuesta que muy seguramente le aconsejaron dar, para enfrentar el
escándalo en el que está metido su hijo mayor, Nicolás Petro. Es posible que el
presidente esté ambientando la conformación de la Comisión Internacional que se
encargará de asumir las investigaciones de corrupción en entidades estatales, y
en casos específicos que caminan lentamente en la Fiscalía de Barbosa: el más
sonado, el de Odebrecht y la Ruta del Sol, así como las muertes de Jorge
Enrique Pizano y la de su hijo, envenenados con cianuro. Recuérdese que Pizano
padre fue testigo de todo el entramado de corrupción en la construcción de la
Ruta del Sol. Y por supuesto, el proceso
penal contra el expresidiario y expresidente, Álvaro Uribe Vélez. Recordemos
que la Fiscalía viene operando como el defensor de oficio del latifundista,
pues en dos ocasiones ha solicitado a los jueces la preclusión del proceso que
se adelanta en contra el 1087985 por fraude procesal y manipulación de
testigos. Y el caso de su hermano Santiago Uribe, que ya casi completa dos años
y el juez nada que emite un fallo a propósito de la creación del grupo paramilitar
Los 12 Apóstoles.
Petro tendrá la oportunidad de medir el nivel de penetración
del narcotráfico y el miedo que la justicia le tiene a Uribe, proponiendo a la
Corte Suprema de Justicia una terna cuyos miembros sean ciudadanas o ciudadanos
probos. Sin tacha alguna y sobre todo, que no sean cercanos a Uribe, y mucho
menos cercanos a Néstor Humberto Martínez y al fiscal saliente. Una vez
conformada esa terna, la Corte Suprema podrá negarse a elegir a uno de los tres,
varias veces. Ese es un riesgo. Es posible, entonces, que la dirección de la
Fiscalía caiga en una inconveniente interinidad.
En esa selecta lista deben estar Miguel Ángel del Río,
Angélica Monsalve y el propio ministro de la Defensa, Iván Velásquez. Un rechazo de los magistrados de la Corte
Suprema de Justicia bien podría servir para pensar que dentro de esa
corporación sobreviven los intereses y las realidades que, justamente, el presidente
quiere cambiar.
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