Por Germán Ayala Osorio
La elección de la nueva fiscal
general de la Nación se convirtió, por cuenta de las sinuosas dilaciones de la
Corte Suprema de Justicia (CSJ) en una confrontación ético-política y periodística
entre empresas mediáticas hegemónicas y medios alternativos. Al final, el enfrentamiento
es entre periodistas amigos del “viejo” régimen de poder y aquellos reporteros que,
con un alto grado de independencia y suficiencia ética y moral, le apuntan a develar
la verdad de los hechos que son noticia.
Así las cosas, periodistas
vedettes (cercanos a lo que se conoce como el uribismo) andan desesperados
buscando hasta en los basureros un papel, un contrato, una frase, un comparendo
no pagado o cualquier otra cosa, con la que sea posible descalificar a las mujeres
que hacen parte de la terna que el presidente Petro envió a la CSJ para que, en
sala plena, la corporación judicial elija a quien asumirá la dirección de la
fiscalía general de la Nación. Después de mucho hurgar, por fin encontraron en
la red X, la trinchera ideológica más rastrera de todas las redes
sociales, varios trinos del señor Gregorio Oviedo, esposo de la más votada de
las tres candidatas y quien podría convertirse en la próxima fiscal general: Amelia
Pérez.
Oviedo, en uso de su derecho a la
libre expresión, dejó salir sus opiniones políticas y jurídicas en la red X, frente
al caso de Nicolás Petro, hijo del presidente de la República; igualmente, para
confrontar a periodistas de derecha. Usar las opiniones de Oviedo para deslegitimar
y dudar de la independencia de criterio de su esposa, la candidata Amelia Pérez,
hace parte de la narrativa machista que aún sigue vigente en Colombia, con la
que toda mujer casada, está, de manera natural, sometida a las ideas y
opiniones de sus maridos. Es decir, Amelia Pérez no puede ser elegida nueva
fiscal general de la Nación porque su esposo apoya al presidente Petro y tiene
criterios jurídicos contrarios a los que promueven medios afectos al régimen
uribista que perdió las elecciones con el progresismo.
Razón le cabe al reconocido penalista,
Miguel Ángel del Río, cuando dice que “las posiciones del señor Gregorio
Oviedo, esposo de la ternada Amelia Pérez, le pertenecen solo a él y están
protegidas constitucionalmente. Extenderlas a su esposa no sólo es caprichoso
sino ofensivo con su independencia de criterio”.
Lo llamativo del asunto es que
dentro de los periodistas que se dieron a la tarea de buscar en el basurero de
la red X hay mujeres de las que se esperaría algo de sororidad con Amelia
Pérez. Por el contrario, insisten en fustigar su independencia, autonomía y
criterio jurídico porque su esposo, Gregorio Oviedo, usó su cuenta en Twitter
para dejar salir sus simpatías y antipatías.
Esa búsqueda desenfrenada por hallar
cualquier indicio, comentario o expresión que sirva para desacreditar a cada de
las tres mujeres ternadas hace parte de los discursos y prácticas machistas y
misóginas que terminaron uniendo a exmagistrados, periodistas, exfiscales
generales, abogados, empresarios, políticos y narcotraficantes a los que no les
conviene que una mujer, de las calidades de las candidatas, dirija el ente
investigador.
El grado de animadversión es tal,
que incluso colegas alcanzaron a insinuar que lo dicho por el marido de Amelia
Pérez daría para que la CSJ devuelva la terna. Aunque es improbable que ello ocurra,
los detractores de las ternadas esperan que los magistrados y magistradas de la
CSJ descarten a Pérez por las ideas expresadas por su esposo. Imagino que en
breve seguirán con las parejas de las otras dos candidatas, porque para estos “recolectores
de desechos” de la sucia trinchera que es X, estar casada es sinónimo de
sometimiento de las mujeres a las ideas de los esposos. Por cuenta de estos interesados
(as) “sabuesos” regresamos a las décadas de los 40, 50 y 60, en las que las mujeres
vivían exclusivamente en función de satisfacer a sus maridos, agachar la cabeza
y asentir con obediencia.
Adenda: frente
al argumento de los detractores de la terna, que señala que Petro quiere tener
a una fiscal de bolsillo para salvar a su hijo, hay que preguntarse por qué el
proceso no avanzó con la rapidez con la que lo impulsó el fiscal Francisco
Barbosa. Eso sí, si Nicolás Petro es culpable, que pague por sus delitos. Hay que
confiar en que el presidente de la República no meta las manos para tratar de
sacar en limpio a su vástago.
Imagen tomada de El Colombiano.
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