domingo, 8 de junio de 2025

¿ES POSIBLE SUPERAR LA POLARIZACIÓN?

Por Germán Ayala Osorio

 

A raíz del atentado sicarial perpetrado en contra del precandidato presidencial del Centro Democrático, Miguel Uribe Turbay, la prensa hegemónica viene insistiendo en la narrativa con la que se llama a todos los colombianos a “bajarle a la polarización desescalando el lenguaje violento” al que han apelado diversos agentes periodísticos, empresariales y políticos en representación del gobierno Petro y de quienes le hacen oposición. De uno y otro lado apelaron al “sicariato moral” como instrumento deslegitimador y eficaz alimento en procesos de anulación moral y/o eliminación física del adversario.

El llamado de empresas mediáticas como Noticias Caracol podría resultar plausible y sincero si dejaran de invitar a voceros de la derecha a responsabilizar al presidente Petro del atentado, en razón a las maneras como se viene refiriendo a sus contradictores. En su más reciente alocución llamó “ratas de alcantarilla” a quienes justamente están sacando provecho político y electoral del ataque contra el congresista uribista, señalando con el dedo índice al jefe del Estado como incitador a la violencia que hoy tiene entre la vida y la muerte al senador Uribe Turbay.

Junto a esa narrativa emergen llamados a la paz, a la reconciliación, al respeto a la diferencia, al diálogo y a la búsqueda de consensos. Nadie niega que ese es el norte, la salida y el camino para superar los enconados enfrentamientos políticos e ideológicos que se agudizaron cuando llegó a la presidencia el primer presidente de “izquierda” o quizás el más genuino representante del progresismo.

Cuando esos nobles objetivos societales son recogidos y abanderados por el periodismo tradicional suelen quedarse en meros anuncios y con el tiempo se convierten en frases de cajón. Y resulta así porque nadie expone cuáles serían las bases ético-políticas y morales para edificar lo que bien podría llamarse un nuevo amanecer para Colombia. Hace rato el país necesita de un cambio cultural (civilizatorio) que le permita proscribir el ethos mafioso que la sociedad naturalizó y superar las taras que como colectivo arrastramos.

En esta columna propongo elementos que podrían tenerse en cuenta para construir esos pilares y conducir al país hacia estadios civilizados y modernos propios de sociedades que con el tiempo aprendieron a tramitar sus diferencias y conflictos por la vía del diálogo, superando de raíz la doctrina de amigo-enemigo que en Colombia prosperó entre el 2002 y el 2022.

1.   Decirnos la verdad. El primer elemento tiene que ver justamente con reconocer responsabilidades políticas y ojalá judiciales en torno a hechos de corrupción público-privada de especial impacto y recordación pues estos son la base de la actual molestia social y el origen del enfrentamiento ideológico y político entre el gobierno Petro y los sectores de poder tradicional que él llama oligarquía. Lo que ha hecho el presidente de la República es construir un relato moral en el que la izquierda y el progresismo se erigen como los únicos faros impolutos dentro de una sociedad como la colombiana que deviene de tiempo atrás confundida moralmente. Esa visión de Petro está atada a un carácter de supremacía que entra en colisión con los hechos de corrupción que ya tocan a varios de sus ministros y por supuesto que choca con el poder mediático, económico y político acumulado por las élites, los clanes y las familias “dueñas” del país y de sus dinámicas económicas. En este punto es importante que el país conozca los orígenes de las millonarias fortunas de los expresidentes y de personalidades empresariales, incluidos los banqueros sobre los que pesan cuestionamientos y sanciones internacionales.  Se trata de que cada uno pida perdón al país y por esa vía reconstruir la confianza y volverse ejemplo para una sociedad que se quedó sin referentes.

2.   Nuevos liderazgos. Los “ismos” de la política sirven para explicar los procesos continuados de la captura mafiosa del Estado, liderada por quienes asumieron el ejercicio de la política como una forma de hacer negocios y acumular riqueza. Quizás sea tiempo de que los expresidentes se retiren a cuidar sus nietos y a disfrutar de sus fortunas, mal habidas o no. Hay un evidente cansancio alrededor de la vigencia y la injerencia de políticos como los expresidentes César Gaviria, Álvaro Uribe, Iván Duque y Juan Manuel Santos, sobre los que pesan graves señalamientos y cuestionamientos ético-políticos y morales. Los 20 años de uribismo son una fuente de polarización ideológica y política y un recurso válido para el presidente Petro en su tarea de imponer la narrativa supremacista que lidera en nombre del cambio.

3.   El oficio periodístico. Al haberse consagrado como actores políticos, los medios de comunicación ajustaron la tarea de informar a los intereses económicos y políticos de sus propietarios. No es posible “bajarle a la polarización desescalando el lenguaje violento” sin que los periodistas y las empresas mediáticas modifiquen sus lógicas informativas. El discurso periodístico-noticioso es por naturaleza moralizante lo que contribuye a que los niveles de crispación ideológica escalen a expresiones y actos de violencia política como el atentado que sufrió el señalado precandidato presidencial. Los primeros que deben desescalar el lenguaje son los periodistas de emisoras como Blu radio, La FM, La W; de igual manera, los más visibles columnistas y reporteros de medios como Semana, El Tiempo, El Espectador, El País de Cali y El Heraldo; los noticieros de televisión RCN y Caracol deben también entrar en una revisión profunda de sus lógicas y maneras de cubrir los hechos noticiables.  

Así las cosas, el nuevo amanecer para Colombia que se intuye del llamado a “bajarle a la polarización política” quedará reducido a acuerdos políticos de corto plazo, la adopción de medidas de seguridad y ofrecimientos de garantías electorales y uno que otro golpe de pecho como el que hizo recién la canciller Laura Sarabia; pero en el fondo, seguiremos odiándonos en las calles y en las esferas de poder político y económico. Por lo pronto, no creo que sea posible bajarle a la polarización política y a los enfrentamientos ideológicos.



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