Por Germán Ayala Osorio
Las redes sociales son
disruptivas y las propuestas de regulación que ya se asoman al Congreso de la
República y que se ventilan desde sectores de poder político y agentes
académicos van encaminadas a ocultar que aquellas son una respuesta, de la mano
de la tecnología, a años de formación de la opinión pública por parte de los
medios masivos hegemónicos, equivocadamente llamados de “comunicación”. Junto
con la oferta cultural de los canales privados, esos medios masivos crearon y
recrearon realidades con las que las nuevas generaciones no se sienten
identificados, de ahí que huyan y busquen refugio en las redes sociales porque
en los núcleos familiares y en la propia escuela insisten en poner límites y en
exponer realidades estresantes.
Quizás sea posible asociar a ese
rompimiento de lo establecido por parte de las redes sociales, de la mano de
“youtubers e influenciadores”, la pérdida del sentido de aquello de “ir a la
universidad para salir adelante”. Con algo de razón y exageración se dice que
los “jóvenes de hoy ya no quieren trabajar”, pues les interesa ser “creadores
de contenido” sin importar la calidad de los mensajes creados pues el lugar de
enunciación está atado a lo que les dice su (in)conciencia. En las redes
sociales la vida, que se torna difícil comprenderla cuando se es joven, circula
con la rapidez necesaria que evita a los consumidores jóvenes que no “quieren
escuchar rollos académicos y familiares”, pasar momentos sin necesidad de
“gastar neuronas”.
El profesor Julián de Zubiría se
pregunta en la red X si se deben regular las redes sociales. Con esa
pregunta invita a su próxima conferencia en You Tube. A lo mejor no es
necesario regular las redes sociales imponiendo límites y cortapisas a los
mensajes ahí producidos y divulgados. Posiblemente baste con bajarle al
fanatismo ideológico y a la intemperancia que produce escuchar al Otro en un
mundo que parece olvidar que en la vida real siempre hay matices y que no es
posible reducir la complejidad a la dualidad entre lo blanco y lo negro.
A lo mejor hay que mejorar la
comprensión de lectura de los nuevos públicos que consumen e interactúan en las
redes sociales. O quizás sea suficiente que a esos nuevos espacios en donde
circulan las ideas y los sempiternos problemas humanos lleguen los eternos
llamados a respetar a quien piensa diferente. Una formación política asertiva
podría ayudar siempre y cuando se tenga en cuenta que la pobreza lexical de
cientos de miles internautas es una realidad, impedimento y reto si alguna
institución decide aventurarse a diseñar un “plan formativo en política
asertiva”. Y lo más importante: que cada sesión no dure más de 5 minutos.
Habrá que procesar muy bien lo que dijo Bauman sobre las redes sociales antes de pensar en regular sus contenidos y formas estéticas. Esto dijo el prolífico sociólogo: “la cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad, pero la red te pertenece a ti. las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa». Quizás lleguemos a la conclusión de que los viejos sistemas de dominación creados ofrecen marcos conceptuales y paradigmas que para lo único que han servido es para entrampar la vida y que los jóvenes de hoy creen poder romper esas lógicas con el individualismo y la soledad en las que están soportadas sus vidas y la masificación de las redes sociales.
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