viernes, 25 de abril de 2025

LA DESPEDIDA DEL PAPA FRANCISCO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

El ritual de despedida del Papa Francisco es una oda al dolor, al poder de la iglesia católica y al reconocimiento internacional de su importancia para Occidente, así como al miedo a la muerte. Al exaltar el fin natural de la vida, la iglesia católica cumple con dos objetivos: el primero, despedir al Sumo Pontífice de acuerdo con la tradición y la propia pompa de un acontecimiento que la prensa se encargará de hacerlo inolvidable y memorable; y el segundo, llamar la atención de sus millones de fieles sobre la importancia de seguir creyendo en la resurrección tal y como sucedió con Jesucristo.

Las exequias del Papa Francisco también envían un mensaje claro y directo a sus fieles sobre la cremación. Ningún Papa puede ser cremado, por más de que lo haya pensado en vida e incluso dejado como su último deseo. ¿Habrá algún día un Papa capaz de  advertir sobre su deseo de ser cremado? ¿Existirá algún día un Sumo Pontífice así de libertario, iconoclasta y revolucionario?

El resto de los mortales pueden apelar a la cremación, opción que llegó a Colombia en los años 80, en medio de los elevados costos de los lotes al interior de los cementerios. A creyentes, ateos y agnósticos la iglesia católica les da la “opción” de la cremación. Eso sí, ningún ciudadano puede escapar a las penitentes etapas a las que a continuación hago referencia.

La aprensión colectiva sobre la finitud de la vida humana legitima los actos litúrgicos con los que la iglesia católica exhibe su total e incontrastable dominio y control del negocio de la muerte y sus flagelantes etapas: la velación del cuerpo, la subida del féretro al coche fúnebre, el desplazamiento por toda la ciudad, a 10 kilómetros por hora, hasta llegar al cementerio; la misa de despedida, el traslado a la fosa y el lento descenso del ataúd. Las paladas de tierra y flores. Y pasados los años, la exhumación. Este agobiante y martirizante ritual está asociado a la idea de que vinimos a sufrir para alcanzar la gloria del Señor.

El Papa Francisco será enterrado como lo ordena la tradición. El registro mediático de dicho acontecimiento termina legitimando el ritual de despedida y el poder de esta perenne multinacional de la Fe. Vendrá luego el Cónclave del que saldrá el nuevo Pontífice. Las correlaciones de fuerza, las intrigas y los acuerdos que debajo de las sotanas tomarán los aspirantes a remplazar a Jorge Bergoglio quedarán dentro de la hermética memoria de un concilio en el que se enfrentan los egos de hombres dispuestos a poner por encima de sus dudas sobre la existencia de Dios, sus deseos de orientar la “poderosa” institución. Veremos dentro de poco si la iglesia católica elige a un Papa contrario a las ideas y decisiones tomadas por Francisco o si les da continuidad como una manera de mostrar capacidad de adaptación a los nuevos tiempos.  






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