Por Germán Ayala Osorio
El ritual de despedida del Papa
Francisco es una oda al dolor, al poder de la iglesia católica y al
reconocimiento internacional de su importancia para Occidente, así como al
miedo a la muerte. Al exaltar el fin natural de la vida, la iglesia católica
cumple con dos objetivos: el primero, despedir al Sumo Pontífice de acuerdo con
la tradición y la propia pompa de un acontecimiento que la prensa se encargará
de hacerlo inolvidable y memorable; y el segundo, llamar la atención de sus
millones de fieles sobre la importancia de seguir creyendo en la resurrección tal
y como sucedió con Jesucristo.
Las exequias del Papa Francisco
también envían un mensaje claro y directo a sus fieles sobre la cremación.
Ningún Papa puede ser cremado, por más de que lo haya pensado en vida e incluso
dejado como su último deseo. ¿Habrá algún día un Papa capaz de advertir sobre su deseo de ser cremado? ¿Existirá algún día un Sumo Pontífice así de
libertario, iconoclasta y revolucionario?
El resto de los mortales pueden
apelar a la cremación, opción que llegó a Colombia en los años 80, en medio de
los elevados costos de los lotes al interior de los cementerios. A creyentes,
ateos y agnósticos la iglesia católica les da la “opción” de la cremación. Eso
sí, ningún ciudadano puede escapar a las penitentes etapas a las que a
continuación hago referencia.
La aprensión colectiva sobre la
finitud de la vida humana legitima los actos litúrgicos con los que la iglesia
católica exhibe su total e incontrastable dominio y control del negocio de la
muerte y sus flagelantes etapas: la velación del cuerpo, la subida del
féretro al coche fúnebre, el desplazamiento por toda la ciudad, a 10 kilómetros
por hora, hasta llegar al cementerio; la misa de despedida, el traslado a la
fosa y el lento descenso del ataúd. Las paladas de tierra y flores. Y pasados
los años, la exhumación. Este agobiante y martirizante ritual está
asociado a la idea de que vinimos a sufrir para alcanzar la gloria del Señor.
El Papa Francisco será enterrado
como lo ordena la tradición. El registro mediático de dicho acontecimiento
termina legitimando el ritual de despedida y el poder de esta perenne multinacional
de la Fe. Vendrá luego el Cónclave del que saldrá el nuevo Pontífice. Las
correlaciones de fuerza, las intrigas y los acuerdos que debajo de las sotanas tomarán
los aspirantes a remplazar a Jorge Bergoglio quedarán dentro de la hermética
memoria de un concilio en el que se enfrentan los egos de hombres dispuestos a
poner por encima de sus dudas sobre la existencia de Dios, sus deseos de
orientar la “poderosa” institución. Veremos dentro de poco si la iglesia
católica elige a un Papa contrario a las ideas y decisiones tomadas por Francisco
o si les da continuidad como una manera de mostrar capacidad de adaptación a
los nuevos tiempos.
adios al papa francisco - Búsqueda Imágenes
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