martes, 13 de mayo de 2025

SE FUE EL GRAN PEPE MUJICA

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Se fue el Gran PEPE MUJICA. Sí, así, en mayúsculas. Esta columna la escribo con un profundo pesar por la partida de un revolucionario, de un político que supo honrar el ejercicio del poder. De un hombre que vivió casi que, como un monje cartujo, “ligero de equipaje”, sin las ambiciones propias de aquellos que asumieron la política y el poder como los caminos para acumular riqueza en medio de sus inocultables precariedades éticas y morales. Aquellos que buscan “hacer dos Cámaras y dos Senados” para luego huir a gozar de la riqueza en una playa paradisiaca. Contaba que se reía cuando le decían marxista. Y contestaba: “No soy marxista, soy estoico, liviano de equipaje, nada en demasía.

Por el cariño que profesó por Colombia, resulta inevitable involucrar en este sentido homenaje y despedida al Gran Pepe, a los políticos locales convertidos en las antípodas de la vida que llevó el expresidente uruguayo.

Mujica se vistió de guerrillero para levantarse en armas contra el Estado uruguayo y terminó convertido en un referente ético para sus compatriotas y los pueblos de la América Latina que hoy lloran su inevitable partida. Guiado por los Aymaras, aceptó las reglas de la democracia y desde la Residencia de Suárez intentó profundizar la democracia en su pequeña pero digna República.

En Colombia hay políticos que alardean de llevar una vida ejemplar porque “jamás empuñaron armas contra el Estado”. Son ya incontables las veces, en lo que va corrido de este gobierno, que le hemos escuchado decir esa frase a aquellos que desde el Ejecutivo y el Legislativo “le declararon la guerra” a los pobres, a los vulnerables, a los pueblos afros, indígenas y campesinos y a la Naturaleza con sus políticas atadas al neoliberalismo.

Esa frase da cuenta de un viaje moral y clasista de quienes jamás entendieron qué es eso de construir y vivir en una República. La avaricia los fue convirtiendo en victimarios y sepultureros de los sempiternos deseos de millones de colombianos de construir algún día una verdadera democracia en Colombia.

Aconsejó y criticó a Chávez y al propio Lula Da Silva.  En una memorable entrevista dijo: “Rescatar 40 millones de la pobreza como le pasó a Lula y no será tocar el cielo con las manos, ni mucho menos construir el socialismo. Pero esos cuarenta que comen todos los días, esos cuarenta millones, es una cosa muy de izquierda. ¿Por qué? Porqué ser de izquierda es ser solidario…Después hay otra etapa. Yo creo en el socialismo, pero no creo en el estatismo. Y creo que la construcción del socialismo supone una sociedad mucho más culta, mucho más inteligente y mucho más rica. Creo que países como Suecia se arrimaron mucho más a lo que puede ser el socialismo, o Noruega, que los intentos fallidos que hemos tenido…Soy enemigo de la burocracia…Desconfío cuando el Estado se hace demasiado grande, pueda sustituir la iniciativa de la gente… Cuando pase Chávez, habrá un montón de millones de venezolanos que vivían en la miseria que van a estar viviendo un poco mejor, que van a tener una casa mejor y un servicio de salud, pero no habrán construido ningún socialismo, pero la humanidad habrá mejorado”.

Sin apegos a las veleidades del poder e incapaz de caer y ser protagonista de la “hoguera de las vanidades” de las que hicieron parte un número importante de presidentes latinoamericanos, Mujica es el espejo en el que jamás pudieron mirarse jefes de Estado colombianos como Juan Manuel Santos, Iván Duque Márquez, César Gaviria, Julio César Turbay Ayala y mucho menos el más pernicioso- casi maléfico- de todos los presidentes colombianos: Álvaro Uribe Vélez. Y no es que sufran del síndrome Capgras. No. A ellos les basta con reflejarse en las perfidias en las que incurrieron y en las formas cínicas en las que ejercieron el poder, porque como lo dijo Mujica, el poder te enciende todos los demonios.

Se fue el Gran Pepe, pero quedaron en este hemisferio y en el resto del mundo los demonios del fascismo, del genocidio, de la supremacía étnica como práctica sociocultural y política en países racistas y clasistas como Colombia. Quizás si en Colombia tuviéramos por lo menos 5 Pepes en la Corte Constitucional, en el Consejo de Estado, en la Corte Suprema de Justicia; en el Congreso, en las rectorías de universidades privadas y públicas, podríamos superar las taras civilizatorias de esa élite que siempre mirará con desprecio a estoicos como Pepe Mujica. Hasta siempre, Pepe.

Adenda 1: antes del deceso de Pepe Mujica el diario El Espectador publicó en la red X la entrada de una nota que dice lo siguiente: “El domingo, el presidente uruguayo Yamandú Orsi, delfín de Mujica, pidió que respetaran la intimidad del exguerrillero”. Aunque borraron el trino, el diario bogotano se instaló en ese viaje de superioridad moral que acompaña a quienes se jactan aún de “jamás haber empuñado las armas contra el Estado” y que son los responsables de generar pobreza, del asesinato de 6402 jóvenes (falsos positivos) y la consolidación de un Estado asesino.

Adenda 2: Se fue el Gran Pepe y el violador de Claudia Morales sigue libre burlándose de la justicia.

 






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