Por Germán Ayala Osorio
Después de la “despachada” del presidente Petro contra su fiel amigo y escudero Gustavo Bolívar lo mejor es que este último decline a su aspiración presidencial. A pesar de puntear en un par de encuestas que de manera prematura “midieron” las preferencias de los colombianos, hay razones de peso para que abandone su precandidatura.
La primera de esas razones se la
dio el propio Petro cuando le dijo “…que lo pensara porque sentía que
de pronto las encuestas me estaban inflando y que era un candidato más
fácil de derrotar”.
Ungir al candidato o candidata
presidencial del progresismo y la “izquierda” sin necesidad de una consulta
interna le permitiría al presidente de la República imponer sus preferencias lo
que podría resultar contraproducente si la derecha y sus medios hegemónicos lo
“gradúan de títere” de Petro.
Al ver las debilidades
discursivas, conceptuales y la poca experiencia política y electoral de
Bolívar, el camino de la consulta se abre paso como la única instancia posible
que tiene el progresismo para elegir a quien competirá con los candidatos de la
derecha en el 2026. Así las cosas, no es suficiente con que Bolívar haya
demostrado una infranqueable lealtad hacia el presidente, que ame el proyecto y al propio jefe del Estado.
Los resultados de esas encuestas
en las que puntea Bolívar pueden obedecer a la estrategia de la derecha de
“inflarlo” a sabiendas de sus vacíos conceptuales, su deficiente dominio de la
oratoria, nulo carisma y un factor decisivo: no tiene maquinaria. Nadie le
quita al libretista y escritor que es una buena persona, honrado y eficiente al
momento de cumplir con tareas asignadas. Y en el fondo, Petro reconoce esas
debilidades. Quizás por ello lo ve como un candidato fácil de derrotar.
Lo que le dijo Petro a Bolívar da
a entender que preferiría darle su aval a un candidato cercano, fiel y sin
tacha a nivel político, sin necesidad de entrar en el desgaste político que implicaría
hacer una consulta interna en la que aflorarían los egos entre los
precandidatos, casi todos curtidos políticos y con maquinaria electoral. Y lo que es peor, no todos “hijos y
luchadores de izquierda”. Hablo de Roy Barreras, Daniel Quintero, Carlos Amaya
y Luis Guillermo Murillo, políticos allegados hoy a las causas del progresismo en
razón al triunfo de Gustavo Petro y los acercamientos con la Alianza Verde.
La otra razón es política y está
ancorada al clima de pugnacidad ideológica y política que se acrecentó en el
último año por cuenta del “atrincheramiento” de Petro en respuesta a las
maniobras desleales protagonizadas por ministros que llegaron al gobierno Petro
por acuerdos políticos en el marco de un acuerdo nacional que jamás se
consolidó. Si el presidente Petro quiere apostarle a superar ese escenario de
confrontación debe estar pensando en candidatos moderados, pero con la
capacidad de tender puentes con esos sectores del Establecimiento que se atravesaron
como “mulas muertas” a las reformas sociales presentadas por el gobierno al
Congreso, sin abandonar la defensa de las ideas centrales del progresismo.
Luis Guillermo Murillo, Carlos Amaya y Roy Barreras serían los más opcionados si realmente el presidente quiere volver a ganar las elecciones, superando ese escenario de confrontación. Eso sí, no se puede descartar que con los arriba mencionados el proyecto progresista termine debilitándose en virtud de eventuales “conductas revisionistas” que aparecerían al momento en el que uno de los tres se siente en el Solio de Bolívar. Más claro: los tres podrían darle juego a la derecha tradicional, en detrimento de las políticas implementadas por el actual gobierno.
Quizás Camilo Romero, María José Pizarro y Carlos Caicedo resulten para el presidente los más proclives a defender sin ambages y con decidido ahínco el proyecto progresista. De los tres, Romero es quien desde el dominio de la oratoria puede enfrentar de una mejor manera a los candidatos de la derecha. Además, Romero tiene maquinaria. Eso sí, la Corte Suprema de Justicia lo investiga por un contrato en la empresa de licores de Nariño. A Pizarro le falta dominio conceptual y experiencia. Su condición de mujer víctima de la violencia podría jugar a su favor. Además, tiene carisma. En cuanto a Caicedo, su reconocimiento sigue siendo regional, factor que jugaría en su contra. En lo que corresponde a la exministra Carolina Corcho, no creo que Petro la tenga dentro de su ramillete a pesar de ser su fervorosa defensa de la reforma a la salud, campo que conoce muy bien por su condición de médica. Al interior del Pacto Histórico hay visos de machismo, factor que al final puede jugar en contra de las precandidaturas de Corcho y Pizarro.
Ya veremos. Eso sí, ojalá las bases de la izquierda y el progresismo empiecen desde ya a visualizarse sin la influencia de Petro, pensando en la imperiosa necesidad de darle la oportunidad a otros tipos de liderazgos. La derecha cometió el grave error de seguir y validar a pie juntillas las ideas, decisiones, maniobras y las “andanzas” de Álvaro Uribe Vélez. Por cuenta de sus líos judiciales, el nefasto gobierno de Iván Duque, su títere, y el desmonte del “coco” del Castrochavismo, la derecha perdió apoyo en la clase media y en sectores populares (campesinos) beneficiados hoy por el gobierno Petro. Si el actual jefe del Estado decide asumir el rol de gran elector, superando a Uribe en ese aspecto, con el tiempo sufrirá el natural desgaste por su condición misma de expresidente.
Imagen tomada de El Espectador
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