sábado, 18 de noviembre de 2023

TRANSICIÓN CULTURAL

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Mientras en el país crece el debate entre aquellos que siguen instalados en la economía basada en los combustibles fósiles y quienes plantean iniciar cuanto antes la transición hacia el uso de energías limpias, el factor cultural que acoge a los dos bandos continúa estancado en los límites y limitaciones de una ciudadanía que, fondeada en el individualismo, el racismo y el clasismo, desconoce la historia de su país, desprecia el valor de la biodiversidad y la importancia de la pluriculturalidad. Y quizás haya que reconocer en esos millones de ciudadanos que habitan el territorio nacional el poco interés que muestran por conocerla y por encontrar en su revisión y estudio patrones culturales que, a manera de taras, impiden la comprensión sistémica de los problemas y  de los conflictos y la resolución o transformación dialogada de los mismos.

Por ello, hacer una transición cultural que nos lleve como sociedad a estadios de co-responsabilidad tan necesarios para superar el individualismo, el racismo y el clasismo, nos va a tomar más tiempo, de continuar esos millones de ciudadanos con esa actitud “importanculista”  frente a la naturaleza y frente al devenir de las vidas de connacionales que hoy sobreviven en condiciones de miseria y de las mujeres víctimas del vigente sistema patriarcal.

El desprecio por la lectura, muy propio de estudiantes de colegios y universidades y de miembros de la élite tradicional, constituye un factor importante a tener en cuenta para la transición cultural que debemos dar, si queremos avanzar y llegar a estadios éticos en los que cada uno de nosotros  asuma responsabilidades individuales y colectivas. Que el ingeniero y excandidato presidencial, Rodolfo Hernández se jacte de su riqueza y que la asocie a que jamás leyó un libro en su vida es un ejemplo que nos lleva justamente a evitar hacer la transición cultural de la que aquí se habla.

Llegar a instancias de poder político, social y económico solo a expensas de la tradición familiar o por la fuerza de los linajes, las palancas o por las demostraciones violentas, fueron, poco a poco, eliminando el valor de la lectura, en particular cuando a través de esta nos expone al riesgo de revisar nuestras propias certezas, e incluso a replantearnos los referentes con los que crecimos en materia de liderazgo, masculinidad, feminidad y relaciones con los ecosistemas y con las comunidades “subalternas” asociadas a estos.

Dentro de esa transición cultural caben la superación de los dualismos modernos, así como las lecturas reduccionistas aprendidas de un ejercicio periodístico cuyo interés está en reproducir esos patrones comportamentales (clasismo, racismo e individualismo) y por esa vía, ralentizar los cambios y la transición cultural que nos urge como sociedad hacer, para superar no solo los ya señalados patrones, sino para alcanzar niveles altos de eticidad que terminen por consolidar unos mejores procesos civilizatorios. 

Colombia necesita de un profundo cambio cultural. Las grandes mayorías necesitan de una educación que, basada en la lectura y la escritura, les permita enfrentar, discursivamente, los abusos de quienes ostentan cualquier forma de poder. No puede ser que en pleno siglo XXI aún haya ciudadanos que coman cuento de asuntos como el “rayo homosexualizador” al que apelaron pastores para engañar a sus feligreses, y llevarlos a millones a decir No al pasado plebiscito por la paz de 2016. Una educación secular, fundada en ejercicios de pensamiento crítico, aportaría a la transición cultural que como sociedad debemos dar si de verdad queremos proscribir el ethos mafioso que guía la vida de los miembros de la élite tradicional y la de millones de colombianos. 

Sin duda alguna es importante hacer la transición energética, pero lo es más, jugársela por una transición cultural que contenga, por ejemplo, una mirada ética ecológica fundada en el reconocimiento y en el respeto por la vida de los demás, esto es, los animales humanos y los no humanos, y en general, por la vida ecosistémica.



Imagen tomada de Semana.com

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