viernes, 13 de octubre de 2023

EMILIO TAPIA: UN CORRUPTO PARADIGMÁTICO

 

Por Germán Ayala Osorio

 

Hay consenso alrededor de la idea de que el problema más grave del país es la corrupción público-privada. Y que semejante problemática está atada al comportamiento de la élite política, social y económica que históricamente ha actuado guiada por un ethos mafioso, el mismo que orienta a buena parte de la sociedad colombiana.

Por tratarse de un problema cultural, las prácticas corruptas contaminaron los ámbitos de operación del Estado, de la sociedad y del mercado. Así, por tratarse de un asunto naturalizado, la corrupción y en general la comisión de un sinnúmero de delitos contra la función pública y toda suerte de crímenes, tienen en común dos elementos que se complementan: el primero, fundado en el “mal ejemplo” que dan políticos, empresarios, artistas o deportistas desde sus confundidos ámbitos públicos y privados. Y el segundo, en los análisis, los cálculos o las valoraciones económicas que hacen los corruptos, los criminales o las mafias de las que hacen parte, al momento de cometer un ilícito.

En lo que respecta al primero, en Colombia el “mal ejemplo” cunde de la mano de gobernadores, alcaldes, presidentes, empresarios, banqueros, rectores de universidades privadas y congresistas, entre otros, que conocen muy bien los vacíos de las normas, y, por tanto, saben qué esguinces pueden hacerles al momento de firmar un contrato o de caducarlo. Por eso será que para los colombianos el refrán “hecha la ley, hecha la trampa” tiene tanto sentido y constituye un principio de obligatorio cumplimiento en su retorcida eticidad.

Con el registro diario que los medios masivos hacen de los casos de corrupción pública y privada, se pensaría que la sociedad terminaría por rechazarlos con vehemencia y movilizándose en contra de los corruptos. Ha sucedido todo lo contrario. La experiencia negativa con el referendo contra la corrupción promovido en 2018 y que no pasó el umbral, expresa con claridad que informar sobre estos asuntos no garantiza la toma de conciencia en las audiencias y que la corrupción está tan arraigada, que salir a votar para proscribirla iría en contravía de los intereses de los votantes que en algún momento de sus vidas recibieron beneficios de una acción corrupta.  

La comisión de un delito o de un crimen supone la comprensión de una realidad irrefutable: la justicia no opera, porque hay jueces que aceptan sobornos y por ello dilatan los procesos hasta que prescriben o precluyen, o son benévolos con los delincuentes, en particular cuando estos son de cuello blanco, porque esos mismos operadores judiciales se han beneficiado de las relaciones que han establecido con el poder que tienen los procesados, o porque quizás piensan en que se podrían beneficiar más adelante si logran absolverlos.

Y para abordar el tema de las valoraciones económicas que suelen hacer los criminales y los corruptos es preciso hablar de la “economía del crimen” o la “economía del delito”, para entender sus alcances en casos de políticos corruptos y de casos famosos de corrupción como el “Carrusel de la contratación” en Bogotá, el de Odebrecht, el de Hidroituango y recientemente los de Emcali y el que recién se está descubriendo en la Sociedad de Activos Especiales (SAE). El economista Gary Becker, citado por Marcos David Silva (2021), dice que las “conductas criminales tienen racionalidad económica y que cada criminal le asigna un precio diferenciado a cada crimen. Si un delito es mayor a los costos resulta “caro”… ¡y no lo comete! Un criminal, solamente elige lo que le conviene, o sea, maximiza su utilidad”.

Pues bien, la Fiscalía imputó hace ya hace un tiempo, cargos al ya reconocido corrupto Emilio Tapia, por la corrupción que se dio en varios contratos al interior de las empresas públicas de Cali, Emcali y por el caso de Centros Poblados. Ya el ladino personaje había sido sancionado penalmente por lo sucedido con el “carrusel de la contratación” en Bogotá. Las pérdidas en los casos de Emcali y en el Carrusel de la Contratación fueron multimillonarias, confirman la teoría de Becker, en particular en lo que tiene que ver con la racionalidad económica que corruptos y criminales exponen a la hora de valorar los riesgos al momento de cometer sus fechorías. Esa constatación es importante, pero lo que más preocupa es que agentes corruptos como Emilio Tapia se eternicen en sus prácticas, a pesar de las sanciones que la justicia le ha impuesto.

Tan serio es el asunto, que Emilio Tapia es un referente ético y moral para cientos de ciudadanos cuyo sentido de la eticidad y de la moralidad pública coincide con el actuar sucio y doloso del nefasto personaje. Es casi un “paradigma” para las mafias que se enquistaron en los partidos políticos, en instituciones del Estado y las que de tiempo atrás operan entre agentes de la sociedad civil y congresistas. Lo más probable es que Tapia haya hecho cuentas de los millones de pesos que logró acumular de manera ilegal, en relación con las penas que la justicia le impuso y le impondrá de nuevo. Su recurrencia es la prueba fehaciente de que ser corrupto paga, pues las sanciones penales son poco severas y lo más importante y preocupante: no hay sanción moral, lo que le permitió a Tapia encontrar en Emcali los socios para continuar delinquiendo.

En El Espectador se lee que “la Fiscalía acusó formalmente a Emilio Tapia por, supuestamente, apropiarse de más de $5.000 millones de dinero público en mayo de este año. Según la investigación, Tapia “habría contactado a dos personas para que prestaran los nombres, experiencia y capacidad financiera de sus empresas para conformar la unión temporal. A cambio, les pagaría $4.000 millones. De esta manera, Centros Poblados se constituyó, licitó y, con la información falsa sobre su conformación, indujo a error a los funcionarios de Mintic que le otorgaron el contrato”.

Con todo y lo anterior, Emilio Tapia es un referente para los corruptos que pululan en Colombia y que hacen negociados con alcaldes y gobernadores, de la mano de los clanes políticos que a diario son noticia porque uno o varios de sus miembros, son llamados a juicio, o se libran órdenes de captura. Así vayan a la cárcel, la economía del delito les funciona de maravilla.



Imagen tomada de youtube.com

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