Por Germán
Ayala Osorio
Los medios corporativos que le hacen oposición política al actual gobierno convirtieron al corrupto Olmedo López en una vedette del ethos mafioso que se naturalizó en varias entidades del Estado, y en particular en la UNRGD. En esas andan Semana, Caracol y Blu radio.
El afán de
entrevistarlo al aire y en directo no es conocer las razones y las
circunstancias personales que lo llevaron a actuar de manera dolosa en el
manejo de los recursos públicos, sino en tratar de sacarle con tirabuzón el
titular que necesitan: el presidente Petro sí sabía, esto es, estaba al
tanto de los torcidos detrás del contrato de los carrotanques de agua para La
Guajira y de los convenios interadministrativos firmados, con los que
supuestamente usaron millonarios recursos del presupuesto de la UNRGD para
comprar congresistas, incluidos los presidentes de Cámara y Senado.
Los
periodistas no le preguntan a Olmedo por los contratistas porque a lo mejor se encuentran
con desagradables sorpresas. Solo indagan por los nombres de políticos
cuestionados de tiempo atrás, que podrían estar envueltos en los actos de corrupción
a los que viene aludiendo López, sin pruebas contundentes. El espectáculo mediático
que montaron con el corrupto exfuncionario está fundado, por ahora, en la
intriga, en el señalamiento y en insinuaciones, a la espera de que la “matriz
entregada a la Fiscalía” le haga el milagro de irse para la casa a pagar una
pena mínima de restricción a la libertad y sin devolver un solo peso al Estado.
La gran
prensa bogotana intenta, usando a Olmedo López, convertir ese caso de
corrupción público-privada de la UNRGD en un escándalo superior a los hechos
que dieron vida al proceso 8.000, con el que, en su momento, esa misma prensa
respaldó a los sectores de la derecha que quisieron tumbar al presidente de la
época, Ernesto Samper Pizano. En varias ocasiones los “acuciosos” periodistas han
sembrado la duda a través de la pregunta: ¿Cómo es posible que el presidente
no se diera cuenta de lo que sucedía en la UNRGD o de lo que hacían los
ministros y asesores que, según López, hicieron parte del matute y de la compra
de conciencias? La pregunta se traduce en la célebre frase de Samper: “los
dineros de la mafia entraron a mis espaldas”. Y claro que la pregunta tiene
sentido y es preciso hacérsela sin olvidar que ese interrogante debieron
expresarlo públicamente en otros casos como el de Centros Poblados y los Falsos
Positivos durante los gobiernos de Uribe y Santos.
Queda claro
que Olmedo usa a los medios para presentarse como un “político que lleva 30
años luchando por Colombia”, que se equivocó, que cometió un error. Es curioso
pero tanto Olmedo como sus entrevistadores se cuidan de no usar la palabra
delito. Olmedo se presenta arrepentido, pide perdón al país, lo que explica su
gran gesto de contar lo que pasó al interior de la UNRGD de la que fue su
director. Con su lastimero show, Olmedo presiona a la Fiscalía para que lo
acepte como testigo estrella y logre así un tratamiento especial que le permita
en el corto plazo disfrutar en libertad de los dineros que muy seguramente se
embolsilló porque resulta poco creíble que se haya prestado para ese entramado
de corrupción y no haya sacado una millonaria tajada.
Por su parte,
las empresas mediáticas usan a Olmedo para deslegitimar al gobierno de Gustavo
Petro. Es decir, se trata de una relación política en la que ambas partes
ganan: Olmedo visibiliza su acomodaticia ética y su inmoralidad política y los
medios ganan rating y de paso afectan la imagen del gobierno al que le hacen la
oposición política que jamás le hicieron a Uribe, Santos y al presidente que
más “mimaron”: el eterno aprendiz, Iván Duque Márquez, el puppet de Uribe
Vélez.
Aunque Petro
asumió la responsabilidad política por haber puesto en la UNRGD al torcido del
Olmedo López, para los medios no es suficiente, porque lo que están buscando es
su caída. Cuando se perdieron los 70 mil millones de pesos en el sonado caso de
corrupción de Centros Poblados, el entonces presidente, Iván Duque Márquez, en
lugar de pedirle la renuncia a la ministra Karen Abudinen responsable
administrativa y políticamente de ese contrato, la respaldó y la mantuvo en su
cargo. Aunque Olmedo no ostenta la dignidad ministerial, se le abona al
presidente de la República que tomó la decisión de sacarlo de la entidad.
En su
perverso juego de contra poder, las empresas mediáticas olvidan o dejan de lado
la función educativa que se les reconoce. Al convertir a López en una vedette
del ethos mafioso, la lucha contra la corrupción pierde sentido porque a la
opinión pública no se le está entregando un análisis de los elementos de la
ética individual bajo los que actuó el exdirector de la UNGRD, Olmedo López. Y
lo que es peor, los periodistas no están haciendo un llamado a los más
reconocidos agentes sociales y económicos de la sociedad civil, y mucho menos a
los directores de los partidos políticos para que fustiguen los hechos de
corrupción. Ni los presidentes de Fenalco, Andi, Comité Intergremial y Acopi
salieron a los medios a gritar ¡basta ya con la robadera!
Convertir un
caso de corrupción como el presente en un espectáculo mediático, con fines
políticos, habla muy mal de unos medios corporativos poco interesados en
informar y analizar unos hechos noticiosos que están dando cuenta de un
problema mayúsculo: la naturalización del ethos mafioso, fruto de la avaricia,
el hambre de poder, la codicia y la perversidad de la clase política y de los
políticos de ese arcoíris de la corrupción al que viene aludiendo Olmedo, la celebridad del ethos mafioso.
Imagen tomada de Blu radio
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